Archivo de la categoría: Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018

Francia, Campeón Mundial de la eficiencia

Merecido, justo, lógico. El triunfo de Francia ante Croacia y su consagración en la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018 no deja lugar para el lamento ni la crítica. Sin brillos ni derroches, pero con altas dosis de juego bien entendido puesto al servicio de la eficacia, Francia ganó (y pudo armar una goleada que hubiera sido histórica) el encuentro final y gritó, por segunda vez en su historia: Campeón del Mundo!

La locura, la alegría del final, todos los abrazos, los saludos, el festejo desenfrenado y el respeto de Croacia en la premiación, saludable y recíproco entre los dos equipos finalistas, fue el corolario de una jornada llena de emociones, pero que tuvo en Francia al equipo más cerebral, más frío y práctico. El que siempre supo, durante toda la Copa del Mundo, a que jugar, como hacerlo y de que manera llegar al objetivo. Un equipo serio que jugó para ganar la Copa. Y lo consiguió.

Por eso no extrañó que le cediera la pelota en el inicio a Croacia. Que se replegara en su terreno, que se agrupara atrás y apostara a dos cosas: primero al desgaste físico y emocional de un oponente que ya venía con tres prórrogas disputadas (90 minutos en total, amén de los descuentos y el desgaste emocional de dos tandas de penales para definir octavos y cuartos de final); segundo, para aprovechar espacios a sus espaldas y amenazar con los filosos contragolpes de Griezmann y Mbappé.

El plan salió perfecto. En una primera aproximación, a los 18′, un tiro libre muy preciso de Antoine Griezmann pretendió ser rechazado por Mandzukic, pero su desvío fue hacia atrás y se metió en su propia valla. Francia ganaba 1 a 0 en su primera llegada. Llegó el empate de Croacia. Enseguida. Tiro libre abierto a la derecha, el centro de nuevo al medio, Perisic (de gran Mundial) domina, abre a su pierna izquierda y con un remate cruzado, que se desvía en Varane, derrota a Lloris. 1 a 1. Más justo si nos detenemos en la impresión óptica del desarrollo del juego. Pero en el fútbol no se gana sólo con el dominio o la famosa “posesión” del balón. Se gana con eficacia.

Sobre el cierre del primer tiempo, una mano de Perisic que se corroboró con el VAR, le dio el penal a Francia que Griezmann anotaría y empezaría a marcar el rumbo de la final: a los 38′ lograba el 2-1 y así concluía el primer tiempo.

El segundo tiempo tuvo un comienzo similar: Croacia al ataque, con Perisic como principal figura, Rakitic como bandera y la movilidad de Modric para intentar abrir espacios.

Pero chocó con Varane, el más firme de la zaga. Pavard, que había arrancado con errores y dudas, empezó a afirmarse y a mostrar el buen nivel que había lucido a lo largo de la Copa y Umtiti se mostraba más atento. Hernández creció con el partido, tuvo su actuación más destacada del torneo.

Y como Francia había jugado durante el torneo, en una ráfaga definió la final. A los 59′ un contragolpe por derecha, Mbappé que se va, el centro atrás, Griezmann que no puede controlar y el balón que le queda a Pogba. El remate al borde del área grande rebota en Modric, le queda otra vez a Pogba y con un tiro combado vence a Subasic. Francia estiraba el marcador al 3-1 y parecía sellarse el juego.

Por si fuera poco, otro contragolpe letal llegaba enseguida, a los 65′ y esta vez era Mbappé quien con un tiro de larga distancia marcaba el 4 a 1.

La cara y el festejo de unos; la desazón de los otros, presagiaban un final muy anticipado. Sin embargo, en pocos minutos un error grave del arquero Lloris le dio suspenso al partido. Tras recibir de Umtiti, paró la pelota, tuvo tiempo de sacar el despeje fuerte, pero prefirió enganchar ante la presencia cercana de Mandzukic. Tal vez el score abultado, el exceso de confianza, la suficiencia y el error conceptual de no entender que ganaban por 4 a 1 NO por el fruto del juego excelso sino por la eficiencia y la SERIEDAD de como encarar este partido (y todos los que se jugaron). Esa confusión de no recordar como habían llegado a la final y al 4-1, lo llevó al arquero a intentar la gambeta en el área chica ante la presencia del delantero croata: conclusión, se la tocó Mandzukic y la pelot se fue derechito al gol.

