Para Deontay Wilder y Tyson Fury, el combate ya empezó.

El combate ya llegó, hace rato. Empezaron a pelear mucho antes de que suene la primera campana, prevista para el 1 de diciembre en el mítico Staples Center de Los Angeles, California.

Pero la contienda comenzó casi desde el momento en que se anunció. Los dos son pesados, invictos, y tienen buenas perspectivas por delante. Deontay Wilder es una de las grandes figuras del boxeo que ya viene: fue presentado en el número 218 de “Ring Side” de Abril de este año, tras su magnífica victoria sobre el cubano Luis “King Kong” Ortíz. Estaba perdido, parecía que sucumbía ante la potencia del cubano. En el 10mo asalto sacó una andanada de golpes que demolió a Ortíz y alcanzó su consagración ante el gran público en aquella tremenda noche del 3 de marzo de este año en Brooklyn.

Su vida está contada en las páginas de aquella edición de nuestra revista, pero un detalle nos lleva al hilo de este combate. Tras aquella gran pelea, el futuro se le abría en sus manos; y mientras todos apostaban (apostábamos) por un choque estelar ante Anthony Joshua, decíamos que Wilder podía pensar y elegir. ¿Sumarse a las filas de Golden Boy? ¿Una tercera pelea ante Stiverne? ¿Tal vez Tyson Fury? “Depende de Fury”, decíamos entonces, “si decide meterse una vez más en el ruedo”…

Fury se decidió y va a a enfrentar a “El Bombardero”. El inglés sufrió una suspensión por consumo de cocaína y su carrera estaba muy alejada de los cuadriláteros. Le retiraron los títulos y el propio boxeador admitió que su vida había entrado en un tobogán, dominado por las drogas y el alcohol, con raptos de depresión y desvinculado del boxeo. Se quedó sin los títulos del peso pesado de tres organizaciones WBA, IBF y WBO al vencer al ucraniano Wladimir Klitschko por puntos, en fallo unánime: 116-111, 115-112 y 115-112, en Dusseldorf, Alemania.

Pero esa noche quedó muy atrás y Fury fue consciente que debía dar un paso adelante para poder iniciar la rehabilitación. El mundo lo había descubierto en una noche memorable, y en poco tiempo se hundió en el pantano de las drogas y el olvido. Nadie supo mucho más de él, como tampoco advirtieron la aparición de semejante pugilista.

Pero, ¿Quién es Tyson Fury?

Nació en Irlanda el 12 de agosto de 1988. Epoca dominante del gran Mike Tyson, su nombre se relaciona con el momento de esplendor del fenómeno estadounidense. Su padre, John Fury incursionó en el boxeo durante algunos años. Había sido amateur y en 1987 se hizo profesional, hasta retirarse unos años después, en 1995.

Al hijo lo bautizaron “The Gypsi King”, el “Rey Gitano”, por su origen, ya que su familia mantiene una larga tradición de gitanos. Su infancia la recuerda dura, con múltiples discusiones y problemas domésticos. Su padre tuvo varias mujeres y de cada una de ellas, nacieron hermanos de Tyson. La vida gitana lo hizo adaptarse a lo que definió como “una vida distinta a los de los demás. Puedo vivir en una casa, un omnibús o una tienda. No me influye.

Tuvo vaivenes para meterse en el mundo olímpico  No pudo representar a Irlanda, pero sí a Gran Bretaña por antepasados con orígenes en Belfast, Irlanda del Norte. Llegó a un récord de  31-4 (26 KO’s) en el plano amateur.

Dos hechos importantes iban a marcar su vida a fines de la década pasada: se hizo profesional (en rigor de verdad, su primer combate rentado lo hizo en Diciembre de 2008 en el que noqueó a Bela Gyongyosi)  y al año siguiente, contrajo matrimonio.

Paseó su boxeo por todas las ciudades de Inglaterra: Nottingham, Wigan, Norwich, Birmingham, Londres, Watford, Manchester… y acumuló knock outs en seis presentaciones consecutivas ante Marcel Zeller, Daniil Peretyatko, Lee Swaby, Matthew Ellis, Scott Belshaw, Aleksandrs Selezens

Cruzó a Irlanda para combatir en Dublin y cuando creció dio un salto importante: En diciembre de 2013 venció a Steve Cunningham en el célebre Madison Sqaure Garden de New York, para ganarse, en esa eliminatoria mundialista, el derecho a combatir por el Título Mundial de Peso Pesado de la Federación Internacional de Boxeo (FIB).

El ascenso se hizo irresistible hasta llegar al momento sublime, al pináculo de su carrera: la noche en que destronó a Wladimir Klitschko. La noche que lograría tres cinturones de un valor descomunal: nada menos que los que representan al Campeón Mundial de Peso Pesado de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), Organización Mundial de Boxeo (OMB) y Federación Internacional de Boxeo (FIB).

Invicto y Rey del mundo. Todo parecía estar a sus pies.

Sin embargo, en seguida llegarían los problemas tras la noche de gloria. Primero, las declaraciones: polémicas, provocativas, que le valieron un sinfín de reproches.

Un problema médico, diagnosticado como trastorno maníaco depresivo, le tendería una trampa. Esa situación lo llevó al consumo de alcohol y drogas, que derivarían en una notoria desmejora física (llegó a aumentar más de 40 kilogramos) y un deterioro en su condición que le impedía defender sus títulos o llegar una buena preparación para volver a enfrentar a Klitschko.

Entonces tomó la valiente decisión de renunciar a sus coronas para emprender el camino de la reconstrucción. Sabía “El Rey Gitano” que debía internarse para poder superar sus adicciones, recuperar su forma física y comenzar el proceso de la reconstrucción.

“Pienso que es justo mantener activos los títulos. Por el bien del boxeo y para permitir que otros pugilistas puedan luchar por los cinturones vacantes que gané y pude mantener invicto”, dijo en aquel momento.

Tocó fondo. Admitió el consumo de cocaína, reconoció que pensó en quitarse la vida y hasta afirmó que “alguien lo haga antes que yo lo haga por mí”, en una declaración fuerte, escalofriante, dolorosa.   Y volvió. Contra todos los pronósticos. Se metió en la recuperación a fondo, bajo de peso tras una dieta dura y rigurosa que le planteó el nutricionista Greg Marriott, , lució una nueva figura y  volvió al ruedo tras más de dos años y medios de ausencia: El 9 de junio de este año pudo vencer a Sefer Seferi en el Manchester Arena, luego de que el rincón del albanés arrojara la toalla en el cuarto round, cuando las cosas se habían puesto muy difícles y no se sostenía en ningún argumento para llegar a los 10 asaltos pactados. El mundo del boxeo lo tenía otra vez como uno de sus habitantes.El 18 de agosto derrotó a Francesco Pianetta y ya consiguió el boleto de regreso a las grandes marquesinas: enseguida se habló y concretó su pelea ante el ascendente Deontay Wilder, una de las grandes figuras del presente y del futuro de los pesos completos.

 El combate será el 1 de diciembre en el Staples Center de Los Angeles. Pero podríamos decir que ya empezó. Que el ambiente se ha calentado con los primeros encuentros promocionales. En Londres, por ejemplo, abundaron las amenazas, los insultos, las agresiones, en lo que debió ser una conferencia de presentación y terminó en medio de empujones y bravuconadas.

Alli está “El Rey Gitano”. Recuperado y encendido, cuando el mundo había comenzado a olvidarse de él. Con una nueva oportunidad que le da la vida, un desafío mayúsculo y la sortija que aparece otra vez en su horizonte, reflejo de su nómade, agitada y cambiante vida.

 

Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)