Deontay Wilder le abre la ventana al futuro

Estaba perdido. O al menos, eso parecía. El cubano Ortíz lo había dominado, incluso en el séptimo round sacó una ventaja de dos puntos (10-8) aún sin derribarlo. La noche de Brooklyn se llenaba de dudas e interrogantes para el campeón mundial pesado, Deontay Wilder. Estaba muy complicado y era difícil pronosticar una recuperación.

La pelea había transcurrido por un clima electrizante. Wilder se vio superado en los primeros rounds y de a poco el desarrollo se transformó en una gran preocupación pues era dominado por su adversario: Luis Ortíz, un enorme mastodonte cubano apodado King Kong, que el público argentino conoció bien de cerca cuando enfrentó a Matías Vidondo y lo derrotó por KOT 3, tras derribarlo en el segundo asalto. En ese entonces se apreciaban las virtudes de un pugilista fuerte y contragolpeador, pero que no pudo alcanzar esa luz de diferencia para controlar la pelea y llevarse la gloria.

Los primeros asaltos fueron para el cubano; pero en el quinto apareció Wilder y con un derechazo derribó a Ortíz. El campeón descontaba dos puntos, tras haber cedido los primeros 4 rounds.

Se recuperó “King Kong” y logró volver a estar en pelea en el sexto asalto y en el séptimo se vio lo mejor de su producción. Se lo llevó por delante al campeón, lo “empujó” contra las cuerdas, y con una buena combinación de golpes le hizo pasar un mal momento. Incluso cerró la vuelta con una derecha que impactó de lleno en el rostro de Wilder y parecía dejar todo listo para la definición.

Pero no lo remató. Le permitió que respirara y Wilder se recuperó en los dos siguientes rounds.

Y llegó el 10º asalto con una definición, impensada, imprevista, sorprendente: Una avalancha de golpes, desordenada y potente, encontró agujeros en la defensa de Ortíz, y Wilder no se detuvo ni mostró contemplaciones. Con mucha fuerza, algunos yerros y mucha agresividad, descargó una catarata de golpes que derrumbaron al cubano y terminaron con el pleito. Ortíz había dejado pasar su momento y su oportunidad;  Wilder, en cambio, cuando olió sangre, arremetió con fiereza.

Deontay Wilder recorrió un largo camino para llegar a la noche de su consagración. Nacido en Tuscaloosa, estado de Alabama el 22 de octubre de 1985, a los 19 años comenzó su carrera amateur: su novia estaba embarazada y debía hacerse un futuro para darle seguridad a su familia. Su beba nació con una enfermedad llamada espina bífida, una malformación congénita en la que existe un cierre incompleto del tubo neural. Por imperiosa necesidad, debía progresar y darle un sustento a sus seres queridos. Se abrazó al boxeo como una salvación. Así, alcanzó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

A los 23 años hizo su debut profesional ante Ethan Cox, al que derribó tres veces en el segundo round y entonces se detuvo la pelea.

Comenzaría una carrera exitosa, con victorias que se encadenarían una tras otra, y luego de 32 peleas ganadas, le llegó la oportunidad  la noche del 17 de enero de 2015 en el MGM Grand Garden Arena, en Paradise, un suburbio de Las Vegas, estado de Nevada, para derrotar al haitiano-canadiense Bermane Stiverne y alcanzar el título Mundial Pesado del Consejo Mundial de Boxeo (WBC).

Tenía potencia y experiencia: había sido sparring de Wladimir Klitschko, con quien asegura haber hecho más de 50 rounds de guanteo; incluso hay quienes afirman que Wilder, apodado “El bombardero de bronce”, fue de los más exigentes que tuvo el ucraniano. Envalentonado, tras ganar en su primera defensa a Eric Molina, a quien envió a la lona en cuatro oportunidades, Wilder proclamó su deseo de enfrentar a su viejo conocido: “estuve tres años en el campamento de Klitschko, he aprendido mucho de él y ahora quiero enfrentarlo”, desafió. Pero el tiempo no le dio la chance.

Por esos años ya quería armar su propia historia: “El boxeo ha tenido grandes campeones de Peso Pesado; es tiempo de recuperar ese lugar que tuvo Estados Unidos hace no mucho tiempo con Mike Tyson, Evander Holyfield o Riddick Bowe, pero a mí aún me confunden con LeBron James”, señaló en referencia a su parecido con el gran jugador de Basquetbol, campeón de la NBA con Miami Heat y Cleveland Cavalliers.

Vendrían más defensas exitosas de su título: ante Johann Duhaupas, a quien sometió a un gran castigo antes de vencerlo por KOT 11 y luego ante el polaco Artur Szpilka, en el Barclays Center de Brooklyn, donde estuvo en aprietos pero logró un fulminante KO 9, que demolió al europeo e incluso debió ser retirado del cuadrilátero en camilla ante la falta de reacción.

A poco más de un mes del fallecimiento del legendario Muhammad Alí, Wilder debió defender su título ante Chris Arreola, por lo que decidió homenajearlo con una chaqueta con su figura y un  pantalón que lucía la célebre frase “Flota como una mariposa, pica como una abeja”. Otro KO y otra defensa exitosa del cinturón.

Luego enfrentó a su compatriota Gerald Washington, a quien venció por KO 5, tras una pelea que fue de menor a mayor y ratificó su buen momento.

Pero siempre parece haber un tropiezo en las carreras de las grandes figuras, y “El Bombardero” no es la excepción; en junio de 2017 fue detenido tras ser acusado de posesión de marihuana, y luego fue puesto en libertad, con la pena de cumplir 60 horas de servicio comunitario en un gimnasio cerca de su hogar. Wilder afirmó que la sustancia no era de su propiedad, que fue hallada en su auto, pero que él solía dejarlos bajo la custodia de muchas personas o que incluso los usen cuando viaja fuera de la ciudad.

A fines de 2017 le llegaría un examen importante, calificado: El desquite ante Bermane Stiverne, su escalón para llegar al campeonato Mundial Pesado. La primera pelea había sido dura y se aguardaba por el nuevo episodio, pero Wilder lo resolvió en el primer round con otra andanada de golpes, que incluso parecían prolongarse en la caída del haitiano-canadiense y al referí le costó separar a Wilder para alejarlo de la zona y decretar el KOT 1.

