César Luis Menotti fue el hombre que cambió el curso del Fútbol Argentino a través de su Seleccionado. Esa es la síntesis más clara y acabada que encontramos para definir a un hombre que le entregó su vida a este deporte. Y, generoso, volcó todos sus conocimientos, sus experiencias y sus aprendizajes, en cada entrenamiento, en cada partido, en cada palabra con sus dirigidos, y en cada conferencia o reportaje que brindó a través de los medios, para que su mensaje llegara a toda la gente. El “Flaco” Menotti fue un hombre del fútbol, aún cuando sus intereses también se volcaran a la música, las letras y la pintura. En cada obra de arte encontraba algún efecto que le despertara una sensibilidad, igual que le sucediera con el deporte que más amaba.
Fue jugador de Rosario Central, Racing, Boca Juniors, el Santos de Pelé, The Generals de Nueva York y Juventus de Sao Paulo. Tuvo un destacado paso en cada institución, y también en el Seleccionado Argentino. Pero su figura se agigantó en su profesión de entrenador donde volcó todas sus vivencias y buscó darle un estilo definido a cada equipo que dirigió.
Tuvo una temprana consagración con Huracán en 1973, donde le dio forma a un equipo ágil, ofensivo, virtuoso. Un equipo que logró romper un maleficio de 45 años sin títulos para el “Globito”, pero que sobre todo le rescató la tradicional forma de jugar al fútbol en el sentir criollo. Ese campeonato fue una válida carta de presentación para llegar a la conducción del Seleccionado Nacional de Fútbol, y aquí se produce lo más trascendente, lo más profundo y lo más duradero de su obra. Porque al margen de todos los equipos que entrenó más adelante, en esa etapa en la Selección cambió el curso del equipo nacional, un conjunto que siempre tenía un potencial enorme a partir de los jugadores con los que podía contar, pero que por diversas razones nunca lograba ser una potencia mundial, no conseguía los resultados deseados, y los éxitos no prosperaban más allá del continente, sea en forma de Torneo Sudamericano o Copa América. El pueblo futbolero se consolaba con el título de “Campeones Morales” mientras los Mundiales pasaban y las frustraciones se apilaban, entre el “Desastre de Suecia” en 1958, el poco vuelo en Chile 1962, la frustración en Inglaterra 1966, y ni que hablar la eliminación a manos de Perú que impidió llegar a la fase final de México 1970.
La Copa Mundial de Alemania 1974 fue la última presentación frustrante de la Argentina. Con un plantel de buenos jugadores no se logró más que una clasificación a la segunda vuelta, donde los resultados fueron decepcionantes, desde el lapidario 0-4 ante Holanda, el 1-2 contra Brasil y el empate 1-1 en el último juego frente a la entonces existente Alemania Oriental.
Tras ese ciclo, que se transitó lleno de sobresaltos, donde Enrique Omar Sívori comenzó al mando del equipo en la Competición preliminar de 1973, y unos meses antes se lo cambió por el triunvirato de Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka, en el que hubo muchos cambios de jugadores en la lista final, de posiciones en la cancha, y la desorganización era el común denominador desde hacía varias décadas, llegó el momento de ponerle punto final y comenzar una nueva etapa. Desde cero.
Aquel equipo que también había perdido un amistoso con Holanda por 1-4 unos meses antes de comenzar el Mundial Alemania 1974, en Octubre de ese año iba a iniciar un ciclo que sería todo lo opuesto a lo que había sucedido durante tanto tiempo. César Menotti tomó el mando de la Selección y muy pronto puso bien claros los objetivos y el trabajo a realizar. El Seleccionado Nacional pasó a ser la prioridad número uno de la AFA, se instauró un sistema de entrenamientos constantes, se estableció un calendario de partidos amplio y exigentes, se trabajó con orden y mucha ilusión.
La Argentina ya no era ese equipo que se juntaba cada tanto para jugar un partido amistoso, o una competencia internacional. Pasó a ser un equipo presente, con convocatorias permanentes, con una cultura de pertenencia que se hizo fuerte de manera rápida. La selección ya no era un equipo fantasma, sino un equipo activo y muy cercano a la gente.
Se jugaron muchos partidos amistosos, se formó un seleccionado del interior, se recorrió el país en busca de futbolistas, se abrió el abanico para que todos sintieran que las puertas estaban abiertas, se presentó en todas las competencias establecidas, y se armó, ya en el tercer año de trabajo, una serie internacional en la Bombonera, donde la Argentina se midió con los equipos más fuertes de Europa a modo de preparación para la fase final de la Copa del Mundo de la FIFA-Argentina 1978.
Allí se calibró al equipo de cara al máximo acontecimiento a afrontar. Justo un año antes, y con rivales del fuste de Polonia, Alemania Federal, Inglaterra, Escocia, Francia, Yugoslavia y Alemania Oriental. Fue el momento de afinar al conjunto, para que en la concentración que comenzó en Enero de 1978 se limara todo lo que hiciera falta y se llegara en óptimas condiciones al Mundial.
Esa fue la obra de Menotti. Un ciclo de cuatro años que transformó el curso de nuestro fútbol a través de su trabajo al frente del Seleccionado Nacional. Un ciclo que comenzaba con el antecedente inmediato de haber sufrido dos goleadas aplastantes contra Holanda, y que cuatro años después se cerraba con un triunfo categórico ante ese rival, al que se lo había sufrido en el plano futbolistico y físico, pero que Menotti lograba demostrar, con un trabajo serio y planificado, que se lo podía vencer de la misma manera, con amplitud en lo futbolístico y con superioridad en el aspecto físico, tal como lo demostró aquella selección en los treinta minutos de tiempo suplementario de la final del ’78, en el que aplastó a aquella Holanda que, cuatro años antes, parecía inalcanzable.