Croacia estaba liquidado y el error de Lloris lo puso en partido. Pudo haber sido caro. Pero la defensa se sostuvo, Pogba se hizo dueño del balón y Francia contó con varios contragolpes para aumentar. Mientras Croacia ya no tenía más piernas ni cabeza para intentar el partido. Esa “ayuda” le dio un poco más de decoro al resultado, pero el cuerpo ya estaba entregado. Lo habían dado todo en los tres partidos anteriores de playoff y en los 45′ iniciales de la final. Ya no había fuerzas ni pensamientos para buscar la hazaña.

Francia gritó Campeón del Mundo por segunda vez en su historia. Y ya tiene 3 finales en los últimos 20 años. Empezó a sembrar su camino. A entender el juego. A enterrar para siempre la pavada que algunos le endilgaban en cuanto a su temperamento. Si algunos dudaban, si otros aún sostenían esa idiotez de “pecho frío” tendrán que empezar a revisar sus fundamentos. En todo caso, tendrán que aplaudir esta Francia fría y calculadora. Si a aquella del fútbol champagne la acusaban de flaquear en momentos claves, acepten entonces a esta Francia dura y eficaz.

Ganó Francia y está muy bien. Derrochó actitud, compenetración, velocidad, buen fútbol por momentos y fue un equipo muy serio. Muy serio. Cuando salió del camino estuvo a punto de volcarse en la banquina: Ante Argentina creyó que el partido estaba cerrado cuando aún restaban 15′ y sacó a Griezmann y Mbappé. Era para golear y estuvo cerca de pagarlo caro. En la final, el error de concepto de Lloris. Con un equipo descansado, entero, también pudo salir caro.

Pero fueron dos equivocaciones (quienes no las tenemos?) que se pudieron disimular y corregir. Por lo demás, Francia fue un grandísimo campeón, con figuras como Varane (destacadísimo), Pavard, Hernández, Kanté, Pogbá, Griezmann, Mbappé y el enorme sacrificio de Giroud por la causa. Con una conducción decidida de su DT, Didier Deschamps y la planificación a medida de cada encuentro.

Otro día de gloria ha llegado. ¡Salúd Francia! ¡Salúd, Campeón!!

 

Hernán O’Donnell  

Croacia encontró el tesoro que creía perdido

Cuando Trippier metió ese golazo a los 5′, de tiro libre, con un remate bien ejecutado, parecía que a Croacia le iba a costar mucho. Es verdad que el partido recién se iniciaba, pero la imagen que se empezó a construir a partir de ese momento era la de un equipo que controlaba el juego (Inglaterra) y otro que no encontraba su posición en la cancha.

Fue un primer tiempo donde Croacia no se pudo acomodar. No podía elaborar juego, no se asociaban loas dos figuras (Modric Y Rakitic) y no tenía claridad para atacar. Inglaterra parecía que controlaba incluso con suficiencia. Y un momento clave fue la situación que no supo aprovechar Harry Kane. Primero lo tapó bien Subasic, pero el rebote no lo usufructuó: demoró el remate, se acomodó en una mezcla de suficiencia y timidez y se demoró un instante fatal para que el arquero croata y el poste le impidieran el segundo gol.

En esa jugada se desnudó una limitación que a veces surge en los equipos, en partidos decisivos: el miedo a ganar. Así como Alemania destrozó a Brasil en la semifinal de la Copa del Mundo de la FIFA-Brasil 2014 y liquidó al local por 7 a 1, donde convirtió en las primeras tres llegadas sin perdonar ni ruborizarse, en este partido pareció que a Inglaterra le faltó determinación. No tuvo instinto asesino. Vio sangre y no se animó a liquidarlo.

De a poco se metió atrás. Y Croacia, que había estado muy desordenado, de a poco se empezó a acomodar en el partido.

En el segundo tiempo, Croacia vio que si se animaba, lo igualaba. Entonces fue. Con fútbol y vergüenza deportiva. Soltó a Perisic, a Vrsaljko por derecha, se adelantó Modric, se multiplicó Rakitic y Lovren se agigantó en el fondo.

A los 67′ un centro desde la derecha fue aprovechado por Perisic, quien se anticipó con la pierna levantada a la cabeza de Walker (en el límite de la jugada peligrosa) y empató el partido.

