Chile fue más Bravo que nunca

Eduardo Vargas entró sólo al área, demoró un instante y cuando se acomodó para sacar su remate, la salida rápìda del arquero portugués Rui Patricio le tapó el disparo. Enseguida, una maniobra veloz de Portugal en contraataque, el pase preciso de Cristiano Ronaldo para la entrada de André Silva y cuando parecía que tenía el arco para abrir el marcador, la salida veloz de Claudio bravo le ahogó el grito. Iban 6 minutos y Chile y Portugal nos avisaban como iba a ser el partido. Aunque esa promesa, como los amores de estudiantes, se iba a derretir con el paso del tiempo…

Dos equipos de la elite mundial. Dos conjuntos rápidos y con jugadores de gran jerarquía, con vocación ofensiva y asociaciones productivas. Más profundo Portugal, con el maestro Ronaldo movedizo y práctico, acompañado por la tremenda habilidad de Bernardo Silva, la rapidez de André Silva y la ubicación táctica de William Carvalho.

Después de los 25′ Chile empezó a equilibrar el juego. La movilidad del Tucumano Hernández y el despliegue de Arturo Vidal le empezaron a cambiar la cara al equipo. Tuvo más contacto con la pelota, la supo administrar y llevó peligro al área de Portugal. Charles Aránguiz tuvo una oportunidad, pero se apuró en el remate. Y con las subidas de Beausejour y la sociedad con Alexis Sánchez, creó peligro por esa banda.

Claro que Portugal siempre mantuvo la amenaza latente. Ronaldo siempre genera esa sensación. Y Bernardo fue un socio apropiado, aunque le faltó, al equipo, profundidad en la ofensiva.

El correr del tiempo enfrió el ímpetu, y se cerró el primer tiempo con un leve retroceso en el volumen del juego. Habían protagonizado un encuentro de alta categoría, con mucha riqueza individual y colectiva, pero el final los encontró en una suerte de declive y conformismo. Había que aguardar, descansar y volver a empezar en el complemento.

El inicio del segundo tiempo fue muy parecido al del primero: dos situaciones pegaditas cuando iban 52′. Primero, Eduardo vargas metió una chilena estupenda, que sorprendió a todos menos al arquero Rui Patricio, que la sacó con esfuerzo al corner. Enseguida, Portugal metió una contra a toda velocidad que derivó en Crstiano Ronaldo. Su remate, fuerte y seco fue controlado por Bravo. Otra vez, quedaban mano a mano.

Habían bajado la intensidad. ya no se jugaba a un ritmo frenético y alocado; al contrario, parecían más estudiados y controlados los movimientos. Era parejo y equilibrado. Con dos equipos que empezaban a respetarse demasiado y a pensar en cuidar hasta el mínimo detalle para no echar por la borda el pase a la final por un error.

El partido se desvaneció. portugal le cedió la pelota a Chile, para que los sudamericanos hiceran su libreto: salida prolija desde el fondo. Y en cuanto la recibía el volante central, Marcelo Díaz, dos hombres a apretarlo. Entonces, el toque atrás de Díaz y volver a empezar. Así, empezaron largos minutos de cuidado y tedio hasta llegar a los 90′ reglamentarios con un 0 a 0 que estuvo lejos de lo que prometieron en los minutos iniciales.

El alargue no trajo alguna novedad. Fue más de lo mismo. El partido que nos habían prometido ya no existía. No había ni un vestigio de aquello que insinuaron en los primeros minutos. Las respuestas físicas tampoco eran las mismas; el agotamiento mostraba su cara. El camino a los penales parecía inexorable. Hasta que en el minuto 117 una maniobra de Chile sacudió la modorra. Desborde desde la derecha, centro pasado, la toma Silva, quien se la cede atrás a Vidal: su remate pegó en el palo y el rebote de Martín Rodríguez pegó en el travesaño. Chile apostó en la última bola de la noche, pero no tuvo fortuna.

En los penales, la suerte, la pericia y la experiencia de Chile, prevaleció. El pase a la final se concretó, por un Chile que fue más Bravo que nunca.

 

Hernán O’Donnell