México presenta a su nueva estrella: Jaime Munguía

Jaime Munguía abre los corazones mexicanos. Ahora que aparece la oportunidad, ahora que trepa en las carteleras, que su nombre empieza a adquirir el brillo esplendoroso de las estrellas, que abraza el Título del Mundo a los 21 años, ahora que algunos compatriotas  dudan del Canelo, porque no lo terminan de adoptar como ídolo o porque confiesan que lo vieron mal  (perder) en las dos peleas ante Gennady Golovkin, o porque tiene un tamaño más grande que el tradicional del boxeador azteca, por su altura, lo cierto es que ahora empieza a meterse en el corazón de todos los mexicanos…

Jaime Aaron Munguía Escobedo nació en Tijuana, México el 6 de octubre de 1996. En esa zona tan caliente y característica de Baja California donde siempre se mezcla la cercanía y la rivalidad con Estados Unidos, el pequeño Jaime supo desde su edad muy temprana que iba a ser boxeador. Su padre lo había sido, y él sentía que ese iba a ser su destino.  A los dos años ya tenía los guantes puestos.

“Siempre me gustó el boxeo, sabía que lo iba a hacer y a mi padre le gustó la idea”, manifestó en una entrevista para la TV de su país. “El me cuidó mucho, y ahora yo lo cuido a él”, señaló entre risas. Su madre no suele ir a sus peleas, sufre como toda madre “y hubiera preferido que estudiara, pero me da todo su apoyo”, afirmó. Y tiene una hermana que completa el círculo familiar. En edad de preparatoria dejó los estudios para dedicarse al boxeo por completo. “Pocas cosas me hacen tan feliz como boxear. Es una sensación única, se percibe en el corazón. Es duro, claro, puedes recibir golpes y si boxeas, sabes que algo vas a recibir, pero siempre es mejor dar que recibir”, supo expresar sobre su relación con el pugilismo.

Debutó como profesional el 13 de julio de 2013, con el resultado que lo iba a compañar en cada una sus siguientes presentaciones: el triunfo.  En esa oportunidad venció a su compatriota Manuel Mora por KOT 2 en el Foro Tecate de Tijuana. A partir de allí, una larga cadena de victorias se sucederían para alcanzar el título Mundial Superwelter del Consejo Mundial de Boxeo primero, y luego de la Organización Mundial de Boxeo.  

Luego de un recorrido donde enfrentó a un gran número de pugilistas mexicanos, logró el título superwelter del CMB ante el argentino José Carlos Paz, el 10 de febrero de 2018 en Cancún. Y la consagración llegaría en Verona, estados Unidos ante Sadam Alí, para lograr el cinturón del peso superwelter de la OMB.

“Todos los boxeadores soñamos con ser campeón del mundo, esto que vivo es un sueño hecho realidad. Hoy siento más la obligación de poner más ganas para representar bien a mi país y a Tijuana, y poder defender  este título por muchos años”, declaró tras esa jornada consagratoria. Hasta entonces, Munguía no era un nombre muy conocido en las grandes luminarias, y tenía el peso y la responsabilidad en un combate estelar. No se aguardaba demasiado de él, sobre todo en cuanto a repercusión mediática, taquilla, asistentes del pay per view. Pero los números finales arrojaron una buena cantidad de televidentes, un reconocimiento por el estilo del boxeador y las mieles que siempre desatan un triunfo, aún más ante un hombre (Sadam Alí) que había derrotado y despedido a Miguel Cotto. Pero se encontraron con un pugilista lleno de condiciones.

Su dominio del combate fue claro desde el inicio. Atoró a Alí desde el primer asalto, lo tumbó dos veces en ese round, supo combinar el jab y un uppercut y cuando se agachó pudo entrarle de lleno. “Creía que no iba a salir en el tercero”, confesó, pero supo mantener la paciencia y la serenidad y en el cuarto se terminó el pleito.  Una tarea de demolición que lo llevó a la cima del reconocimiento.

Había alcanzado la gloria. Esa que perseguía al emular a dos grandes campeones como Julio César Chávez y Juan Manuel Márquez.