A partir de allí, se agigantó Croacia. El gol le dio un empuje, una fuerza y un optimismo que lo llevó a dominar el partido. lo tuvo Perisic, y el poste le dijo que no. De contra lo tuvo Lingard, pero su remate fue desviado. Y el partido se volcó hacia un sólo lado. Croacia apretó e Inglaterra se petrificó. Lo pudo ganar en los 90′, pero el partido ya tenía un dominador.

Croacia no se detuvo y a los 109′ Manzukic sentenció la serie, tras una habilitación de Perisic y un quedo tremendo en la defensa inglesa. Y, tal como aprendieron la mayoría de los equipos del mundo, ya no se jugó más. Porque cada interrupción era motivo de un freno a la continuidad del juego. Si era a favor de Inglaterra, croacia no dejaba reanudar. Si era a favor de Croacia, se demoraba hasta el límite en retomar el juego. Todo se hizo cortado, interrumpido, enfriado. Sucedió en Francia-Bélgica. Pasa en todos los partidos del mundo.

Croacia parecía que se perdía en el mar de la semifinal. Pero entre el pecado de Inglaterra y su fe renovada cuando vio que el partido podía ser, soltó amarras, derrochó optimismo y se la jugó hasta que encontró el tesoro que parecía haber perdido al comienzo del partido.

 

Hernán O’Donnell 

Francia ganó la batalla de San Petersburgo

Y el apelativo a la “batalla” no está referido a un partido luchado o combativo; no. Está vinculado a la intensidad, a la gran entrega de los equipos, a la experiencia física y futbolística que propusieron Francia y Bélgica en la primera semifinal de la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018. Un partido tremendo, intenso, emotivo, maravilloso. Inolvidable. Jugado con todos los valores que este deporte puede ofrecer. Por eso lo definimos como una “batalla”. O aunque cualquier otro nombre que se acerque al grado de intensidad y ritmo que tuvo este juego, le va a quedar muy bien.

Al minuto de juego, avisó Francia. Salió como un rayo por derecha Mbappé, una de las grandes figuras de la noche, y sacudió a la defensa belga. A partir de allí, el torbellino de emociones no se detendría.

Bélgica se ordenó con línea de cuatro, pero con el detalle de tener a Feralini bien cerca de Pogbá, para tapar el inicio del juego francés. Después, trataba de armar juego a partir del talento de Hazard, De Bruyne y la potencia en atque de Lukaku.

Del otro lado, el esquema clásico que propone Didier Deschamps. Lloris (de notable actuación), Pavard (eficaz e inteligente como siempre), Varane, Umtiti (ambos de gran segundo tiempo) y Hernández (El Lizarazu de este equipo); Pogbá, Kanté y Matuidi; Mbappé, Giroud (de enorme sacrificio) y Griezmann. Los que no mencionamos entre paréntesis fueron claves en el desarrollo. Los tres volantes para manejar el juego. Mbappé para asustar en cada aparición. Griezmann para conducir los contraataques y la pelota parada.

En ese contexto, Bélgica tuvo un poco (sólo un poco) más de dominio en el primer tiempo. Pero en cada situación que tuvo, apareció Lloris. Y cuando Pavard surgió sólo para convertir, estuvo Courtois. En la noche de Rusia, los arqueros mostraron un altísimo nivel.

En el inicio del complemento, llegó la definición. Iban sólo 50′ y el corner desde la derecha que ejecutó Griezmann fue muy bien aprovechado por Umtiti que le ganó en el salto a Ferlaini y de cabeza marcó el gol que definió el partido.

A partir de allí, el drama, la gloria y todo lo que encierra un partido definitorio. Bélgica que no se rendía, el ingreso de Mertens y carrasco para darle más aire por los costados. Francia que se empezó a replegar y a regular los tiempos. Firme Varane para conducir a la defensa. Atento Pavard para marcar y salir. Inteligente Kanté para cubrir todos los espacios. Y el sacrificio de todos.

De contra, Francia pudo ampliar el marcador. Una genialidad de Mbappé lo dejó solo a Giroud, pero su remate de zurda fue tapado por Alderweireld. Después, un contraataque que Tolissó quiso definir, pero se encontró con Courtois. Y al final, otro remate de Griezmann que contuvo el arquero belga.

Claro que Bélgica apretó mucho después de sufrir su gol; pero siempre encontró una pierna de la defensa francesa que interrumpía su camino. Y, si no, estaba Lloris, de magnífica labor.

