Terence Crawford, el nuevo ídolo de América

El juego de dados transcurría en calma; como toda competencia lúdica, cuando el dinero está en juego y el alcohol levanta temperatura y caldea los ánimos, el ambiente empieza a transformarse, y la serenidad le deja lugar a una atmósfera más espesa, donde el aire se vuelve tenso y cualquier chispazo es una excusa para alterar los ánimos.

En ese mundo estaba Terence Crawford, en pleno juego de dados cuando una bala fue directa a su cabeza, rozó su cráneo y rebotó. Pudo ser el final, pero el hombre está hecho de sangre y coraje, y se subió enseguida a su automóvil para ir a un centro hospitalario a hacerse atender.

“En el año 2008 me pegaron un tiro en la cabeza, tras un juego de dados. La bala rebotó en mi cráneo y cayó. La ventana modificó el recorrido de la bala, que giró en lugar de ir derecho y me subí al auto y conduje hasta el hospital, no me iba a quedar quieto” recordó un tiempo después.

Ya había hecho su debut profesional y contaba con unas cuatro peleas. Pero ese altercado, en medio de los códigos nunca del todo claros del mundo pandillero lo hizo reflexionar.

Pudo ser el fin. Pero, fue el principio de todo. “A partir de allí, la vida ha sido muy buena conmigo”, aseveró. El camino sería algo similar a un sendero de rosas, con espinas por supuesto, pero lleno de éxitos, que lo llevarían a un sitio reservado para elegidos.

Su carrera amateur fue corta y sin mayores distinciones, pero el camino profesional que se abrió a partir de ese incidente fue más que interesante.

Debutó el 14 de marzo de 2008 y noqueó en el primer round a Brian Cummings en una presentación estelar en el Athletic Club de Denver, Colorado. Admirador de Sugar Ray Leonard y el propio Floyd Mayweather, comenzó a delinear un estilo propio, sin un entrenador fijo en su esquina. “Tengo un entrenador para los movimientos de piernas, otro para los golpes de ataque, otro para la defensa. Creo que es lo más conveniente. Si tienes un solo entrenador, se le pueden perder muchas cosas” afirmó con naturalidad. Las variantes fueron una característica en su carrera. Siempre se mantuvo en el B&B Boxing Academy en Omaha, Nebraska. “Siento que aquí estamos todos en el mismo camino; cada entrenador merece una oportunidad y yo creo en ellos como ellos confiaron en mí”, explicó sobre su permanencia en su ciudad natal.

A partir de aquel debut, enhebró una serie de victorias que no se interrumpieron aún. Cuando llegó a su triunfo número 20, ante Breidis Prescott en Las Vegas, el mundo empezó a posar los ojos sobre él. Había logrado una victoria importante, en una cartelera llamativa y en una ciudad boxística por excelencia. Hasta ese momento, sus victorias se encadenaban en silencio, lejos de las grandes luces y los célebres escenarios.

Eso fue en 2013; al año siguiente consiguió su primer título Mundial: fue en Glasgow, Escocia, ante el local Ricky Burns y obtuvo el título Mundial ligero de la Oragnización Mundial de Boxeo (OMB).

En su primera defensa noqueó al boricua Yuriorkis Gamboa, y ya las primeras planas comenzaron a ocuparse de él.

En 2015 vence a Thomas Dulorme y obtiene el Título Mundial Superligero de la OMB; sería el primero de los cuatro, lo que lo ubicaría en un pedestal difícil de alcanzar. En esa actuación lució veloz, fuerte y muy eficaz en los contragolpes. Cada intento de Dulorme era replicado enseguida con combinaciones muy bien elaboradas.

Comenzaría aquí la seguidilla que lo encumbraría en lo más alto del orden internacional. “Bud” Crawford se metería en las grandes carteleras y desafiaría récords que lo llevaran a donde se ubica hoy: en la cúspide del boxeo internacional.

Luego de dos defensas, vendría una de sus más resonantes victorias: ante el ucraniano Viktor Postol, quien había logrado un gran triunfo ante Lucas Matthysse y se había consagrado ante el gran público.

“Bud” se tomó muy en serio ese desafío: “Es un honor pelear en Las Vegas, una ciudad de tantas peleas históricas, y tantos pugilistas que dejaron su firma. Siento la misma emoción que sentí cuando me presenté en el Madison Square Garden. Me gané esta posibilidad. Trabajé mucho para obtenerla, pero debo estar muy concentrado para poder ganar”, afirmó cuando llegó el momento del combate.

Esa noche ante Postol, Crawford conquistó el título Mundial Superligero del Consejo Mundial de Boxeo, sumándolo al que ya tenía de la OMB, y también logró el de la Revista The Ring.

Fue una actuación consagratoria, ante un oponente de jerarquía que dejó el invicto en ese combate. Fue inteligente para el planteo, se movió con rapidez y supo armar los contragolpes. Tuvo por el suelo al europeo en el quinto asalto y se llevó el pleito por decisión unánime.