Así llegó a la noche estelar del 3 de marzo ante el cubano Ortíz. Ahora se habla de Anthony Joshua, de peleas estelares en las carteleras más importantes del mundo, en la chance de convertirse en el Rey libra por libra, en la tentación que le ofrece Oscar de la Hoya para sumarse a sus filas y volverse el más taquillero de los “pay per view”, las puertas que se abren para observar el abanico de oportunidades y deshojar la margarita de las posibilidades más atractivas. ¿Joshua? Habrá que esperar su pelea ante Joseph

Parker y ver cómo sigue su camino; además, Anthony Joshua hoy es una de las grandes estrellas de los escenarios y podría todas las condiciones para un hipotético combate. Incluso la bolsa, el órgano más sensible del ser humano, sería muy desventajosa para Wilder. Y también pesa la opinión del inglés, quien se ha mostrado un poco despreciativo hacia las condiciones boxísticas del americano. ¿Tyson Fury? Depende de Fury mismo. Si decide meterse nuevamente en el ruedo. ¿Otra versión, la tercera, ante Stiverne? Hay quienes arriesgan que es una posibilidad certera.

Es tiempo de pensar, evaluar y elegir.

Todo se volvió realidad una noche. La noche que pareció estar en peligro, que la corona tambaleaba y el reinado se acababa, pero su fuerza, su voluntad y una remontada feroz le permitió cambiarla por la noche de la consagración, y la ventana que se abre a un futuro promisorio.

 

Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)

La selección, de Marbella a Ezeiza

La Asociación del Fútbol Argentino ha arrendado un predio en Marbella para armar un centro de entrenamiento y captación de jugadores que estén en Europa. La finalidad es que puedan entrenarse aquellos que sean convocados para el equipo mayor y puedan trabajar sin desperdiciar horas de vuelo hacia Buenos Aires, pero también se esgrimió la poderosa razón de captar a los jóvenes futbolistas que emigraron, en muchos casos de muy pequeños y junto a su familia por las diferentes crisis económicas que tuvo el país.

En el fondo, se espera encontrar al “nuevo” Messi. Al nuevo “Mesías”. Un salvador que esté oculto en tierras lejanas, un genio inadvertido que vuelva a ser lo que tanto decimos que no hay que buscar y en el fondo es el único proyecto que existe: Un Maradona que se haga cargo del equipo.

Hay una gran cantidad de chicos que están con ese mote y bajo el radar de la AFA. Luka Romero es uno de los últimos casos: convocado para la sub 17, es hijo del argentino Diego Romero quien jugaba en Alacranes de Durango cuando nació Luka. Mexicano de nacimiento, de padre argentino y madre española, con la triple nacionalidad fue la albiceleste la que se apuró a introducirlo en sus filas.

Y así podría seguir el camino de la nueva selección: a la búsqueda del talento perdido en el planeta, a la caza de los genios ignotos. Ese aparenta ser una de las bases del nuevo proyecto.

Mientras, ¿que será del predio de Ezeiza?  ¿Como seguirá el seleccionado en modo formal en su trabajo en nuestro país? ¿Quien lo encabezará, quien será el DT?

Preguntas y más preguntas, que aún no tienen respuesta.

 

Hernán O’Donnell 

Vasyl Lomachenko, una estrella de esta época

Si no hubiera sido por su padre, tal vez hoy no estaríamos hablando o escribiendo sobre él. Nos hubiéramos perdido un doble medallista olímpico y un doble campeón mundial de boxeo. Pero la influencia paterna jugó su partido, y así nació una historia que hoy protagoniza uno de los grandes boxeadores del momento.

Vasyl Lomachenko armó su carrera en función de lo que le enseñó su padre. De no ser por él, tal vez hubiera sido otra cosa; jugador de hockey sobre hielo, por ejemplo. Allá por los años ’90,  se crió en una Ucrania incipiente, que una vez determinada su emancipación de la vieja Unión Soviética, volvía a tener su independencia como Nación y el hockey era uno de los deportes más populares para una región donde el invierno y el frío dominan una buena parte del año.

Pero estaba la imagen del padre, entrenador de boxeo, y Vasyl, nacido el 17 de febrero de 1988, comenzó a desandar su camino.

Criado en la ciudad portuaria del mar Negro de Bilhorod-Dnistrovskyi, en el sur del país, ingresó al gimnasio a las cuatro, empezó a competir a las seis y luego tuvo una cantidad impresionante de peleas.

Fue papá Anatoly quien pulió y forjó sus características, hasta convertirlo en un formidable boxeador. Así trazó una carrera amateur descollante, con 396 victorias y un palmarés envidiable: Obtuvo la medalla de plata en el Campeonato de Boxeo Amateur del Mundo de 2007, logró la medalla de oro en el Campeonato de Boxeo Amateur del Mundo de 2009, fue medalla de oro​ en el Campeonato de Boxeo Amateur del Mundo 2011, y lo más valioso y destacado: Ganó  la medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 en la categoría pluma y la medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en la categoría ligero. Ambas medallas quedaron grabadas en forma de recuerdo en sus antebrazos: en cada uno de ellos se tatuó los anillos olímpicos y la fecha de la conquista.

Toda una proeza, un récord difícil de igualar.

Toda esa campaña le permitió enhebrar una carrera profesional atípica; la inmensa experiencia que adquirió en el campo amateur lo condujo a un debut en el mundo rentado sin precedentes: debutó en un combate a 10 rounds, con la alternativa de pelear (en caso de conseguir la victoria), por el título del mundo. Sí, leyó bien. Nada de iniciarse con 4 rounds, a los suma 6. No; derecho a los 10 asaltos y en una suerte de eliminatoria para combatir por la corona mundial.

La empresa promotora Top Rank confió en él y le dio la oportunidad: un encuentro con el peligroso José Ramírez (25-3, 15 KO).  Entendió entonces, Vasyl Lomachenko que “parece algo raro pero estamos seguros de la determinación que tomamos;  sabemos por qué hago el debut a 10 asaltos e intentaré conquistar el título mundial en mi segundo combate. Tuve una larga y constante carrera amateur, no veo por qué no podemos hacerlo también como profesional. Será una buena pelea, he soñado con esta posibilidad durante mucho tiempo, estoy preparado. No quiero ser un boxeador más, quiero hacer mi propia historia”. Sus palabras denotaban total confianza para tan atípico debut.

Tuvo una presentación espléndida. En el Thomas & Mack Center, Las Vegas, Nevada, USA. La gente, la TV, la promotora…Un primer round dominante donde derribó al mexicano con un derechazo tremendo. Dominó los siguientes asaltos, y en el cuarto lo noqueó con una tremenda combinación y un uppercut de izquierda cuando faltaban pocos segundos para finalizar el round.

