Una noche que quedará en el olvido

En la encuesta que desarrollamos y organizamos para la Revista Ring Side, opinamos que ganaría Canelo Alvarez por decisión unánime. Encontrábamos argumentos para sostener esta hipótesis: Canelo atrevasaba (atraviesa) el mejor momento de su carrera, había crecido mucho en los últimos años, su última (entonces) pelea, ante Smith, la había ganado con un buen knock out y una actuación convincente, se lo veía asentado, prolijo y dominante en el ring, mientras que “El hijo de la Leyenda” tenía una carrera con altibajos, suspensiones por dóping y si bien el peso lo favorecía y había dado muestras de tener absorción a los golpes, pegada dura y agallas, no alcanzaría para sostener el combate ante un boxeador de mayor jerarquía.

Fue un poco lo que sucedió. No es este un ejercicio de jactancia ni de adulación personal. Hubiéramos preferido que salga otra pelea, que también la imaginábamos, más pareja, con más emociones, con mayor intensidad. Hubierámos preferido equivocarnos, que no resultara un dominio tan marcado, tan pronunciado, que no hubiera habido tanta diferencia entre uno y otro pugilista.

El problema es que Chávez Jr no mostró nada de lo que podía ofrecer, sólo su gran capacidad de asimilar golpes, de no derrumbarse; su “aguante”, al cabo. Pero nada más. Por eso salió como lo suponíamos, pero de modo mucho más acentuado. Es decir, el dominio y la superioridad de Saúl Alvarez fue constante, permanente, ininterrumpido. No hubo ni un sólo atisbo de algo que pudiera ofrecer Chávez. Por eso, ni siquiera tuvo algún momento de equivalencias. Imaginábamos la pelea que fue, pero con algo más de Chávez; algún momento suyo, algún round que lo favoreciera, algún acto de rebeldía…nada. En el concepto que esgrimimos se sintetizó todo el combate.

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El dominio de Alvarez fue total; atacó, dominó y golpeó cuando quiso. No tuvo sobresaltos y además reguló las acciones. Sólo le faltó un golpe definitorio, pero en este caso la capacidad de asimilación de Chávez, único punto a su favor, se lo impidió. Por lo demás, la pelea se volvió aburrida, monótona, previsible. Sin ninguna proyección, a partir del 7mo round ya se adivinaba el final de la película y sólo era cuestión de ver pasar las vueltas para acabar con un encuentro que resultó tedioso. Ya había pasado la victoria de Lucas Mathysse y  el gran choque de semifondo entre David Lemieux y Marco Reyes, en un combate que si bien siempre favoreció al candiense, tuvo ardor, intensidad, emociones…esos choques salvaron la noche. Porque el plato principal, la pelea que tanto se había anunciado y tanto se había promocionado, no resultó más que una sesión de guanteo televisado.

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Hernán O’Donnell