El Campeón del Mundo no detiene su marcha

Con su habitual voracidad, con su conocido dominio, con su famosa ambición. Con el hambre de ganar que muestra en cada momento, en cada jugada, en cada partido. Sea por la competición que sea. Liverpool, flamante ganador de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA-Qatar 2019, regresó a su torneo, la Premier League, para retomar las riendas de un campeonato que desea como una obsesión. Ha ganado en múltiples ocasiones la Liga Inglesa, pero han pasado muchos años desde la última vez, de hecho no ha podido consagrarse desde que se denomina Premier League y por eso para su gente el título local es su obsesión.

En ese camino, para el famoso “boxing day” apareció Leicester, su más encumbrado adversario. Uno de los equipos, junto a Manchester City, que está dispuesto a pelearle el torneo palmo a palmo. Un equipo sacrificado, duro, que conoce sus cualidades y exprime al máximo todas sus virtudes. Pero se encontró la topadora roja a pleno. Y le costó mucho el primer tiempo.

En pocos minutos el equipo de Jürgen Klopp tomó las riendas del juego. Apretó bien arriba, como siempre lo hacen sus hombres de punta, respaldados por un movedizo Keita, de gran primer tiempo, inteligente Wijnaldum y muy batallador Henderson. Con la subida habitual de los laterales Alexander Arnold y Robertson, el dominio de los visitantes se hizo sostenido. A los 31′ llegó la apertura, tras un centro de Alexander Arnold que estaba ubicado en la izquierda pues la jugada nació en un tiro de esquina, y la entrada por la derecha de Firmino y Salah. Fue el brasileño quien conectó de cabeza y marcó el 0-1. Y el encuentro tomaba un rumbo claro.

A los 34′ tuvo un mano a mano muy claro Mané que pudo aumentar la distancia en el resultado, pero Schmeichel tapó el disparo con su pecho, en una resolución brillante. Y el tiempo inicial se acabó con un dominio claro de Liverpool.

Leicester salió con un poco más de determinación en el complemento. Buscó con Maddison, de buen primer tiempo, con Tielemans y Vardy. Pero era difícil superar la presión de Liverpool, que se hacía muy rápido del balón y llegaba con facilidad al arco contrario.

Tenía muy claro que el partido era como una final y lo jugaba con esa determinación.

Los laterales subían en modo permanente, los volantes presionaban bien arriba y durante mucho tiempo metió al local contra el arco de Schmeichel. Sumó situaciones con Mané, Firmino, el propio Salah…era un tormento para el local y una clase de hambre de triunfo del equipo puntero. Ricardo Pereira había aparecido en un par de ocasiones para abortar maniobras visitantes. De a poco, el lateral derecho portugués empezó a meterse en el partido. Primero para defender. Después, para subir y mostrarse como alternativa de ataque del Leicester. Por la derecha, el local encontró una salida, cuando llegábamos a los 65′ de juego.

Liverpool empezaba a sentir el rigor de los viajes, los partidos acumulados y un comienzo de temporada 2019/2020 casi sin treguas. Por eso empezó a bajar la enorme intensidad que le había imprimido al juego durante más de una hora. Y apostó al contraataque. También a los cambios: Milner por Keita y Origi por Salah a los 69′. Y enseguida, el penal. Mano de Söyüncü y Milner que no falla, para marcar con un remate suave a los 71′ el 0-2.

Si alguien dudaba que el partido estaba definido, todavía faltaba más del puntero. A los 73′ Arnold desbordó, echó el centro y Firmino se acomodó y en el segundo toque marcó el tercer tanto: 0-3 para el Liverpool y fin del partido.

Pero no, espere, no se vaya que hay más: a los 77′ una jugada colectiva de izquierda a derecha, el balón que llega para la entrada de Alexander Arnold y su remate cruzado clava el 0-4 para el Liverpool.

Un festival. Eso es lo que fue la exhibición del Campeón del Mundo. Un festival de juego, toque, presión alta, dominio y goleada incluida. Nada detiene a Liverpool. Ni los viajes, ni el cansancio, ni la acumulación de partidos. Tiene una obsesión que data ya de muchos años y parece decidido a hacerse de ella. La Premier League, desde su creación en 1992, siempre le fue esquiva. Como a una novia pretendida que se hace rogar, los rojos no detienen su marcha por la conquista. Machacan y machacan, nada parece detenerlos. Están convencidos que es su oportunidad y van por ella decididos a no dejarla escapar.


Hernán O’Donnell