Francia se quedó con la batalla de San Petersburgo. Le costó muchísimo, pero supo trabajar el partido, enfriarlo al final, cortarlo, dormirlo y asegurarlo. Había marcado la diferencia y se aferró a ella para cumplir el sueño de jugar la final.

 

Hernán O’Donnell

En la tierra del vodka, Francia juega el fútbol champagne

Francia fue dueño del partido de principio a fin. Tomó la pelota desde el primer minuto y volvó el juega hacia el área de Uruguay. Con la firmeza de sus defensores, fuertes Varane y Umtití, prolijo y eficaz Pavard para desprenderse por derecha, inteligente Hernández por izquierda. Los cuatro iban y empujaban. Entonces Kanté se lucía en su función de volante central, Pogba se hizo dueño de la pelota y entre Mbappé, Griezmann y la inteligencia de Giroud (un fénomeno de pivot), el partido se jugó cerca de Muslera.

A los 40′ llegó la apertura del marcador: Centro desde la derecha, aparición de Varane y golpe de cabeza para derrotar a Muslera. 1 a 0 y la situación que tuvo Uruguay con el cabezazo de Cáceres y la tapada de Llorís que Godín no pudo conectar. Era la primera chance de Uruguay, sería la última.

En el segundo tiempo se definió todo muy rápido. Uruguay intentó salir, pero se notó mucho la ausencia de Cavani. Y neutralizado Suárez, pco peso le quedaba en la ofensiva. Para colmo, a los 60′ vino el remate de Griezmann, Muslera no la puede contener y el 2 a 0 que parecía cerrar todo.

La media hora final fue una película que se consumió de a poco; Francia con la tenencia del balón, el toque permanente y el eje puesto en Pogbá. Gran tarea de Griezmann en la conducción y la inteligencia táctica de Olivier Giroud para coordinar en los ataques. El toqueteo repetitivo y la impotencia de Uruguay, que no contó con ninguna posibilidad clara en el segundo tiempo.

Ganó Francia con justicia y claridad. Manejó la pelota, los tiempos y el control del juego. Sacó a relucir el fútbol champagne y espera poder continuar con el descorche en los partidos que quedan.

 

Hernán O’Donnell 

Brasil ríe y canta

Ríe y canta. porque ved muy claro el cielo, cuando abre la ventana de la Copa del Mundo de la FIFA-Rusia 2018. Observa un cielo diáfano y cree que el peligro pasa, se desvía…eliminado Argentina, afuera Alemania, si continuar España…Brasil cree que es su moneto, aunque alguien debería advertirle que aún están Francia, Uruguay, Bélgica, Inglaterra, la misma Suecia. Rivales muy peligrosos. Pero Brasil confía en su equipo, en el crecimeinto y en esta notable racha que ha construído a partir de la llegada de Tité: jugó 25 partidos. Recibió sólo seis goles durante esta temporada. Esta es su tercera victoria consecutiva por 2-0. Parece encontrar un rumbo difícil de parar.

Ante México consiguió una victoria dura, trabajosa, elaborada. Sufrió por momentos el partido; México se lo planteó de igual a igual y hubo varios episodios complicados en la primera etapa.

México fue rápido, presionó alto e intentó llegar con transiciones veloces. Brasil, más directo, más realista: derecho al arco y remates, en general bien controlados por Guillermo Ochoa.

En el complemento se abrió el juego. A los 51′ marcó Neymar. Elaboroó una buena combinación con Willian y remató al arco para abrir el score. Brasil había elaborado más de 10 llegadas, más allá del esfuerzo de México podía pensarse en esta posibilidad.

y siguió Brasil con su ritmo; para México, el esfuerzo se veía en el cansancio que acumulaban sus futbolistas. La dinámica del “Tri” ya no era la misma y la “verdeamarhela” dominaba el control.

A los 88′ llegó el segundo: Un remate de Neymar que Ochoa no pudo controlar y el rebote le quedó a Roberto Firmino, quien señaló el 2 a 0 que iba a cerrar el marcador.

Brasil ríe y canta. se le abrió el cielo de Rusia, los cucos ya no están y su gente sueña con levantar la Copa, una más…

 

Hernán O’Donnell 

 

El fin de una pesadilla

Muchos, en ese juego de palabras que siempre buscamos los periodistas, volaron del sueño a la pesadilla. Hicieron hincapié en que el Mundial se vivía como una gran ilusión, un sueño, definitiva, y la derrota con Francia lo transformó en una pesadilla.

