Argentina celebró el Campeonato del Mundo con una gran fiesta y un triunfo ante Panamá

Si alguien aterrizó en la Argentina este jueves 23 de marzo de 2023, jamás creería que este país está sumido en una seria crisis económica, con una inflación altísima, una pobreza creciente, problemas de alta tasa de desempleo, y una importante falta de seguridad. No lo podría entender ni razonar, porque la Argentina vivió una jornada de inmensa felicidad, apoyada en la celebración de la obtención de la Copa Mundial de la FIFA-Catar 2022. La Argentina se vistió de fiesta y, por unas horas, dejó atrás todos los inconvenientes descriptos, para embanderarse detrás de la camiseta albiceleste, y festejar el título con sus ídolos. 
Desde los lugares más alejados del país llegaron en estas horas para ver el partido ante Panamá. Un encuentro que se esperó más por el reencuentro con los ídolos, e incluso con los números musicales que acompañaron durante toda la jornada, que la contienda futbolística en sí. De hecho, Panamá ; llegó a Buenos Aires con muchos suplentes y sin la presencia de su entrenador principal. 
Pero eso no le importó demasiado a la gente. Su interés estaba basado, en exclusividad, por ver a los jugadores argentinos, que les habían regalado una enorme alegría en el último diciembre. Por eso se arrimaron en buena cantidad al predio de Ezeiza, donde se entrena y concentra el seleccionado nacional.

En los alrededores del Estadio “Monumental”, desde las primeras horas del día se acercaron los espectadores. Con el tránsito vehicular cortado desde la noche del miércoles, muchos optaron por acercarse en transporte público, taxis, y otros medios. Las camisetas albicelestes dominaron la mañana de esta zona de Buenos Aires, y se multiplicaron con el correr de las horas. Una buena cantidad de puestos ambulantes de gastronomía se distribuyeron cerca del Estadio, para matizar la espera y abastecer a los concurrentes. Lo mismo sucedió con los vendedores de merchandising de la selección argentina. El amor por el equipo ha crecido hasta límites insospechados. Y todos quieren tener algún atuendo que los identifique con el equipo.
Antes del partido, tocaron artistas locales. Fer Palacio, los Totora, lakonga, y otros, todos músicos y conjuntos de un género popular en el país, llamado “música tropical”. También se proyectó una breve película sobre la conquista de la Copa del Mundo, mientras que el premiado “Tula”, otrora jefe de la Barra de Rosario Central, interpretó el hit “Muchachos”, junto Fer Romero, autor de la letra de la canción que identificó a la hinchada argentina en el Mundial. Y en el entretiempo, Wos, un hombre del trap. Para el final actuó La K’onga. 

Entre todos estos números musicales, hubo un partido. En el que la Argentina fue dominador permanente, pero en el que Panamá hizo un papel más que digno. Si bien se estableció en su campo, no abusó de las faltas, ni provocó largas perdidas de tiempo. Se limitó a su papel, el de ordenarse hacia atrás, y buscar el contragolpe si alguna oportunidad aparecía.

El equipo de Scaloni tuvo el control exclusivo de la pelota y las acciones del juego. Contó con varias posibilidades de abrir el marcador, con dos tiros libres de Messi que se estrellaron en los postes, más varias intervenciones del arquero visitante, que impidieron el grito local. Hasta que a los 77′ Thiago Almada abrió el marcador, y luego, a los 88′, Messi, de tiro libre cerró el partido con un exquisito remate para poner el definitivo 2-0.

Después llegaron los momentos del festejo. La entrega de premios, las palabras, las risas y el llanto de emoción. La alegría y la música. El baile de los Campeones, acompañados por sus familias. Las ovaciones de las tribunas, que al cabo, a eso fueron. A ovacionar a sus ídolos y a festejar el título, más que a ver el partido. A bailar, reír, y gozar. A disfrutar un mimo de la vida.
Fue un día de celebración y festejos. La Argentina, por un rato, olvidó sus problemas, se vistió de fiesta y disfrutó de una conquista que se suma a las ganadas en 1978 y 1986, y será, como aquellas, recordada para toda la vida.                                                             

Hernán O’Donnell