De ahí, a la chance por el título mundial pluma de la OMB ante Orlando Salido. Pero no iba a ser su noche. Salido perdió su corona al no poder dar el peso, subió al ring con una ventaja de 11 libras y mantuvo una pelea sucia, enredada que se llevó por decisión dividida. Una frustración para Lomachenko, que no se amilanó. Agradeció la oportunidad (“Hice lo mejor que pude, dí lo mejor de mí, gracias a todos por esta oportunidad”) y no se quejó de los jueces y el fallo: “No, no tengo nada que decir sobre el jurado. Yo soy un boxeador y mi trabajo es boxear. No opino de la tarea de los jueces”, le respondió a la cadena HBO sobre el mismo ring, apenas finalizado el combate. Ni tampoco se quejó de la tarea sucia de Salido: “No se si sus golpes bajos fueron intencionales, yo soy un boxeador limpio y hago lo mejor, pero sus infracciones no puedo juzgarlas. Tampoco tiene mucha importancia ahora eso”.

A los tres meses se presentó en StubHub Center, Carsson, California y derrotó al norteamericano Gary Russell Jr. Para conquistar el título mundial de los plumas en la versión de la OMB.

Hizo tres defensas del título pluma y el 11 de junio de 2016 se enfrenta al campeón mundial superpluma de la OMB, el portorriqueño Rocky Martínez por dicha corona, en el teatro del Madison Square Garden de New York

Una excelente combinación en el quinto round le dio la victoria al ucraniano. Un uppercut de izquierda para conmoverlo, hacer retroceder al portorriqueño, bajar la guardia y un fortísimo cross de derecha lo derrumbó para toda la cuenta. Un Knock out de aquellos. La hazaña estaba lograda; en muy poco tiempo había conquistado dos medallas doradas olímpicas y en tan sólo siete presentaciones como profesional, había ganado dos títulos mundiales.

“Estoy muy feliz por este triunfo –señaló a la TV a penas finalizado el match-  había trabajado muy duro en lo físico y en lo mental para llegar bien a la pelea por el título. Me preparé por mucho tiempo para llegar a esto.”

“En primer lugar tengo que agradecer a Bob Arum por darme la oportunidad; sin ella, no podría hacer historia, que es lo que quiero”.

En ese momento, lo convocaron al célebre promotor y sus palabras deberán ser muy escuchadas y tenidas en cuenta: “Vasyl Lomachenko es el más grande boxeador que tenemos hoy en día; es brillante. Si Muhammad Alí es el más grande de todos los tiempos, Vasyl Lomachenko es el más grande de nuestro tiempo; el más grande de hoy”.

El ucraniano había conquistado al mundo. Ese combate fue consagratorio.

Defendió la corona superpluma en Nevada, Maryland y California. Se mostró en una buena parte de Estados Unidos. Conforma y satisface a sus seguidores.

El 9 de diciembre de 2017 enfrentó al cubano Guillermo Rigondeaux  en el Madison Square Garden, el mítico escenario de New York.

Allí lo aguardaba un reto muy importante: un rival de renombre, de diferente estilo, con una buena historia también como amateur, y el deseo de tener una proyección profesional consagratoria.

Y tuvo una noche feliz, aunque no le sobró brillo. El cubano salió decidido en los primeros asaltos, pero cuando “Loma” leyó el combate que se presentaba, lo dominó, lo desbordó y apabulló hasta que Rigondeaux decidió no salir en el séptimo round.

El 12 de mayo volvió al Madison Square Garden para enfrentarse a Jorge Linares. Y alcanzó la gloria, porque la victoria le permitió llegar al Título Mundial Ligero de la Asociación Mundial de Boxeo. Un triunfo que tuvo su cuota de dramatismo: Si bien el europeo tomó el control desde el inicio, un recto de Linares lo derribó a Lomachenko, quien se vio por el suelo por primera vez en su carrera.

Sin embargo, se recompuso. Y retomó la andanada de golpes, coronada en el séptimo round cuando lo tiró con un violento gancho al hígado que le impidió a Linares continuar.

Otra noche de gloria para un hombre que suma títulos Mundiales con muy pocas peleas profesionales, que ha logrado tres cinturones con apenas 12 combates rentados, y que se ha convertido en una estrella de ésta época.

 

Hernán O’Donnell

Hamilton devuelve gentilezas y el campeonato se enciende

Haba quedado grabada la victoria de Vettel en Silverstone. Para los amantes de Ferrari, los seguidores del alemán y también, por supuesto, para los fans de Lewis Hamilton y la multitud de ingleses que aguardaban por su triunfo.

Pero la vida siempre ofrece una nueva oportunidad. una nueva chance, otro día por vivir y por lograr cosas. Y el Increíble GP de Alemania, en el histórico circuito de Hockenheim ofreció una variedad de alternativas para ver un episodio de la Fórmula 1 excitante y atrayente.

Fue la tarde del reencuentro. La tarde en que Lewis volvió a acercarse al campeonato. La tarde en que largó en el 14º lugar de la grilla y tras una gran remontada, ayudado por una lluvia corta y oportuna para él, logró un valiosísimo triunfo de cara al futuro.

La salida fue limpia y sin alteraciones. Sebastian Vettel tomó la punta y ya no la soltó más. Detrás se ubicaban Valteri Bottas, Kimi Raikkonen y Max Verstappen. Y ese orden se mantuvo por unas cuantas vueltas, mientras Hamilton sumaba posiciones a partir de la enorme velocidad de su Mercedes.

Al promediar la carrera, comienzan las novedades: primero abandona Daniel Ricciardo, por problemas en el motor de su Red Bull. Enseguida, comienzan las detenciones en boxes, con el pronóstico de lluvias que se acercaban.

Pero Hamilton coloca gomas ultrablandas, en una apuesta a que no habría lluvia o esta fuera muy poco influyente. El resto, prefiere neumáticos más apropiados para el agua.

Cuando el aguacero se desató, llegaron las emociones. El agua se acumulaba y hacía indomable la pista; Bottas aprovechó para superar a Raikkonen, quien se le había adelantado en una parada de boxes anterior. En algunas zonas, los charcos empezaban a profundizarse. Y llegó el despiste de Sebastian Vettel, en la curva 13 tras despistarse y chocar contra el muro; un erro de domino le costaba caro al alemán. Hamilton pasaba al primer lugar cuando sólo quedaban 13 giros y Bottas amagó con darle pelea, pero el equipo Mercedes no quería problemas.

El resto fue la confirmación de Lewis. Aceleró una y otra vez, marcó dos records de vuelta y logró el triunfo en un Gran Premio que recordará por mucho tiempo. Había largado 14º y llegaba 1º, había apostado por neumáticos ultrablandos y resultó un éxito, supo defenderse del ataque de su compañero Bottas, pudo acelerar para ganar y le devolvió la gentileza a Vettel de vencerlo en su tierra.