El trabajo con el seleccionado no se detuvo en aquella conquista. Al contrario, el equipo no dejó de crecer y en 1979 realizó una estupenda gira por Europa, donde tras el triunfo en Glasgow por 3-1, el público escocés despidió al equipo al grito de “Argentina, Argentina”.
También en 1980 dejó su huella en Europa, al margen de la caída frente a Inglaterra, en un gran partido de nuestro seleccionado, o la goleada propinada a Austria por 5-0, en Viena.
En el “Mundialito” de Uruguay, a comienzos de 1981, la Argentina derrotó a Alemania por 2-1 y empató con Brasil 1-1. No accedió a la final ante el local, porque Brasil tuvo mejor diferencia de gol, ya que derrotó a Alemania por 4-1.
El recuerdo que quedó en la memoria popular de la actuación argentina en la Copa Mundial de la FIFA-España 1982 está teñido por la frustración de las derrotas del equipo, pero poco se ha hablado de la forma que jugó y de las presentaciones que tuvo. Es hora de hacer un análisis más profundo, más detallado y menos teñido de la influencia de los resultados.
En el debut, la Argentina cayó ante Bélgica por 0-1. Ese resultado provocó mucha frustración en el pueblo futbolero, que se unía a la infinita tristeza por el final de la Guerra en Malvinas. El dolor se hizo lacerante y poco se analizó de lo que sucedió en el plano futbolístico.
La Argentina cometió algunos errores. Vale la autocrítica. Quizás se sobre dimensionó al rival. Se lo respetó demasiado en la previa, y al comenzar el juego de a poco se empezó a notar que no eran tan buenos como se creía, ni que la Argentina estaba por debajo de ellos. Y con el resultado en contra, el equipo se soltó, atacó y lo superó con claridad a Bélgica, pero se había hecho tarde para revertir, o al menos igualar el marcador, y la mala fortuna también hizo su trabajo.
La bronca acumulada por una derrota que no debía ser tal derivó en una rebelión del cuerpo técnico y los jugadores, que, heridos en su orgullo, salieron a jugarselá toda ante una Hungría que venía de ganarle por ¡10-1! a El Salvador. A es Hungría contundente, la Argentina la pasó por encima, con una exhibición de poderío físico y futbolístico que derivó en el mejor partido de la Selección en el largo ciclo del “Flaco” Menotti. Fue una actuación increíble, dominante, inolvidable. Argentina derrotó a aquella Hungría por 4-1 y otra vez el mundo volvió a admirarla.
Tras la victoria frente a El salvador, la selección debió jugar en un grupo de tres la segunda fase de la Copa. El primer partido con Italia fue una cacería a las piernas de Diego Armando Maradona. Le pegaron hasta el hartazgo, hecho que generó un cambio en los arbitrajes, que a partir de allí y de los años posteriores, donde los jugadores habilidosos, con Diego a la cabeza, eran víctimas del juego sucio y violento, la FIFA tomó cartas en el asunto y promovió el juego limpio y sancionar con mayor severidad las brusquedades. Pero como se perdió 1-2 ante Italia, todos los factores que rodearon al juego quedaron tapados por el marcador.
Algo parecido ocurrió en el partido siguiente frente a Brasil. Muy pocos se acuerdan del dominio inicial de la Argentina, de los goles perdidos y de la superioridad territorial. El gol de Brasil, tras un rebote en el travesaño trajo un dolor que dejó atrás el trabajo realizado, y el comienzo del segundo tiempo, también con una superioridad marcada de la Argentina, con Daniel Alberto Passarella como el principal abanderado del ataque, quedó sepultado por los dos contragolpes de Brasil que le dieron forma a un 1-3 final muy doloroso.
En silencio, se acabó el ciclo que había transformado al fútbol argentino. Menotti dejó a la selección y comenzó su trabajo en distintos clubes, como Barcelona, Boca Juniors, Atlético de Madrid, River Plate, Peñarol, Independiente, Sampdoria y varios más. Pero la semilla plantada ya había hecho su trabajo. Los que lo siguieron al frente del seleccionado se encontraron con una base fundada, que consistía, en primer lugar, en darle un tiempo largo de trabajo. De Mundial a Mundial, cuatro años. Así ocurrió con el también exitoso Carlos Salvador Bilardo, Alfio Basile, Daniel Alberto Passarella, Marcelo Bielsa, José Pekerman, hasta que otra vez surgieron los inconvenientes, los cambios y un peligroso retroceder a viejos tiempos.
La conducción de la AFA entendió que había que volver a esas fuentes y convocó al viejo maestro para que, en su tarea de manager, volviera a darle la impronta necesaria a la selección nacional. Su apoyo a Lionel Scaloni fue fundamental para que el joven entrenador trabajara con tranquilidad y respaldo. Los resultados quedaron a la vista.
Así como declaró que el Campeonato ganado en 1978 “fue un homenaje a nuestro viejo y querido fútbol argentino”, César Luis Menotti se fue de este mundo con un homenaje a su obra, la de hacer del Seleccionado argentino, que es el máximo exponente de nuestro fútbol, un equipo serio, competitivo y ganador.
Adios, Maestro. Jamás lo olvidaremos.
Hernán O’Donnell