Francia ganó la batalla de San Petersburgo

Y el apelativo a la “batalla” no está referido a un partido luchado o combativo; no. Está vinculado a la intensidad, a la gran entrega de los equipos, a la experiencia física y futbolística que propusieron Francia y Bélgica en la primera semifinal de la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018. Un partido tremendo, intenso, emotivo, maravilloso. Inolvidable. Jugado con todos los valores que este deporte puede ofrecer. Por eso lo definimos como una “batalla”. O aunque cualquier otro nombre que se acerque al grado de intensidad y ritmo que tuvo este juego, le va a quedar muy bien.

Al minuto de juego, avisó Francia. Salió como un rayo por derecha Mbappé, una de las grandes figuras de la noche, y sacudió a la defensa belga. A partir de allí, el torbellino de emociones no se detendría.

Bélgica se ordenó con línea de cuatro, pero con el detalle de tener a Feralini bien cerca de Pogbá, para tapar el inicio del juego francés. Después, trataba de armar juego a partir del talento de Hazard, De Bruyne y la potencia en atque de Lukaku.

Del otro lado, el esquema clásico que propone Didier Deschamps. Lloris (de notable actuación), Pavard (eficaz e inteligente como siempre), Varane, Umtiti (ambos de gran segundo tiempo) y Hernández (El Lizarazu de este equipo); Pogbá, Kanté y Matuidi; Mbappé, Giroud (de enorme sacrificio) y Griezmann. Los que no mencionamos entre paréntesis fueron claves en el desarrollo. Los tres volantes para manejar el juego. Mbappé para asustar en cada aparición. Griezmann para conducir los contraataques y la pelota parada.

En ese contexto, Bélgica tuvo un poco (sólo un poco) más de dominio en el primer tiempo. Pero en cada situación que tuvo, apareció Lloris. Y cuando Pavard surgió sólo para convertir, estuvo Courtois. En la noche de Rusia, los arqueros mostraron un altísimo nivel.

En el inicio del complemento, llegó la definición. Iban sólo 50′ y el corner desde la derecha que ejecutó Griezmann fue muy bien aprovechado por Umtiti que le ganó en el salto a Ferlaini y de cabeza marcó el gol que definió el partido.

A partir de allí, el drama, la gloria y todo lo que encierra un partido definitorio. Bélgica que no se rendía, el ingreso de Mertens y carrasco para darle más aire por los costados. Francia que se empezó a replegar y a regular los tiempos. Firme Varane para conducir a la defensa. Atento Pavard para marcar y salir. Inteligente Kanté para cubrir todos los espacios. Y el sacrificio de todos.

De contra, Francia pudo ampliar el marcador. Una genialidad de Mbappé lo dejó solo a Giroud, pero su remate de zurda fue tapado por Alderweireld. Después, un contraataque que Tolissó quiso definir, pero se encontró con Courtois. Y al final, otro remate de Griezmann que contuvo el arquero belga.

Claro que Bélgica apretó mucho después de sufrir su gol; pero siempre encontró una pierna de la defensa francesa que interrumpía su camino. Y, si no, estaba Lloris, de magnífica labor.

Francia se quedó con la batalla de San Petersburgo. Le costó muchísimo, pero supo trabajar el partido, enfriarlo al final, cortarlo, dormirlo y asegurarlo. Había marcado la diferencia y se aferró a ella para cumplir el sueño de jugar la final.

 

Hernán O’Donnell