 

Hernán O’Donnell

 

La Copa Argentina se llenó de sorpresas

Está por terminar la primera semana de la fase final de la Copa Argentina; esa que tiene a los grandes del fútbol nacional, a los más encumbrados de Primera División (o la Superliga) y del Nacional B, más aquellos equipos del ascenso y del interior que lograron sortear varias fases y entraron en el “cuadro” de 32avos de final, el que se emite y se imprime para ver la parte más emocionante del torneo.

Arrancó el lunes con una primera sorpresa: Luján, de la Primera C, le ganó por 1 a 0 a Agropecuario, animador del Nacional B y empezó la semana de las sorpresas. Ese mismo lunes a la noche, San Lorenzo, acompañado por una multitud, vencía 1 a 0 a Racing (Córdoba) en el Estadio de Arsenal.

Pero ya Luján había dado un batacazo. Que siguió el martes: Central Córdoba de Santiago del Estero, de reciente ascenso al Nacional B, estuvo a punto de vencer a Vélez en el estadio de Temperley. Sobre el final el “Fortín” llegó a la igualdad por 1-1 y en la tanda de penales, el equipo de Gustavo Coleoni se impuso por 4-3. Otro golpe de un equipo de una categoría inferior a otro de una superior.

Villa Dálmine parecía liquidado ante la UAI Urquiza. Parecía. El partido había finalizado 0 a o. En la serie de penales, la UAI había convertido sus primeros 3 y Dálmine errado 2. Era 3-0, con un tiro menos es cierto, pero ya no se podía fallar. El conjunto de Campana debía convertir los 3 que le quedaban y la UAI errar los dos para poder igualar la serie. Y sucedió. Convirtió y achicó la ventaja a 1-3. El travesaño lo ayudó en el penal siguiente de la UAI. Marcó para arrimarse al 2-3. El arquero de la Uai Urquiza tiró su remate muy alto. Igualó 3-3. La hazaña empezaba a tomar forma. Doboletta, arquero de Dálmine se quedó parado en el medio y atajó el penal en la primera serie de uno para definir. Y tomó la pelota con confianza y selló la remontada con un remate seco y abajo: 4 a 3, la película estaba terminada.

Pero las emociones seguirían en la semana. La gente se prendió a los partidos como una continuidad del Mundial: a Fútbol a toda hora por un canal de cable, vacaciones de invierno, un tiempo más relajado para ver y disfrutar. Y llegó el turno de Lamadrid. El equipo que acaba de lograr el ascenso de la Primera D a la C, perdía 0-1 con Banfield y también existía la sensación de cosa juzgada. Pero no se rindió. Y en el segundo tiempo, cuando iban ya 65′ llegó al empate. Y así terminó, para dar paso a una serie loca de penales. Uno convertía y el otro erraba. Empezó Banfield, Rodríguez no pudo: el palo dijo que no; Convirtió Lamadrid: La serie 1-0. Segunda tanda: López, gol para Banfield; Arboleda ataja y la segunda vuelta queda 1-1. Tercera ejecución: Erra el de Banfield, convierte Lamadrid: 2 a 1 gana el “Carcelero”. Vamos a la cuarta serie: Bertlo al ángulo, golazo; Vera lo estrella en el travesaño: ahora queda 2 a 2 y un remate para cada uno. Quinta y última serie: Civelli afuera y el arquero de Lamadrid, Acosta, convierte: 3 a 2 definitivo para el equipo más humilde en la serie más eléctrica de todas.

Una caja de pandora. Una bolsa de sorpresas. La Copa Argentina no es el mundial, no tiene esa jerarquía, es obvio aclararlo. Pero se llenó de emociones, de partidos intensos y de resultados inesperados. Mientras el fútbol local empieza su lento regreso, este torneo, oficial, nos llena de fútbol cada día, con partidos luchados, entretenidos y de resultados inciertos hasta el último segundo.

 

Hernán O’Donnell

El misterio de Alexis Argüello

Cuando le preguntamos al gran Oscar de la Hoya quien había sido su ídolo, su máximo referente en el boxeo, nos sorprendió con la respuesta. No es que no lo mereciera, pero imaginábamos nombres como Muhamadd Alí o Sugar Ray Leonard. Sin embargo su respuesta fue contundente: “Todos ellos han sido fantásticos boxeadores, pero mi ídolo siempre fue Alexis Argüello”. Un leve murmullo de sorpresa recorrió el salón del hotel del centro de Buenos Aires. Oscar hacía referencia a un boxeador notable, inmenso, muy grande, sí, que quizás no estuvo en esa galería imaginada de las 5 o 6 celebridades de todos los tiempos: Joe Louis, los mencionados MuhammadAlí y Sugar Ray Leonard, o Roberto Durán. Tal vez Marvin Hagler. Argüello fue un verdadero artista en el ring y un caballero fuera de él. En la década del ’70 y en los muy tempranos años ’80 fue uno de los pugilistas más cautivantes que quizás no fue apreciado en toda su dimensión.

Para un hombre como Oscar, que comenzó a boxear a los 5 años, que toda su familia está ligada al deporte y que vio a grandes campeones durante muchos años (hasta convertirse él en uno de los más grandes de la historia) nombrar a Argüello era toda una definición: ¿Cuan grande pudo ser Alexis para cautivar al joven de la Hoya? ¿Quién fue, entonces, Alexis Argüello, el ídolo de quien años más tarde sería uno de los ídolos más inmensos de este deporte?

Alexis Arguello nació en Managua el 19 de abril de 1952. Fue un boxeador completo, fino, elegante y agresivo. Lo llamaron “El flaco explosivo”. Sus inicios no fueron demasiado claros, pero el 23 de noviembre de 1974 tuvo su oportunidad y no la desaprovechó: en el Forum de Inglewood, en Los Angeles, California Alexis tuvo un muy duro combate con el mexicano Rubén Olivares, quien supo dominarlo y hasta el 13er round (en aquel entonces, los combates eran a 15 asaltos) llevaba ventaja en las tarjetas. Pero un gancho de izquierda de Alexis en ese 13er round envió al mexicano a la lona. Con mucha dificultad, logró levantarse y fue en busca del nicaragüense. Grave error. En el intercambio propuesto, un uppercut de Arguello lo envió a la lona de modo definitivo.

Alexis Arguello se consagraba Campeón Mundial Pluma de la Asociación Mundial de Boxeo.

