Una leyenda llamada Bernard Hopkins

Dolió mucho verlo caer así. De un golpe, un zurdazo violento que lo sacó del  ring, abatido, con una derrota dura por la vía del Knock Out, que nunca había sufrido en su carrera. La catarata de golpes de Smith y el peso de la juventud resultaron demasiado para el veterano Bernard Hopkins, Rey de los Medianos durante una década, hombre récord de defensas exitosas cuando llegó a las 20…dolió mucho ver el final tan categórico, superado y lejos de lo que fue su trayectoria. Pasó más de un año, pero es buen momento para repasar la trayectoria de un gigante que paseó su fiereza por los rings de todo el mundo.

Atrás quedaron los días difíciles del comienzo, la infancia dura y los delitos cometidos. Muy lejanos en el recuerdo se perdieron los tiempos confusos, donde la violencia lo dominaba y la cárcel fue su destino cuando apenas contaba con 17 años y nada hacía prever la carrera que desarrollaría. Parecía que la delincuencia y la marginalidad serían su destino.

Luego vino la conversión religiosa y su apego al boxeo para darle un vuelco a su vida. El muchacho de Philadelphia encontró en el deporte una salida a la vida ilegal y una entrada a momentos de gloria y éxitos.

Así pasaron adversarios de renombre: Danny Mitchell, Wayne Powell, Roy Jones Jr, Felix Trinidad, Carl Daniels,  Oscar de la Hoya, Jermain Taylor, Joe Calzaghe…

Supo hacerse un nombre grande entre los medianos y los medio pesados; un hombre que construyó un recorrido impecable durante décadas y se metió en la galería de los grandes de todos los tiempos. Su estilo defensivo, eficaz, habilidoso y contragolpeador, moldeó un pugilista ganador, destacado por su capacidad estratégica y experiencia para manejar los combates, con los amarres y el corte de ritmo de cada combate.

Armó un camino lleno de victorias, que lo llevaron a batir todos los récords de defensas. Y para convertirse en el boxeador campeón del mundo más longevo.

Lo dicho, una carrera para enmarcar y para destacar.

Toda una película con un final indeseado y doloroso. Dos años atrás, había caído ante el ruso Sergei Kovalev y ese parecía el final del ciclo. Pero hubo más, y fue un verdadero desencanto. Porque la trayectoria se veía diáfana hasta este sábado 17 de diciembre de 2016, cuando se topó con Joe Smith Jr y arribó el desenlace que ya es parte de la historia del boxeo.

Caer fuera del ring es algo que puede suceder. Le pasó a Hopkins como les sucedió a muchos otros antes (desde el recordado Dempsey cuando Firpo lo “voló” del cuadrilátero hasta Tommy Hearns cuando lo desbordó Sugar Ray Leonard y Tommy quedó con más de medio cuerpo afuera en el 13er round del primer combate entre ambos, el 16 de septiembre de 1981)  y le pasará a muchos pugilistas en el futuro. Pero esta caída fue espectacular y dramática, pues pudo haber tenido consecuencias peores de las que tuvo, mucho más graves. Hubiera sido una tragedia imperdonable, para un hombre que está en la pasarela de los más grandes de esta actividad.

Además de ese derrumbe, la imagen  del match es lo que queda en la retina y en la memoria. Deslucido Hopkins, sin poder detener los avances de Smith Jr, sin su conocida versatilidad defensiva, sin poder dominar los ataques y con mucho castigo sufrido.

Hopkins quiso seguir hasta donde pudo. Intentó ganarle al tiempo. Subió al ring con 51 años y buscó un último combate que le permitiera cerrar la historia con un final feliz. Lógico, es tan difícil decirle adiós a la profesión (cualquiera sea ella) y más a una que regala aplausos y es bien recompensada en lo económico. Es muy difícil llenar el vacío luego de alejarse de los escenarios y las grandes ovaciones. Y es fácil criticar cuando no es uno mismo el que vive esa situación.

El pugilista vive de la retribución económica, pero también del reconocimiento del público. En los rings y en la calle. Y alejarse de esa repercusión no es sencillo. Para nadie lo es. Y para nadie que le tocara vivirlo, lo sería. Hay que comprender esto. Y también entender que es difícil retirarse cuando uno se siente pleno, aún joven y con ganas. Aunque haya más jóvenes que aparecen, y tienen más fuerza, más velocidad, más resistencia. Mientras sentimos que podemos, seguimos. Esto es así. Hopkins sintió que podía. ¿Por qué habría de irse?

La última pelea le mostró una realidad, que hasta que no nos pasa, no la aceptamos. O no la queremos ver. O, sencillamente, no la vemos. A todos nos sucede. Tuvo que venir un joven con nuevas luces para comprobar que el tiempo había pasado.

Bernard Hopkins tuvo una historia fantástica, llena de éxitos y grandes. Nada la empañará. Ni siquiera esta caída conmocionante y espectacular que una noche de diciembre le anunciaba que su tiempo había finalizado.

 

Hernán O’Donnell