Shelly Finkel, una vida dedicada al boxeo

Cuando entró al mundo del boxeo, ya tenía un largo recorrido en el mundo empresarial. Tenía años de trabajo comercial, había desarrollado una larga carrera en el mundo de la música, manejado grupos, conjuntos y solistas y allá por 1978 comenzó su trabajo en la actividad pugilística con la organización de algunos combates amateurs y un apoyo explícito al “Golden Gloves”, nombre de los torneos anuales amateurs que se organizan en Estados Unidos.

Nació el 27 de junio de 1944 en Brooklyn, Nueva York bajo el nombre de Sheldon Finkel, pero muy pronto su apodo “Shelly” le ganó la popularidad a su nombre real. En ese condado pasó su infancia, y más tarde se mudó al Upper East Side de Manhattan, donde estableció un feliz hogar junto a su esposa Beth Rosenthal, con quien se casó en 1976 y tuvo tres hijos.

Se dedicó a la promoción de grupos musicales como Vanilla Ice y tuvo años dorados en el negocio de la música. Comenzó a trabajar en el famoso festival de San remo, y pronto se ganó un lugar importante en la música. En 1973 organizó el “Summer Jam” en Watkins Glen, donde reunió a 600.000 personas. En este concierto tuvieron lugar bandas como The Allman Brothers y The Grateful Dead. Ingresó al Libro Guinness de los Récords por tener la convocatoria más grande en un festival pop». Lo hizo en asociado a Jim Koplik. 

Con el tiempo, sumó a grupos de gran celebridad como The Doors, The Who, Jimi Hendrix y Janis Joplins.

Pero siempre tuvo un amor inocultable con el boxeo. Su infancia se había alimentado con las historias de grandes campeones: Sugar Ray Robinson, Gene Fullmer, Carmen Basilio, entre muchos otros, eran grandes protagonistas de las peleas que solía ver con su padre, los viernes por la noche. La pérdida de su progenitor lo llevó a tener empatía con los jóvenes que atravesaban la misma situación, el mismo dolor. Por entonces, Shelly tenía sólo 13 años y debió abordar la vida solo, hacerse fuerte y emprender la supervivencia como un “self made man”, denominación que se usa tanto en Estados Unidos para definir a los emprendedores, a los luchadores, a aquellos que forjan un destino a base de sacrificio y esfuerzo.

Pero esa situación lo había marcado mucho. Sentía empatía por los niños que perdían de muy chicos a sus padres; aún cuando tenía sus tres hijos pequeños, se hizo amigo de un vecinito que sólo tenía 7 años y había perdido a su padre. Esa fue la llave del ingreso de Shelly al mundo del boxeo.

Comenzó a llevarlo a los festivales de los Golden Gloves, y allí advirtió a Alex Ramos, quien cambiaría su vida, pues con él ingresó al mundo del boxeo, tras algunos años de apoyo y promoción al mundo amateur. Tomó la conducción de Alex Ramos, su primer pugilista en el campo rentado. Eso fue en 1980, cuando decidió incursionar en un mundo alto competitivo. Ramos había sido cuatro veces campeón de los Golden Gloves a fines de los ’70, donde reinó en el peso mediano, lo que le permitió ingresar en el hall de la Fama de Nueva York de los Guantes de Oro.

Con él, Finkel comenzó su carrera de manejador. Luego sumó a Tony Ayala, Jr., Johnny Bumphus y ​​Mitch Green y Tony Tucker.

En 1984 fundó la empresa “Main Events” junto a Lou Duva, y sumó boxeadores de alta jerarquía: Mark Breland, Evander Hollyfield, Pernel Whitaker, Tyrell Biggs, Manny Pacquiao, Robert Guerrero, Fernando Vargas, Lamont Peterson y Meldrick Taylor. Pero su gran estrella fue Mike Tyson, el hombre más importante que haya conducido en una época de oro para el hombre de Brooklyn.  

Unos años después sumó a la estrella de fines de los ’80 y gran parte de los años ‘90: Mike Tyson; con él organizó muchos festivales que dieron inicio a al fenómeno de los eventos por pago, cuyo crecimiento en esos años fue muy marcado. La pelea más grande fue la de  Mike Tyson vs Michael Spinks, celebrada el 27 de junio de 1988, que alacanzó a ser la pelea de mayor recaudación en el sistema per pay view por esos días. En 1990 fue elegido como el Manager del año por la Asociación de Periodistas de Boxeo de Estados Unidos, premio que volvió a recibir en 1993, en un reconocimiento a su larga década en ese entonces ligado al mundo del pugilismo profesional. Y en 2010 fue introducido en el Salón de la Fama del Boxeo de Canatosta.

Se alejó, o así lo había anunciado, del boxeo en junio de 2010, para dedicarse al manejo del mundo del deporte a través de la Compañía The Empire, empresa que además promovía espectáculos musicales y otra clase de entretenimientos. Pero no había dejado de todo el pugilismo, su amor de la infancia pues continuó ligado a la promoción de las carreras de los hermanos Klitschko. Tiempo después, dejó la compañía The Empire para continuar en el boxeo, donde sumó a Deontay Wilder a su larga cadena de grandes estrellas del cuadrilátero.

Ingresó al Salón de la Fama y expresó su emoción de semejante reconocimiento: “Me siento honrado de compartir este privilegio con grandes del deporte”.

Siempre se mostró cercano a los boxeadores. No siguió el consejo de trabajar pero no “enamorarse” de ellos, de tomar con frialdad una simple relación comercial y profesional; no, para Finkel, el pugilista siempre le despertó una sensación de admiración y empatía que nunca ocultó ni evitó mostrar. Para graficar su admiración por el luchador, solía contar una historia escrita por Jimmy Cannon, en la que relataba la vida de un personaje que trabajaba como mecánico de motores, pero en los ratos libres boxeaba. Y este hombre, cada vez que le preguntaban por su oficio o trabajo, siempre respondía: “Boxeador”.  Nunca decía que era mecánico. Eso es lo que más admira y respeta Finkel: el orgullo del luchador.

Así está hoy en plena actividad. Con el boxeo en la sangre, con las ganas de siempre, con las ilusiones intactas. Vive el presente y el futuro, que indica la planificación del combate desquite entre su boxeador, Deontay Wilder y Tyson Fury. Será el 22 de febrero, y para Shelly será un combate favorable a su boxeador. “No tengo dudas que será para Deontay”, afirmó al Daily Mirror. Después vendrá el combate tan esperado ante Anthony Joshua, pero eso llevará otros tiempos, largas negociaciones, muchas diferencias a limar, resolver la ciudad, el país, el continente…Pero para eso habrá que esperar. Primero está el examen de Las Vegas. Y el manager ya se frota las manos con el nuevo desafío que está muy próximo, en el inicio del año que se acerca.

Porque para Shelly Finkel el mundo no se detiene y lo mejor está por venir.


 Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)