Argentina hizo valer su jerarquía individual y colectiva para armar una goleada sobre Ecuador

A los 19′ llegó el corner desde la izquierda, Lucas Alario se elevó en un ramillete de futbolistas en la zona del punto del penal, esa ubicación preferida de los cabeceadores cuando llegan los centros de pelota quieta para poder conectar con potencia y una distancia adecuada, y su golpe con la frente encontró la salida apurada de Ortíz, arquero de Ecuador y abrió el marcador en Elche, España.

Argentina se ponía 1 a 0 y abría (o cerraba) el partido.

El equipo de Scaloni se liberó; había pasado una pequeña zozobra con el tiro libre de Sornoza a los 5′ de juego, que se desvió por la barrera y pasó muy cerca del travesaño. Luego, Ecuador casi no tuvo llegadas.

El balón fue propiedad de Argentina. El control exclusivo era de Leandro Paredes, quien distribuía por todo el campo. Atrás tocaba con Pezzella y Kanemann, por afuera buscaba a Acuña y Ocampos, por adentro se asociaba con De Paul o Alario…Argentina se adueñó del partido y empezó a sumar goles. A los 26′ llegó el segundo, Acuña recibió solo por izquierda, entró al área. intentó sacar un centro y su remate se desvió en Espinoza, para entrar al arco de Ecuador y sellar el 2 a 0.

Poco proponía el equipo de Jorge Célico. Le costaba mucho tener la pelota, menos podía progresar en el campo, y quedaba sometido al ritmo de Argentina. A los 31′ llegó el tercero. Desborde de Acña, centro al área chica, Martínez entraba para definir, y el zaguero Aimar lo taló en los tobillos. Claro penal que convirtió Paredes, tras una pequeña discusión con Martínez, quien quería patearlo, hasta que se zanjó la diferencia con el gol del volante central y el posterior abrazo entre ambos.

Sin mayores inconvenientes, el primer tiempo se cerró con el 3 a 0 para la albiceleste.

En el complemento, la Argentina se distrajo unos cuantos minutos. Tal vez porque no se acomodó rápido a los cambios, o porque el resultado de modo inconsciente lo relajó, lo cierto es que Angel Mena clavó un hermoso tiro libre al ángulo superior izquierdo que sorprendió a Marchesín, a los 48′ y achicó la diferencia a 3-1. Dybala había entrado por Martínez, luego Nico Domínguez por Alario y la Argentina pasó a jugar sin un “9” claro de referencia, aunque el delantero de Juventus era quien más aparecía por ese lugar.

Se retrasó la Argentina y dividió el balón. Le costó quince minutos acomodarse al segundo tiempo. Perdía en la mitad de la cancha. la defensa extravió la solidez y se repitieron algunas infracciones y amonestaciones para los hombres del fondo. No se parecía al equipo de la primera parte, hasta que a los 65′ llegó el gol de Pezzella de cabeza tras un tiro libre y el 4 a 1 ya fue liberador.

Ahí la Argentina sintió lo mismo que en el primer tiempo, cuando abrió el marcador y empezó a acumular goles de diferencia. Que el resultado no corría ningún peligro, a los sumo habría que acertar cuál iba a ser el marcador final, por cuántos goles se llevaría la victoria. Y fue decidido al ataque, a meter al rival en su arco y jugar lo más alto posible.

Ingresaron Vargas y Guido Rodríguyez en la mitad de la cancha, Saravia en el alteral derecho, Balerdi por Pezzella en el rol de primer zaguero central…Argentina tenía el momento para probar futbolistas.

Y al final, aceleró y alimentó una goleada por peso específico.

Una hermosa jugada colectiva derivó en un centro atrás para la entrada de Nicolás Domínguez, quien sacó un remate muy bien ejecutado de arriba hacia abajo, bien pegado al palo derecho y a los 81′ la “Albiceleste” se estiraba al 5 a 1.

Y no sería lo último. Una jugada por derecha, el rebote en Ortíz y desde un ángulo muy cerrado Lucas Ocampos pudo convertir el sexto gol argentino. Iban 85′ y el 6 a 1 sería el marcador definitivo.

La Argentina armó una goleada sostenida en una buena actuación colectiva e individual ante un adversario de tono menor. No es para descorchar ni creer que es la primera potencia del mundo; la medida del rival también pesa en el análisis del partido. Pero tampoco es para despreciar. Debía ganar, quizás hasta con una buena diferencia, y lo hizo. Cumplió con creces lo que le pedía el compromiso. Estuvo más que a la altura. Dejó mucha cosas buenas, positivas. Y, la más importante, el equipo se arma desde lo grupal y lo individual, sin pausas en un crecimiento constante que alimentan la ilusión de la patria futbolera.


Hernán O’Donnell