Brasil se llevó el Superclásico en la última bola de la noche

La Argentina sorprendió en el primer tiempo. Porque rompió con los papeles y las especulaciones previas. Si todo hacía suponer que iba a ser un equipo de menor envergadura que Brasil, si la “cátedra” marcaba diferencias entre los planteles, si los “entendidos” manifestaban distancias marcadas entre uno y otro equipo, el conjunto de Lionel Scaloni se encargó de achicarlas, de disimular las diferencias y planteó un partido de igual a igual, con una postura que respeta lo que pregona el entrenador y una intención acorde a la historia de la camiseta.

La selección se plantó en Arabia Saudita, tierras lejanas y extrañas para una nueva versión del “Superclásico de las Américas”. Se posicionó en ataque y fue a presionar a Brasil hasta las barbas del arquero Allison. Sabía Scaloni que Brasil intenta jugar de todos lados, y lo fue a  ahogar. Dybala, Correa, Icardi, el propio Lo Celso, estaban encima de Danilo, Marquinhos, Miranda, Filipe Luiz…Ahogaban y buscaban. A los 7′ tuvo una situación Lo Celso con un remate de afuera del área. A los 27′ la más clara fue para Brasil: A Miranda lellegó un centro pasado, y cuando su remate vencía a Romero, apareció Nicolás Otamendi para salvar desde la línea. Y sobre el cierre, un tiro libre de Paulo Dybala se fue muy cerca.

El primer tiempo, de todas maneras, había sido discreto. Con esas pocas emociones, muy lento ritmo de juego, muchas precauciones y pocas rebeldías. No hubo lugar para la aventura ni la creatividad. Se asumieron muy pocos riesgos y se pensó más en contener que en crear. Aún así, la Argentina mostró una cara positiva, basada en la concentración y el compromiso con el juego. Brasil, con el paso de los minutos, se hizo dueño de la pelota y del dominio del juego. Controló las acciones y manejó el balón con cierta monotonía, avanzó en el campo y lució ofensivo. Pero no pudo quebrar la resistencia argentina, a pesar de la movilidad de Neymar, Gabriel Jesús y Roberto Firmino.

Esa imagen dejó Brasil en los últimos 20 minutos de la primera etapa. Más fuerte en la ofensiva, con mayor posesión del balón y con la amenaza latente hacia el arco de Sergio Romero.

Los primeros 10 minutos de Argentina fueron para entusiasmarse. Sumó llegadas a partir de los encuentros entre Martínez, Correa, Icardi y Lo Celso. Después, se quedó. Y terminó envuelto en el dominio de Brasil, que no tuvo un vuelo alto en lo futbolístico, pero sí encontró llegadas a partir de la movilidad de Arthur en la gestación, la velocidad de Neymar por izquierda y las combinaciones de Gabriel Jesús y Roberto Firmino por el medio.

Siempre sucede en estos partidos: la multiplicidad de cambios desdibuja a los equipos; se empiezan a resquebrajar las estructuras y los partidos en sí mismo pierden intensidad. El Superclásico no había sido un encuentro deslumbrante, pero las variantes no lo ayudaron. Y la selección también empezó a caer en dificultades, lógicas en un equipo en formación.

Así, el arco de Allison le quedó cada vez más lejos. No pudo acercarse, a medida que los minutos pasaban llegar al gol era cada vez más complicado. Y Brasil sumó aportes: una llegada franca de Richarlison (había ingresado por Gabriel Jesús) que no pudo concretar; un tiro de Casemiro que se desvío en la barrera y estuvo cerca de vencer a Romero. Un remate que Otamendi quiso despejar, y casi se trasnforma en gol en contra…

Tanto fue, que en el minuto 92 llegó el mazazo que significó la apertura del marcador;: corner desde la izuiqerda de Neymar, Miranda gana de cabeza y vence la resistencia de “Chiquito” Romero. 1 a 0 con el final tan cerca, cuando los penales asomaban hacia una posibilidad cierta…

Una pena perderlo al final, pero comprensible por el desarrollo del juego y por los antecedentes que traían los equipos: uno (Brasil), formado, preparado, con un trabajo que comenzó hace varios años y la presntación de sus jugadores más afamados y destacados. El otro, el nuestro, en un inicio de ciclo, renovado, con ausencias importantes y la búsqueda de un nuevo equipo y su funcionamiento.

Entonces, si tomamos estos argumentos, la derrota, que siempre duele y mortifica, se puede digerir mejor. La Argentina está a la búsqueda de un nuevo equipo, y el camino se ve al andar.

 

Hernán O’Donnell