La noche mágica de Nani llevó a Orlando City a la final

Era una semifinal, en los papeles, mucho más peleada que la del miércoles. Más pareja, menos previsible, con un grado de incertidumbre mayor en tanto Minnesota venia con los mejores antecedentes y Orlando City, por su condición de local y los buenos partidos que había jugado en el torneo, también tenía sus pretensiones.
Minnesota llegaba invicto y Orlando con la figura del portugués Nani, alguna vez comparado como el sucesor de Ronaldo. Tal vez una exageración, pero se unían algunos puntos, como su habilidad, su capacidad de gol y esos inicios en el Manchester United. Y fue Nani, como vamos a ver, el protagonista fundamental del primer tiempo.
Una semifinal muy esperada…

Minnesota salió con todo. Con su equipo parado en campo contrario, las líneas adelantadas y una presión constante sobre la salida del local. Atoraba al local y encontraba el camino por los costados, con las subidas de Dotson y de Gasper, este último sobre todo, no sólo avanzaba por el lateral izquierdo, sino que se metía en diagonal para sorprender por el centro del ataque. Y Gallese sufría en cada aproximación de Minnesota. Además, el trajinar del cubano Alonso ayudaba a los desplazamientos del conjunto.

Le costó a Orlando ordenarse en el campo y meterse en el partido. Pero en cuanto encontró una hendija, pudo clavar su puñal. Primero con un pelotazo largo de Robin Jansson a Nani, un balón que cruzó por el aire toda la noche de Orlando, para llegar a los pies del delantero portugués quien entró al área apareado, pero peleó la posición y sacó un remate fuerte que se transformó en el primer gol a los 34′. 1 a 0 y el partido entraba en otra dimensión.

Después vino el segundo golpe. Mientras Minnesota intentaba acomodarse, poder tomar el balón, recuperar el dominio, otra vez el portugués entraría en escena. Iban 40′ cuando nani tomó un balón sobre la izquierda de su ataque y enganchó hacia adentro para sacar un disparo con pierna derecha y mucha “rosca” que se le metió en el palo izquierdo a Tyler Miller. 2-0 para Orlando City, que transformó un inicio muy complicado en una victoria parcial con cierta amplitud.

Minnesota United encaró el segundo tiempo con más determinación aún. Intentó lo mismo que en el primer período; apretar a Orlando en su campo, ahogarle la salida y generarle peligro. A los 58′ el DT Adrian Heath metió tres cambios para intentar remontar la noche. K. Molino entró por R. Lod, M. Toye ingresó por J. Hayes y A. Schoenfeld reemplazó al delantero Luis Amarilla.

Orlando, en tanto, modificó su esquema recién a los 67′: J. Urso ingresó en lugar de T. Akindele y B. Michel lo hizo en reemplazo de C. Mueller.

El encuentro se hizo más cerrado. Chocaba la visita con la red que proponía City. Y cuando lograba superar la telaraña. aparecía el arquero peruano Gallese para cortar cualquier posibilidad. Para Orlando, la película se presentaba de contragolpe. Amuchado en su campo, entre el uruguayo Pereira y Nani, se armaban los contraataques del equipo local. Y el reloj le empezó a jugar a su favor.

En el epílogo, Minnesota llegó al descuento. Iban 82′ cuando Kevin Molino metió un pase perfecto en profundidad y Toye encontró el espacio y ante la salida de Gallese marcó el gol de la visita. 2 a 1 quedaba el partido y un rato final para las emociones.

United se la jugó entero; volcó todas sus fichas en el campo adversario y tuvo una posibilidad muy clara tras un centro de Dotson que Toye apenas pudo conectar de cabeza, pero solo la rozó y se perdió una chance muy clara a los 89′ de juego. Con todos sus hombres en campo contrario, jugado a todo o nada, Minnesota se quedó vacío, pues al final, tras un lateral ofensivo salió un contragolpe de Orlando conducido por Benji Michel, quien sorteó la salida de Miller y concretó el 3-1 a los 90+6′ del encuentro.

Orlando City se quedó con el partido y el pase a la final. Porque desbordó entusiasmo, supo contener el embate de Minnesota y cuando logró acomodarse al partido sacó una buena diferencia, marcada por el magistral portugués Nani, la estrella de la noche.


Hernán O’Donnell