“Estoy muy contento de traer este título a México y espero poder retenerlo durante muchos años” expresó en una entrevista con TV Azteca.

Después llegó la mandatoria con Liam Smith, en Las Vegas, Nevada, y otra vez alcanzó el triunfo en decisión unánime. Esta vez sintió la responsabilidad y se mostró atado en los primeros rounds. Con el correr de la pelea se soltó y dominó en cada vuelta, pero le faltó precisión y experiencia para llegar al Knock Out. Su rival tuvo palabras duras: “Tiene condiciones, pero todavía no está listo para enfrentar a Canelo. No quiero faltarle el respeto, ganó, ok. Golpea fuerte, pero no tanto como el Canelo”, señaló el británico.

Luego vino la victoria sobre el canadiense Brandon Cook. Sería la segunda defensa, pero lo más trascendente es que ya iba a estar programado en la cartelera más importante del año. Sí, el nombre de Jaime Munguía se metía en la marquesina colosal del choque Canelo-GGG. “Estoy muy feliz de participar en un festival tan importante, con nombres tan conocidos, lleno de estrellas. No puedo predecir que va a pasar en cada combate, yo tengo que enfocarme en el mío”, señaló días antes del gran evento.

Había dicho que la pelea con Smith le dejó enseñanzas y lecciones para aprender. Que le sirvió de experiencia. A estar tranquilo, no desesperarse, saber enfocarse en su tarea. Y vaya si lo aprendió. Su tarea ante Cook fue demoledora. Estuvo muy cerca de sacarlo en el primer round, pero el tiempo fue aliado del canadiense. En el segundo lo volvió a desbordar y en el tercero cerró la contienda: Una combinación de  ganchos al hígado, un upper potente y varias derechas a la cara del canadiense lo derribaron. Cuando intentó levantarse, ya no tenía sentido y el referí Tony Weaks detuvo la pelea.

“Quiero pelear con los mejores, demostrar que puedo, que soy el mejor”, expresó tras la victoria.

Su sueño era concreto. Entrelíneas, quería decir que desea medirse con Golovkin, tal vez Canelo. Pero a sus 21 años, aún tiene tiempo. E iba a aparecer, este año, otro tremendo boxeador en su horizonte.  Takeshi Inoue.  Al cabo, fue un combate mucho más complicado de lo previsto. El enfrentamiento de dos escuelas grandes del boxeo, la mexicana y la japonesa, aunque ambas se caracterizan por el espíritu guerrero de sus boxeadores, su alma, y su coraje.


Inoue fue duro, puso la cara y se plantó en el cuadrilátero, pero Munguía supo sacar y conectar los mejores golpes. El japonés empujaba, buscaba avanzar, siempre con la cabeza hacia adelante y arriar al mexicano contra las cuerdas.  Munguía lo frenaba con golpes al cuerpo y podía mantener el control. “Que no entre, mantenlo afuera”, era la orden del rincón. “Echalo para atrás, sácalo de esa zona”. Le costó un poco, él mismo se reconoció un poco lento para los movimientos laterales.

 Fue muy dura y así lo reconoció al final: “Tuve un adversario muy fuerte, lo felicito. Creo que fue una buena pelea y me deja muy buenas experiencias”, señaló el mexicano.

El futuro se llama Dennis Hogan, un irlandés duro, que reparte su corazón y su tiempo entre Australia y la República de Irlanda; ya están notificados los equipos de trabajo de ambos boxeadores, deberán organizar el combate y si el 2 de marzo no hay un acuerdo homologado, la pelea irá a subasta.

También asoman las grandes figuras en su horizonte; piensa subir a las 160 libras el año próximo, combatir durante muchos años, llenar estadios y ser el ídolo máximo de México.

Ahora es el tiempo de disfrutar las mieles, de gozar del amor del pueblo mexicano y meter su nombre en las grandes carteleras. De acariciar la cima, de sentirse una estrella y de seguir la huella de sus ídolos, Julio César Chavez y Juan Manuel Márquez, de ser un ídolo de los mexicanos y demostrarle al mundo que puede ser el mejor entre los mejores.



Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)