Madrid se llenó de lágrimas argentinas…

A la Argentina le tocó uno de los exámenes más difíciles que se podía presentar: España, una de las mejores selecciones del mundo (La mejor, según Jorge Sampaoli) y en su casa, en Madrid. En el Estadio Wanda Metropolitano del Atlético de Madrid, repleto, colmado en toda su capacidad, con el elenco local que arrastraba un invicto de 17 partidos.

¿Que imaginábamos? Una España dominante, que intentara sacarle el balón a los visitantes y pudiera imponer sus condiciones. Y una Argentina dispuesta a presionar y contestar golpe por golpe. ¿Y que sucedió? Que España mostró un nivel superlativo, que presionó desde el inicio, que metió un ritmo y una dinámica insoportable y que la Argentina quiso sostenerle el diálogo, pero sólo le alcanzó para maquillar una cierta “paridad” durante un rato del primer tiempo. Después vino la tormenta de goles…

A los 11 minutos la presión permanente y sostenida de España tuvo su premio; la robó Andrés Iniesta, combinó con Asensio, este encontró el agujero para habilitar a Diego Costa y el centreforward derrotó a Romero, para marcar el 1 a 0.

Esa España dominante, que se mueve en bloque, que no deja resquicios entre líneas y se mueven en conjunto con no más de 15 metros entre el hombre más atrasado y el más adelantado, sacaba una ventaja merecida. Lejos había quedado la contra de Lo Celso y la jugada de Higuaín que no pudo conectar.

A los 26′ una entrada solitaria de Isco puso el 2 a 0; Caballero, que había ingresado por Romero que se lesionó en la jugada del gol de Costa, nada pudo hacer. A propósito, el cambio debió haber sido por Nahuel Guzmán, quien no ha jugado en los últimos tres años en ningún partido con el seleccionado y no se explica cuando se ganó la confirmación al mundial.

Argentina se animaba, pero ofrecía muy poco. Le costaba llegar, mientras España dibujaba en la cancha.

A los 38 un cabezazo de Otamendi le permitió descontar a la Argentina. Y meterse en el partido.

Era un vendaval España cuando atacaba; pero Argentina no resignaba su idea. Y de a poco se acomodó. Además, los europeos frenaron un poco el ritmo. Bajaron la intensidad. Y sus líneas se separaron un poco. Ahí encontró espacios la Argentina, que con la movilidad de Biglia, las corridas de Meza y el sacrifico de Higuaín buscó equilibrar el juego. Y cerró la etapa con una mejor imagen.

Pero en el segundo tiempo llegó un cachetazo terrible. Iniesta habilitó con un gran pelotazo a Iago Aspas, este combinó con Isco y el remate seco marcó el 3-1 a los 51′. Parecía el final cuando quedaban más de cuarenta  minutos por jugarse. Y la sentencia llegó a los 54′ con Isco y otro remate cruzado que marcaba el 4 a 1…

A los 73′, una salida rápida de De Gea habilitó a Aspas y entró solo a la carrera para marcar el 5 a 1. A los 79′, Isco marcó el sexto. Si Argentina en algún momento estuvo cerca, un par de cachetazos de España lo volvieron a la realidad.

Lo que imaginábamos, sucedió. Pero de forma más pronunciada, más profunda. El ritmo y la presión asfixiante de España fue insostenible para la Argentina. Mejor dicho, lo pudo aguantar un rato en la primera parte. Después se desmoronó y con cada gol quedaba más a la deriva. Un cachetazo duro, doloroso, desmoralizante. La Argentina en medio de la construcción, con el equipo en formación, en una etapa de consolidación de la idea, se encontró con un rival hecho y derecho, que es serio candidato en la Copa del mundo de la FIFA-Rusia 2018, y que le clavó seis estiletazos que fueron puñaladas para la ilusión.

 

Hernán O’Donnell