Se iniciaba así una etapa de gloria y honor que lo llevó a conquistar tres Títulos Mundiales. Su figura creció y defendió su corona con cuatro éxitos resonantes.  El paso del tiempo le sugirió que era necesario subir de categoría: El 28 de enero de 1978 derrotó al portorriqueño Alfredo Escalera y logró su segundo título Mundial, en esta ocasión el de la categoría superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Fue una pelea sangrienta, dura, en la que se llamó “La Batalla de Bayamón”. Escalera le había hecho daño en un ojo, en la boca y la naríaz, pero Alexis acabó con él en el 13er asalto. En esta categoría tampoco tuvo rivales; uno a uno cayeron todos los desafiantes.

Su crecimiento físico lo condujo a subir de categoría; el 20 de junio de 1981 venció a Jim Watt en Londres, Inglaterra y se consagró Campeón Mundial Ligero también por el CMB.

El 3 de octubre de 1981, en Atlantic City, le ganó a Ray “Boom Boom” Mancini, en uno de sus triunfos más valorados, considerado por “The Ring” como el combate del año. Dos boxeadores en excelente forma y con un alto nivel de pugilismo sin amarres, sin cortes, con un boxeo franco y ofensivo. Era la gran pelea que el mundo esperaba y lo catapultó a Argüello a la galería de los elegidos.

Cuando llegó 1982 empezó el declive. Ese año cayó ante el estadounidense Aaron Pryor, lo que marcaría su inevitable declive. De ese combate quedó una sospecha de consumo de estimulantes por parte de Pryor. Este, para acallar las críticas, le ofreció el desquite y volvió a vencerlo.

La estrella de Arguello comenzaba a apagarse. Se alejó de los rings. Regresó en 1984. Se fue y volvió a combatir en 1995, con más de 40 años. Ya no era aquel boxeador letal ni los días de gloria lo acompañaban.

Las adicciones envolvieron sus días de retirada. Flaqueaba, caía y cuando parecía enderezarse, otra vez caía en el vacío de las drogas.

Se volcó a la política. Fue vice-alcalde de Managua entre 2005 y 2008. Comenzó a trabajar en proyectos sociales y deportivos, “quería devolverle al país algo de lo que el país le había dado”, dijo un tiempo después. El 9 de noviembre de 2008 gana las elecciones municipales y ese año asume como Alcalde de la Capital de Nicaragua. Pero las cosas no funcionaron como pensaba. Comenzó a tener divergencias con la gente de su partido, el Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) y no dejó de expresar en forma pública esas diferencias.

La madrugada del miércoles 1º de julio de 2009, Nicaragua despertó sacudida por la noticia triste, cruel, inesperada: Alexis Arguello, el Alcalde de Managua, el Gran Campeón Mundial de boxeo había muerto. Poco se supo entonces qué había sucedido. La Policía informó que la causa fue suicidio y poco tiempo después se archivó el expediente del caso. El informe oficial señaló que durante la investigación del hecho, se halló en su habitación un arma 9 milímetros que pertenecía a él, que tenía un solo disparo y presentaba las huellas digitales de Argüello. Al día siguiente, el jueves 2 de julio el director del Instituto de Medicina Legal (IML), Doctor Zacarías Duarte en una concurrida conferencia de prensa, anunció que el ex boxeador sólo presentaba un disparo a la altura del tórax. “No hay ningún signo que indique que haya habido violencia, que haya habido lucha o que haya habido defensa; su cuerpo está totalmente indemne de cualquier otro tipo de lesión”, dijo Duarte. Se informó que el disparo mortal se habría producido entre las 3 y las 3.30 am de ese día 1º de julio.

Una multitud lo lloró en su despedida el viernes 3 en el Palacio de Cultura. Sin embargo, algunas voces se levantaron para manifestar sus sospechas.  Dora Argüello, hija del célebre campeón, sostuvo y aún sostiene que no cree en la versión oficial. Que vio el cuerpo de su padre golpeado, con la cara marcada, como si hubiera sufrido una golpiza antes de morir. Con algunas fotos como prueba, la primogénita sostiene que tiene golpes en la cara, en un ojo, en el labio superior y una marca en un nudillo, debajo de un anillo, como si hubiera golpeado para defenderse. Para ella, a su padre lo mataron y responsabilizó al gobierno.

Varios testigos indicaron que se escuchó una detonación en su cuarto y sólo había un orificio de entrada y otro de salida. La mujer de Alexis confirmó en varios medios periodísticos la versión del suicidio. Pero los hijos creen otra cosa.

Las versiones se reprodujeron, contradictorias, durante todos estos años. Aún hoy se mantienen. El gran campeón fue llorado por una multitud durante los días posteriores a su fallecimiento. Y la discusión no se acaba. Hay quienes aún se señalan sus contradicciones con el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), su discrepancia con el partido, las contradicciones de representar al Frente alguien como él, que en su apogeo boxístico fue acusado de simpatizar con el gobierno de Anastasio Somoza. Otros comentan que sus diferencias con el orden cerrado del partido gobernante lo llevaron a una situación delicada, que pensaba renunciar a la alcaldía y ofrecer una amplia conferencia de prensa para aclarar todo.

Han pasado 6 años y poco se aclaró de la muerte de Alexis Argüello. Aquel flaco desgarbado, potente, lúcido, con una pegada durísima, aún es un enigma en su final. Pero también es el ejemplo de miles de nicaragüenses que ven a una figura estelar, humilde, trabajadora y exitosa. Se convirtió en la leyenda del deporte más importante de Nicaragua. Una leyenda que trascendió tiempos y fronteras. Y su fama aún crece. Hace muy poco tiempo, el entrevistador Larry King le preguntó a Floyd Mayweather con quien le hubiera gustado pelear, con que boxeador aunque ya hubiera fallecido. Y Floyd lo sorprendió con su respuesta: “Alexis Argüello” Ante el desconocimiento del reportero, “Money” le aclaró: “Era un luchador increíble. Un boxeador increíble”.

“El boxeo de mi época era más místico que el de hoy –dijo poco antes de morir- Nosotros nos preparábamos, tirábamos combinaciones: jab, recto derecha, golpe cruzado, uppercut, recto izquierda. Hoy se ven boxeadores con 3 golpes: jab, recto y gancho. Jab, recto y gancho…”. En esa nota hablaba de sus proyectos sociales, del fomento del deporte, del boxeo de cada época. Todo tuvo un abrupto final.

Nicaragua aún lo llora, pero también lo venera. Como aquel muchachito, Oscar de la Hoya, que en su camino triunfante en el boxeo lo vio como un faro que iluminaría su camino.

 

Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)

¿Que fue de la vida de Richie Kates?