Pero no se detendría allí el camino ascendente. Todavía habría más escalones para ascender. Luego de dar cuenta de John Molina Jr y Félix Díaz, la prensa especializada internacional lo llenó de elogios. Lo subieron muy rápido a la galería de los mejores libra por libra y reclamaron gustosos un enfrentamiento con Manny Pacquiao.

Sin embargo, Crawford les tendría reservada una sorpresa. Tenía una noche más para gritar un nuevo record. Sería una noche consagratoria: el 19 de agosto pasado ante Julius Indongo sumaría a los dos títulos que tenía, dos cinturones más: el de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y el de la Federación Internacional de Boxeo (FIB).

Cuatro cinturones de una categoría. Hay que retroceder hasta la época de Bernard Hopkins para encontrar una maravilla semejante.

“Me siento muy afortunado de llegar a esta posición”, señaló Crawford, tras ese combate. “Le agradezco a Bob Arum y Top Rank. Siento la bendición y la humildad de ser el campeón indiscutido del mundo. Significa todo para mí. Soy el único que puede decir que es el campeón indiscutido del mundo, y eso es grandioso. Ningún boxeador puede afirmar que no tiene rival en su división de peso”.

Pero no se quedó en esas declaraciones. A poco de vencer, se dirigió al “Nebraska Medical Center”, uno de los hospitales más renombrados de su tierra natal, para visitar a enfermos y brindarles un mensaje de esperanza y motivación, que le valió el reconocimiento de las autoridades.

Esas victorias le llenaron de elogios tras un 2017 plagado de éxitos. La revista Forbes, en su versión digital, lo consagró como el boxeador del año. Unificó la categoría welter junior, agotó entradas, fue un caballero fuera del ring, se perfila para ser la estrella de 2018. Todos los argumentos que estableció la publicación para destacarlo.

El triunfo ante Díaz, ex medallista de oro olímpico, fue determinante. Y si bien los cronistas de la publicación tienen muy en cuenta a Vasyl Lomachenko, el peleador de Nebraska se ha ganado un sitio de privilegio.

También lo elogió el gran Floyd Mayweather, tanto que sobre el fin del año 2017 afirmó que era el mejor libra por libra: “Para mí, no hay dudas”, dijo Mayweather. “Es el mejor libra por libra; me recuerda a mí cuando era joven. Es un infierno de boxeador”, completó.

También la Organización Mundial de Boxeo (OMB) supo distinguirlo, y lo destacó como el peleador del año. En la jornada final de la 30 Convención Anual de la entidad, que se desarrolló en un crucero por el Caribe, le dieron la distinción.

Crawford recibió la placa de manos del portorriqueño Francisco “Paco” Valcárcel, presidente de la OMB, y anunció que pasaría a las 147 libras. Así sería el primer retador del australiano Jeff Horn, en una pelea que le abre un nuevo camino.

Crawford está ahora primero en el ranking, y Pacquiao que bajó al segundo lugar parece más volcado a su carrera política y su oportunidad de ser electo Presidente de Filipinas, que a las novedades boxísticas.

Un desafío que lo tienta y ve accesible: “Jeff Horn hizo lo que correspondía para derrotar a Gary Corcoran, pero yo soy distinto. Tengo más rapidez y pegada. La historia será diferente. Creo que seré más fuerte y más grande que en mi categoría anterior. Vengo de un gran año, con triunfos importantes ante Díaz y Julius Indongo, y el 2018 lo espero con muchas ganas, creo que va a ser un año exitoso. Creo que mejoro cada vez que subo al ring y que seguiré por ese camino”, afirmó Crawford.

Ese es el reto que le espera a ahora a Terence Crawford. Poder doblegar en las opiniones esa “batalla” dialéctica que lo enfrenta con Vasyl Lomachenko. Porque el ucraniano ha tenido un año formidable, ha logrado resonantes triunfos y acabó con una amenaza latente llamada Guillermo Rigondeaux.

 

Será para Bud el gran desafío. Poder establecerse como el mejor libra por libra. En las 140 ya demostró que no hubo oponente que pudiera destronarlo. Y todavía puede crecer aún más. Subir de categoría es una posibilidad y un desafío. Ir a las 147 libras, donde aparecen figuras de la talla e importancia de Keith Thurman, o Danny García, es algo que se presenta como una nueva motivación.

Es lo que le depara el año nuevo que se inicia; un camino duro, pero atractivo. Un desafío para un valiente. Un duro con el corazón de oro, un hombre que siempre tuvo un gesto para los más necesitados, que descubrió valores en Africa, que sobrevivió a un duro ataque, que se acercó a su comunidad, que estuvo cerca de los enfermos y convalecientes, que donó pavos para las fiestas, que logró el reconocimiento de las autoridades, que fue varias veces candidato a boxeador del año, que no ha parado de crecer…

Terence “Bud” Crawford no teme. Al contrario, el hombre que batió los récords de audiencia televisiva, que despertó al público norteamericano y encendió una nueva esperanza, cree que lo mejor de su repertorio está por venir.

 

Hernán O’Donnell