La Argentina le avisó al mundo que atacará siempre

Argentina es un equipo que ataca. Siempre. A veces de modo lento, previsible, prolijo. Otras, con más velocidad, con un ritmo más acelerado, con toques profundos, aceleración por los costados. Y siempre, también, con la magia de Leo Messi. Porque todo pasa por él, por sus gambetas, sus toques y su capacidad de conducción.

Pero la primera conclusión y lectura que deja el partido es que la selección siempre va al ataque. Se para lo más adelantado posible en el campo, con los tres defensores bien cerca del medio de la cancha y de allí trata de recuperar la pelota para ir rápido hacia el arco del adversario.

Los tres zagueros fueron firmes en esa tarea: Mascherano, Pezzella y Otamendi, en el primer tiempo cortaron y generaron salidas muy veloces. Por los costados, Salvio fue más punzante que Di María, y en el medio Kranevitter cortó y Enzo Pérez se movió con mucha dinámica.

Después llegó el momento de profundizar. Allí sumó varias chances la Argentina; de un desborde de Salvio, un centro que un zaguero ruso sacó al corner con la presencia de Messi amenazante; una entrada de Di María, bien desvaida por el arquero y una media vuelta certera del kun Agüero, que el arquero sacó de modo magnífico.

Argentina fue más, pero no pudo abrir el marcador en el primer tiempo, y en el segundo se repitió el libreto: el visitante al ataque, el local con mucha gente en defensa, para dificultarle cada avance.

El ingreso de Alejandro Gómez por Lo Celso le dió más aire al equipo; el “Papu” se asoció mejor con Agüero y con el propio Messi. Luego ingresó Diego Perotti, de buena actualidad en el fútbol italiano, por Di María, que tuvo una actuación aceptable.

La Argentina tuvo siempre la misma barrera; un equipo que acumuló mucha gente en defensa y si bien Smolov preocupó en ataque y Rausch lució en el juego aéreo.

Pero costaba mucho quebrar el cero. Y la sucesión de cambios le quitaba, como suele suceder en los amistosos, ritmo al partido y desdibujaba las intenciones iniciales.

Hasta que llegó la magia, la velocidad y la certeza en la concreción: a los 85′, Leo Messi vio a Pavón por la derecha, le puso el pase preciso, el wing, que partió un pasito adelantado, llegó al fondo y cruzó un centro para Agüero. El remate del Kun rebotó en un defensor y de cabeza, tras el rebote, marcó el 1 a 0 para la albiceleste.

Era sobre el cierre del partido. Y fue el final. 1 a 0, justo, apretado, con un gol que no debió convalidarse, pero que marcó la luz de ventaja que mostró la selección, y el paso al frente que dio ante el mundo. La Argentina avisó que ataca siempre y que empieza a perfilarse en su camino al Mundial.

 

Hernán O’Donnell