Cuando Richie Kates celebraba su cumpleaños número 23, en la ciudad de Johanesburgo,  Sudáfrica, muy lejos de la Bridgeston que lo vio nacer en el estado de New Jersey, no podía imaginar que al día siguiente iba a enfrentar el combate que cambiaría su vida.

No podía saber que enfrentaría una batalla dura, épica y sangrienta en la cual no sólo saldría derrotado, sino que su carrera deportiva tomaría un rumbo errático, sombrío, lleno de sobresaltos.

Hasta entonces, era un semipesado que había trazado un largo y sacrificado camino, pero rodeado de éxitos con un record de 32-1; ganó sus primeros 18 combates con 13 KO’s, hasta que Eddie Owens lo derrotó por KO 7 en el ya lejano 11 de octubre de 1972 en Philadelphia. Luego de esa caída, continuó con su brillante carrera e hilvanó 14 triunfos consecutivos, para llegar a ese célebre enfrentamiento del 22 de mayo de 1976.

Todo era optimismo en el día previo. El cumpleaños, el record positivo, el entrenamiento realizado y el gran sueño de estar ante la chance de pelear por el título Mundial Semi-Pesado de la Asociación Mundial de Boxeo (WBA). Tenía claro que enfrente había un gladiador argentino, un guerrero del ring. Pero se sentía confiado. El hombre que lo han inscripto como nacido un 21 de mayo de 1951, aunque luego se dijo que en realidad había nacido en 1953 y le adelantaron dos años para que sea profesional a la edad de 16 años (“Creo que fue una decisión equivocada”, le dijo a la página boxing.com, un tiempo después), criado en los barrios bravos de New Jersey, había tenido una buena preparación como amateur, con un interesante record de 57-4, y se sostenía en su larga experiencia; era joven aún, pero acumulaba muchos rounds en su carrera.

Además, llegaba con un gran antecedente: su triunfo ante Pierre Fourie en el mismo Rand Stadium de Johannesburgo fue de lo mejor recuerdo de Kates en Sudáfrica. Esa victoria lo puso en línea para una oportunidad frente a Galíndez, pero el norteamericano siempre  recuerda con mucha alegría la ovación de la gente y el  cariño que recibió de la población negra que había sido apretujada en un área restringida del estadio.

Sin embargo, esa no iba a ser su noche. Con una gran preparación y un cuidado plan de pelea, Kates asumió que estaba ante la oportunidad de su vida. “Salí decidido y gané los primeros 3 rounds”, recordó Kates un tiempo más tarde. “En el tercero lo corté y cuando el árbitro lo acompañó a la esquina, pensé que había ganado”, agregó. “Galíndez se dio vuelta y el árbitro lo acompañó a la esquina. Pensé que había ganado el título, pero no. Permitió que lo atendieran por 30 minutos”, exageró el entonces retador.

“Galíndez se quejó de un cabezazo, pero lo cierto es que lo golpee con un gancho de izquierda y lo lastimé”, señaló Kates. Y en una nota concedida a Carlos Irusta, allá por mayo de 1991, para la Revista El Gráfico, amplió un poco más la situación: “Hubo un roce con la cabeza, pero también el golpe existió. Y se produjo el corte más grande que vi en mi vida. Me di cuenta de que la pelea no podía seguir. Vi como Galíndez se dio vuelta, quejándose del dolor(… ) Galíndez no quería seguir peleando, Lectoure ganó esa pelea…”, declaraciones que se reproducen en el libro “El sendero del guerrero”, de Carlos Irusta.

Pero estaba escrito que no sería, esa, su noche. El campeón Galíndez curó, de modo parcial, su herida y volvió al ruedo como un toro embravecido. Y dio pelea aunque la sangre que derramaba su ojo le impedía ver con claridad y recurría a la camisa del árbitro Christodoulou para limpiarse.

En el último round Galíndez lo derriba y logra el KO. El equipo de Kates insistió, siempre, en que el combate fue detenido cuando restaba un segundo para terminar el 15º y último asalto. Y creen que superaron el conteo.

“Muchas cosas sucedieron esa noche; aún lamento como no pude conseguir el título, aunque a los ojos de mucha gente, me vieron como a un campeón. Creo que hubo cosas que no pude capitalizar”.

Lo cierto es que a partir de allí, su carrera, hasta entonces intachable, se vio alterada y ya nada fue lo mismo. “Nunca más volví a ser el boxeador que era después de esa primera pelea frente a Víctor Galíndez”, afirmó Kates. “Siempre sentí que en ese combate se había cometido una gran injusticia y nunca pude dejarlo atrás”.

Y así comenzó un declive que le impidió llegar a lo más alto. Incluso tuvo una nueva oportunidad ante el argentino un año más tarde, en Roma, Italia el 18 de junio de 1977. Pero Richie Kates no discute el resultado de ese segundo pleito. “Yo estaba lento y no hice lo necesario para ganarle al campeón”, explicó. “Galíndez era un boxeador muy  duro y tenías que dejar todo para poder vencerlo. Yo no hice tanto como debería haberlo hecho en esa pelea, y no merecí la victoria.”

De a poco, el público argentino se olvidó de él. Ya nadie supo que fue de su vida, como siguió su carrera, con quienes se enfrentó, de que forma continuó en el boxeo…ya nadie en la Argentina habló de él. Nadie supo que esa noche marcaría su rumbo y su destino; que su sendero continuó lleno de sobresaltos. Comenzó a alternar victorias con derrotas. Algunas, en grandes combates, como el que perdió ante Matthew Saad Muhaamad quien lo venció en Philadelphia.

En el año 1979 se midió ante James Scott, un muy buen boxeador que purgaba una condena en la prisión estatal de Rahway, en el estado de Nueva Jersey y allí mismo se celebró el combate. Y perdió una vez más, ante un pugilista que estaba encarcelado pero era, para muchos, el mejor del momento.

Entre idas y vueltas, triunfos y caídas, le llegó el momento del retiro. Sucedió el 26 de octubre de 1983, en el Sands Hotel Casino de Atlantic City, con un triunfo frente a Jerry Martin. Era el momento del adios. Luego preparó boxeadores en el departamento de correccionales de Nueva Jersey, formó una hermosa familia y se recluyó en Vineland, New Jersey y aún sigue ligado al pugilismo.

El público argentino poco supo qué había sido de su vida; para ellos, ya hacía rato que formaba parte de los recuerdos; añoranzas que para él también quedaron sepultadas en aquella mítica noche del 22 de mayo de 1976, donde protagonizó un combate duro, sangriento y dramático, del que nunca más se pudo recomponer.

