Vivir el Mundial con alegría

Cuando Felipe Baloy entró al área a la búsqueda de la pelota que llegaba tras el tiro libre a favor de su equipo, la conectó con un tiro rasante y esquinado, que no pudo ser detenido por el arquero ingles Pickford a pesar de su esfuerzo, todo Panamá estalló en un grito de alegría y satisfacción. Así lo vivieron los jugadores que corrieron a abrazar al goleador; así lo celebró el DT Hernán Darío Gómez en el banco, con los brazos en alto y una sonrisa que le ensanchaba la cara; así lo gritaron los miles y miles de panameños que poblaban las tribunas del Estadio Nizhni Nóvgorod. Una explosión de alegría genuina y contagiosa de toda una gente que celebraba la conquista sólo por el hecho de celebrar poder alcanzar un logro, una meta: Panamá perdía hasta ese momento por 6 a 0, y ese gol significaba el honor, el poder marcar también en un partido que les fue muy desfavorable. Pero el honor de la gente quedaba a resguardo con ese tanto y así lo hicieron saber: eso es dignidad, orgullo, entereza.

El partido fue un trámite para Inglaterra. Siempre tuvo el control, al margen de unos primeros minutos a favor de Panamá, y marcó los tantos con mucha facilidad.

Stones, a los 8′ conectó un corner con un cabezazo cruzado y abrió la cuenta. Enseguida llegó el penal a Lingard que Harry Kane, la figura del partido, transformó en el 2 a 0 con un soberbio remate a los 22′.

El tercero fue un golazo de Lingard, un remate de afuera del área grande, con comba y al ángulo a los 36′; el cuarto fue otra vez de Stones de cabeza, tras un tiro libre bien ejecutado, en una maniobra preparada de toque a la izquierda, centro a la derecha, Kane que la baja de cabeza para Sterling, rebote en el arquero Penedo y Stones aparece sólo para convertir a los 40′.

El primer tiempo se cerró con otro penal de Kane, cuando iban 45′, con otro derechazo formidable y un 5 a 0 que reflejaba las distancias entre uno y otro equipo. El segundo tiempo bajó la intensidad y a los 62′ Kane desvió con su taco un remate al arco, descolocó a Penedo y marcó el 6-0.

El partido entró en una meseta y parecía cerrarse en ese resultado. O hasta en algún gol más de los europeos. Pero Panamá supo entender el juego, comprender las diferencias y no se amilanó ni se resignó a entregarse. Tampoco lloró sobre la derrota consumada. Vivió el partido como el premio que obtenía después de tanto tiempo: jugar una Copa del Mundo. Y así llegó a su primer gol de un Mundial. Y así lo celebró: con entusiasmo, con alegría, con la felicidad a pleno de saber que se había logrado llegar a un objetivo, y ahora un pasito más, poder convertir un tanto. Valorar lo que se obtiene, sin ejecutarse ni auto flagelarse porque el rival demostró su superioridad con una goleada. Celebrar que se ha progresado, que se ha conseguido algo más en su propio camino.

Esa es la enseñanza que nos deja esta hermosa celebración de un gol que no modifica ni incide en un resultado, pero que es un homenaje a su esfuerzo, a su sacrificio y a la valoración de saber que uno se puede superar a sí mismo. Un gol que se grita como un canto a la vida.

 

Hernán O’Donnell