Lo habían criticado mucho tras el partido (y la derrota) ante Portugal en el debut. La Argentina olímpica había caído en su presentación y muchas voces se alzaron contra el crack surgido en San Lorenzo, y algo de razón había, porque en ese encuentro no surgió en todo su esplendor y no le dio todo lo que puede al equipo.
Podía ser un poco injusto y exagerado, por que Angelito Correa no había hecho un mal partido, pero es la exigencia lógica a la super estrella del equipo, al jugador distinto y desequilibrante que siempre te va a dar una mano para superarte.
Contra Argelia apareció Correa en toda su dimensión. Jugó, hizo jugar y marcó el sendero de la victoria.
Después de un primer tiempo deslucido, donde la Argentina no jugó bien y por momentos fue superado por el adversario, el hombre del Atlético de Madrid fue muy importante en el complemento.
Marcó un golazo para abrir el partido; supo aprovechar un rebote y se metió en el área para convertir con un remate cruzado. Luego mantuvo la calma tras el empate de los argelinos. Y habilitó a Calleri con un pase magistral, tras haber dejado a dos hombres en el camino, para que el delantero de Sao Paulo guapeara una pelota y de rebote estableciera el 2-1 final.
El partido no era fácil. Había sido expulsado Víctor Cuesta y todo se hacvía cuesta arriba; además existía la presión por ganar; no se podían dejar puntos, sino la clasificación iba a estar muy complicada. Todo era difícil. Y por si fuera poco, el rival dominaba, tenía más la pelota y generaba peligro.
Entonces apareció él. El ángel de la selección olímpica. El ángel que el equipo esperaba para mantener el sueño y la ilusión en estos Juegos Olímpicos.
Hernán O’Donnell