 

Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)

Francia, Campeón Mundial de la eficiencia

Merecido, justo, lógico. El triunfo de Francia ante Croacia y su consagración en la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018 no deja lugar para el lamento ni la crítica. Sin brillos ni derroches, pero con altas dosis de juego bien entendido puesto al servicio de la eficacia, Francia ganó (y pudo armar una goleada que hubiera sido histórica) el encuentro final y gritó, por segunda vez en su historia: Campeón del Mundo!

La locura, la alegría del final, todos los abrazos, los saludos, el festejo desenfrenado y el respeto de Croacia en la premiación, saludable y recíproco entre los dos equipos finalistas, fue el corolario de una jornada llena de emociones, pero que tuvo en Francia al equipo más cerebral, más frío y práctico. El que siempre supo, durante toda la Copa del Mundo, a que jugar, como hacerlo y de que manera llegar al objetivo. Un equipo serio que jugó para ganar la Copa. Y lo consiguió.

Por eso no extrañó que le cediera la pelota en el inicio a Croacia. Que se replegara en su terreno, que se agrupara atrás y apostara a dos cosas: primero al desgaste físico y emocional de un oponente que ya venía con tres prórrogas disputadas (90 minutos en total, amén de los descuentos y el desgaste emocional de dos tandas de penales para definir octavos y cuartos de final); segundo, para aprovechar espacios a sus espaldas y amenazar con los filosos contragolpes de Griezmann y Mbappé.

El plan salió perfecto. En una primera aproximación, a los 18′, un tiro libre muy preciso de Antoine Griezmann pretendió ser rechazado por Mandzukic, pero su desvío fue hacia atrás y se metió en su propia valla. Francia ganaba 1 a 0 en su primera llegada. Llegó el empate de Croacia. Enseguida. Tiro libre abierto a la derecha, el centro de nuevo al medio, Perisic (de gran Mundial) domina, abre a su pierna izquierda y con un remate cruzado, que se desvía en Varane, derrota a Lloris. 1 a 1. Más justo si nos detenemos en la impresión óptica del desarrollo del juego. Pero en el fútbol no se gana sólo con el dominio o la famosa “posesión” del balón. Se gana con eficacia.

Sobre el cierre del primer tiempo, una mano de Perisic que se corroboró con el VAR, le dio el penal a Francia que Griezmann anotaría y empezaría a marcar el rumbo de la final: a los 38′ lograba el 2-1 y así concluía el primer tiempo.

El segundo tiempo tuvo un comienzo similar: Croacia al ataque, con Perisic como principal figura, Rakitic como bandera y la movilidad de Modric para intentar abrir espacios.

Pero chocó con Varane, el más firme de la zaga. Pavard, que había arrancado con errores y dudas, empezó a afirmarse y a mostrar el buen nivel que había lucido a lo largo de la Copa y Umtiti se mostraba más atento. Hernández creció con el partido, tuvo su actuación más destacada del torneo.

Y como Francia había jugado durante el torneo, en una ráfaga definió la final. A los 59′ un contragolpe por derecha, Mbappé que se va, el centro atrás, Griezmann que no puede controlar y el balón que le queda a Pogba. El remate al borde del área grande rebota en Modric, le queda otra vez a Pogba y con un tiro combado vence a Subasic. Francia estiraba el marcador al 3-1 y parecía sellarse el juego.

Por si fuera poco, otro contragolpe letal llegaba enseguida, a los 65′ y esta vez era Mbappé quien con un tiro de larga distancia marcaba el 4 a 1.

La cara y el festejo de unos; la desazón de los otros, presagiaban un final muy anticipado. Sin embargo, en pocos minutos un error grave del arquero Lloris le dio suspenso al partido. Tras recibir de Umtiti, paró la pelota, tuvo tiempo de sacar el despeje fuerte, pero prefirió enganchar ante la presencia cercana de Mandzukic. Tal vez el score abultado, el exceso de confianza, la suficiencia y el error conceptual de no entender que ganaban por 4 a 1 NO por el fruto del juego excelso sino por la eficiencia y la SERIEDAD de como encarar este partido (y todos los que se jugaron). Esa confusión de no recordar como habían llegado a la final y al 4-1, lo llevó al arquero a intentar la gambeta en el área chica ante la presencia del delantero croata: conclusión, se la tocó Mandzukic y la pelot se fue derechito al gol.

Croacia estaba liquidado y el error de Lloris lo puso en partido. Pudo haber sido caro. Pero la defensa se sostuvo, Pogba se hizo dueño del balón y Francia contó con varios contragolpes para aumentar. Mientras Croacia ya no tenía más piernas ni cabeza para intentar el partido. Esa “ayuda” le dio un poco más de decoro al resultado, pero el cuerpo ya estaba entregado. Lo habían dado todo en los tres partidos anteriores de playoff y en los 45′ iniciales de la final. Ya no había fuerzas ni pensamientos para buscar la hazaña.

Francia gritó Campeón del Mundo por segunda vez en su historia. Y ya tiene 3 finales en los últimos 20 años. Empezó a sembrar su camino. A entender el juego. A enterrar para siempre la pavada que algunos le endilgaban en cuanto a su temperamento. Si algunos dudaban, si otros aún sostenían esa idiotez de “pecho frío” tendrán que empezar a revisar sus fundamentos. En todo caso, tendrán que aplaudir esta Francia fría y calculadora. Si a aquella del fútbol champagne la acusaban de flaquear en momentos claves, acepten entonces a esta Francia dura y eficaz.

Ganó Francia y está muy bien. Derrochó actitud, compenetración, velocidad, buen fútbol por momentos y fue un equipo muy serio. Muy serio. Cuando salió del camino estuvo a punto de volcarse en la banquina: Ante Argentina creyó que el partido estaba cerrado cuando aún restaban 15′ y sacó a Griezmann y Mbappé. Era para golear y estuvo cerca de pagarlo caro. En la final, el error de concepto de Lloris. Con un equipo descansado, entero, también pudo salir caro.

Pero fueron dos equivocaciones (quienes no las tenemos?) que se pudieron disimular y corregir. Por lo demás, Francia fue un grandísimo campeón, con figuras como Varane (destacadísimo), Pavard, Hernández, Kanté, Pogbá, Griezmann, Mbappé y el enorme sacrificio de Giroud por la causa. Con una conducción decidida de su DT, Didier Deschamps y la planificación a medida de cada encuentro.

Otro día de gloria ha llegado. ¡Salúd Francia! ¡Salúd, Campeón!!

