El Fútbol de Sudamérica expone su retroceso

“Este Madrid es ganable”. “Se le puede ganar al Real Madrid”. “El Madrid no pasa un buen momento y River le puede ganar”. Estas frases,que ahora suenan poco menos que ridículas, se pronunciaron y escucharon en los últimos días. Hasta la más atrevida, “es el peor Real Madrid de la historia” (?). Frases huecas, sin sentido, dichas sin el mínimo fundamento más que el de la pasión por un fútbol o por una camiseta, quedaron hechas añicos el último martes 18 de diciembre.

El fútbol de Sudamérica quedó expuesto ante un equipo proveniente de un país con menor tradición, de segundo orden, pero que marca nuestro retroceso, y que en rigor de verdad se comenzó a manifestar muchos años antes. Porque lo sucedido ayer no es exclusivo de River; marca la decadencia en la que ha entrado hace varios años el fútbol de Sudamérica y no lo quisimos ver. Nos engañamos en que es más “intenso” un clásico de la B que un partido de una liga importante de Europa. Y podrá tener más pasión, sí, pero en lo futbolístico no existen puntos de comparación.

La derrota de River ante el entusiasta Al Ain de Emiratos Arabes Unidos marca una realidad que excede al conjunto millonario y que involucra a todo el fútbol continental:  Sudamérica se ha alejado de los primeros planos.

Ya no es el continente que asustaba, que ponía en jaque a los poderosos de Europa y que le ganaba con cierta frecuencia los choques mano a mano de la vieja Copa Intercontinental. No. Eso ya quedó atrás en el tiempo. Lejos. Sin darnos cuenta, nos deslizamos en un tobogan del cual aún no se advierte el final. Porque la realidad es que nos despegamos de Europa (hacia abajo) en las dos vertientes principales que tiene este deporte. O, mejor dicho en la cuasa y consecuencia que tiene el fútbol: el juego y el resultado. El fútbol de la CONMEBOL quedó muy lejos en las variables del juego, en el contenido, en el nivel, en la jerarquía. Y en los resultados se repitieron las victorias de los conjuntos del viejo mundo desde que se creó esta competencia allá por el año 2005 (a excepción del ensayo del año 2000). Sólo en 2012 Corinthians logró vencer al Chelsea, con la actuación destacada de Paolo Guerrero. Después, todas fueron victorias europeas, con rendimientos muy superiores a los equipos sudamericanos. Y hasta lo que parecía una novedad ( que un conjunto de la CONMEBOL no llegara a la final), ya tomó forma en cuatro ocasiones. Los africanos de Mazembe derrotaron a Internacional de Porto Alegre en 2010, el Raja Casablanca de Marruecos le ganó a Atlético Mineiro en 2013, Kashima Antlers de Japón eliminó a Atlético Nacional de Medellín en 2016 y ahora Al Ain derrotó a River Plate. Tres eliminaciones en cinco años, cuatro en nueve. Llamativo.

Si miramos un poco más hacia el Norte, los equipos de la CONCACAF viven una experiencia similar. Les ha costado horrores a los mexicanos. Nunca llegaron a la final y sólo en dos ocasiones ganaron el tercer puesto: Monterrey en 2012, Pachuca en el año 2017.

Esta es la realidad. Nos alejamos de Europa. No nos acercamos a ellos en el juego y por lógica consecuencia, nos golpean los resultados. Y se acercaron los equipos de Asia, Oceanía, África. Porque si bien hay que reconocer el mérito del crecimiento de estos continentes, también va de la mano el estancamiento de América.

Ni hablar de la organización, la cultura, la infraestructura y la educación con que se vive del deporte. o el fútbol, mejor dicho. Mientras nosotros nos refugiamos en el “folcklore” para justificar la manera incivilizada en que nos comportamos, en el resto del mundo el fútbol es un esparcimiento, un espectáculo que se vive con alegría y pasión lógica y civilizada. Algo digno, digamos, de los seres humanos. En casa sobran los ejemplos de lo contrario…

Así estamos. Así caímos. Y no nos dimos cuenta. o no quisimos ver. Aunque cada Copa Mundial de Clubes de la FIFA, el mejor escenario para ver y comparar, nos mostraba esa realidad. Dura y triste. Tuvo que venir Al Ain para hacernos entender que decir, o sólo pensar “Este Real Madrid es ganable” era sólo una frase impensada, producto de la ilusión y el fanatismo que todo lo ciega, que todo lo niega.

 

Hernán O’Donnell