 

Hernán O’Donnell  

Croacia encontró el tesoro que creía perdido

Cuando Trippier metió ese golazo a los 5′, de tiro libre, con un remate bien ejecutado, parecía que a Croacia le iba a costar mucho. Es verdad que el partido recién se iniciaba, pero la imagen que se empezó a construir a partir de ese momento era la de un equipo que controlaba el juego (Inglaterra) y otro que no encontraba su posición en la cancha.

Fue un primer tiempo donde Croacia no se pudo acomodar. No podía elaborar juego, no se asociaban loas dos figuras (Modric Y Rakitic) y no tenía claridad para atacar. Inglaterra parecía que controlaba incluso con suficiencia. Y un momento clave fue la situación que no supo aprovechar Harry Kane. Primero lo tapó bien Subasic, pero el rebote no lo usufructuó: demoró el remate, se acomodó en una mezcla de suficiencia y timidez y se demoró un instante fatal para que el arquero croata y el poste le impidieran el segundo gol.

En esa jugada se desnudó una limitación que a veces surge en los equipos, en partidos decisivos: el miedo a ganar. Así como Alemania destrozó a Brasil en la semifinal de la Copa del Mundo de la FIFA-Brasil 2014 y liquidó al local por 7 a 1, donde convirtió en las primeras tres llegadas sin perdonar ni ruborizarse, en este partido pareció que a Inglaterra le faltó determinación. No tuvo instinto asesino. Vio sangre y no se animó a liquidarlo.

De a poco se metió atrás. Y Croacia, que había estado muy desordenado, de a poco se empezó a acomodar en el partido.

En el segundo tiempo, Croacia vio que si se animaba, lo igualaba. Entonces fue. Con fútbol y vergüenza deportiva. Soltó a Perisic, a Vrsaljko por derecha, se adelantó Modric, se multiplicó Rakitic y Lovren se agigantó en el fondo.

A los 67′ un centro desde la derecha fue aprovechado por Perisic, quien se anticipó con la pierna levantada a la cabeza de Walker (en el límite de la jugada peligrosa) y empató el partido.

A partir de allí, se agigantó Croacia. El gol le dio un empuje, una fuerza y un optimismo que lo llevó a dominar el partido. lo tuvo Perisic, y el poste le dijo que no. De contra lo tuvo Lingard, pero su remate fue desviado. Y el partido se volcó hacia un sólo lado. Croacia apretó e Inglaterra se petrificó. Lo pudo ganar en los 90′, pero el partido ya tenía un dominador.

Croacia no se detuvo y a los 109′ Manzukic sentenció la serie, tras una habilitación de Perisic y un quedo tremendo en la defensa inglesa. Y, tal como aprendieron la mayoría de los equipos del mundo, ya no se jugó más. Porque cada interrupción era motivo de un freno a la continuidad del juego. Si era a favor de Inglaterra, croacia no dejaba reanudar. Si era a favor de Croacia, se demoraba hasta el límite en retomar el juego. Todo se hizo cortado, interrumpido, enfriado. Sucedió en Francia-Bélgica. Pasa en todos los partidos del mundo.

Croacia parecía que se perdía en el mar de la semifinal. Pero entre el pecado de Inglaterra y su fe renovada cuando vio que el partido podía ser, soltó amarras, derrochó optimismo y se la jugó hasta que encontró el tesoro que parecía haber perdido al comienzo del partido.

 

Hernán O’Donnell 

Francia ganó la batalla de San Petersburgo

Y el apelativo a la “batalla” no está referido a un partido luchado o combativo; no. Está vinculado a la intensidad, a la gran entrega de los equipos, a la experiencia física y futbolística que propusieron Francia y Bélgica en la primera semifinal de la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018. Un partido tremendo, intenso, emotivo, maravilloso. Inolvidable. Jugado con todos los valores que este deporte puede ofrecer. Por eso lo definimos como una “batalla”. O aunque cualquier otro nombre que se acerque al grado de intensidad y ritmo que tuvo este juego, le va a quedar muy bien.

Al minuto de juego, avisó Francia. Salió como un rayo por derecha Mbappé, una de las grandes figuras de la noche, y sacudió a la defensa belga. A partir de allí, el torbellino de emociones no se detendría.

Bélgica se ordenó con línea de cuatro, pero con el detalle de tener a Feralini bien cerca de Pogbá, para tapar el inicio del juego francés. Después, trataba de armar juego a partir del talento de Hazard, De Bruyne y la potencia en atque de Lukaku.

Del otro lado, el esquema clásico que propone Didier Deschamps. Lloris (de notable actuación), Pavard (eficaz e inteligente como siempre), Varane, Umtiti (ambos de gran segundo tiempo) y Hernández (El Lizarazu de este equipo); Pogbá, Kanté y Matuidi; Mbappé, Giroud (de enorme sacrificio) y Griezmann. Los que no mencionamos entre paréntesis fueron claves en el desarrollo. Los tres volantes para manejar el juego. Mbappé para asustar en cada aparición. Griezmann para conducir los contraataques y la pelota parada.

En ese contexto, Bélgica tuvo un poco (sólo un poco) más de dominio en el primer tiempo. Pero en cada situación que tuvo, apareció Lloris. Y cuando Pavard surgió sólo para convertir, estuvo Courtois. En la noche de Rusia, los arqueros mostraron un altísimo nivel.

En el inicio del complemento, llegó la definición. Iban sólo 50′ y el corner desde la derecha que ejecutó Griezmann fue muy bien aprovechado por Umtiti que le ganó en el salto a Ferlaini y de cabeza marcó el gol que definió el partido.

A partir de allí, el drama, la gloria y todo lo que encierra un partido definitorio. Bélgica que no se rendía, el ingreso de Mertens y carrasco para darle más aire por los costados. Francia que se empezó a replegar y a regular los tiempos. Firme Varane para conducir a la defensa. Atento Pavard para marcar y salir. Inteligente Kanté para cubrir todos los espacios. Y el sacrificio de todos.

De contra, Francia pudo ampliar el marcador. Una genialidad de Mbappé lo dejó solo a Giroud, pero su remate de zurda fue tapado por Alderweireld. Después, un contraataque que Tolissó quiso definir, pero se encontró con Courtois. Y al final, otro remate de Griezmann que contuvo el arquero belga.

Claro que Bélgica apretó mucho después de sufrir su gol; pero siempre encontró una pierna de la defensa francesa que interrumpía su camino. Y, si no, estaba Lloris, de magnífica labor.

Francia se quedó con la batalla de San Petersburgo. Le costó muchísimo, pero supo trabajar el partido, enfriarlo al final, cortarlo, dormirlo y asegurarlo. Había marcado la diferencia y se aferró a ella para cumplir el sueño de jugar la final.

 

Hernán O’Donnell