Creemos que esto no fue así. Que en verdad los últimos pasos, los últimos años y sobre todo los últimos meses y días de la selección argentina fueron una verdadera pesadilla y la derrota ante Francia puso fin a ese mal sueño que parecía no tener fin. Como esas pesadas noches que uno no logra despertar y cuando lo hace piensa “menos mal que fue sólo una pesadilla…” Así fue el camino de la Argentina en los últimos tiempos.

Una  dirigencia muy dividida, que nunca pudo reacomodarse tras el fallecimiento de Julio Grondona (ocurrido hace ya casi cuatro años), que se desangró en luchas de poder basadas en alianzas y traiciones, de recelos y desconfianzas mutuas pero que nunca nadie pudo poner orden ni llevar una conducción aunque sea sobria y clara.

Así pasaron Luis Segura, el empate en 38, Armando Pérez, ahora Tapia con la cercanía de Angelicci…

Un cuerpo técnico que se fue asqueado (el de Gerardo Martino), otro que entró en puntas de pie (Edgardo Bauza) y no pudo ni siquiera saludar y un tercero (Jorge Sampaoli) que puso muchas condiciones para firmar (de trabajo, duración y económicas) y se quedó sin recursos enseguida, devorado por un plantel dominante y contagiado por algunos factores externos que juegan su partido.

Aquí entra la responsabilidad del plantel. Que no confía en el conocimiento del DT (ni de este ni de los anteriores; apenas un poco de Sabella y un poquito de Martino), que parece sólo respetar a tres o cuatro entrenadores en el mundo (Guardiola, Mourinho, quizás Ancellotti) y no muchos más, que creen en que pueden sostenerse en la autogestión y quem en ese accionar, no respetan el mínimo de consideración hacia la autoridad.

En ese combo, fracasan todos. Dirigentes en la guerra despiadada de poder, entrenador que se aferra al cargo ( y sobre todo a los billetes) sin margen pero que no lo soltará por más que su figura haya sufrido un desgaste descomunal y jugadores que hicieron una paupérrima Copa del Mundo, desaprovechando una quizás última oportunidad.

Argentina tiró una hermosa posibilidad. No se dieron la mano, no se dieron tregua, no reflexionaron ni se dieron la chance de jugar la carta que les quedaba. Se vieron superados por un rival mejor, porque en todo esto también juega que Francia cuenta con mejor equipo y obtuvo una victoria clara y merecida, sostenida en la defensa con Pavard (algunos lo descubrieron ahora, había brillado en la primera fase), Varane y Umtiti; dos cracks como Kanté y Pogba, y un ataque formidable con Griezmann, Giroud (a quien elogiamos desde los tiempos en que salió campeón de la Liegue One con Montpellier en 2012) y Mbappé, de sobresaliente partido.

Francia fue mejor y ganó bien. pero si uno analiza que aún en el descalabro y el estado de crisis típico argentino, la selección consiguió tres goles, esto quiere decir que con un poco de orden y mucha más humildad el equipo estaba para más.

Eso faltó: orden y humildad. Todos pusieron su granito de arena para que faltara eso. Todos colaboraron para que sobrara lo contrario. desorden y soberbia.

Una pena. La Argentina nunca advirtió que había que dejar de lado todos los egoísmos para jugar un Mundial en equipo y hacer una campaña que, con sacrificio, seguro iba a ser mejor.

La derrota con Francia le pone fin a la pesadilla. Pongamos en marcha el sueño rumbo a Qatar 2022. Para empezar tomemos todos un baño de humildad. Olvidemos los egoísmos y no actuemos como si fuéramos cada uno el dueño de la verdad. Démonos la oportunidad.

 

Hernán O’Donnell

La hora de la verdad

Como se repite desde hace algunos años, ahora empieza el momento de la verdad. Incluso, muchos patentaron que “El Mundial empieza en octavos”, frase que no compartimos, pues entonces para que se juega la primera ronda?; o para que se agregaron equipos? Para eso volvamos a los 16 equipos originales, aquellos que jugaban el Mundial en los años ’70…

Pero lo que sí es cierto es que ahora no hay desquite. Ahora es ganar o volver a casa, con el dramatismo agregado de la prórroga y los penaltis. Y en ese cuadro, la Argentina arranca con una dura prueba: Francia.

El equipo que jugó una buena primera fase, y que se alimenta de grandes jugadores: Varane, Umtiti, Kanté, Nzonzi, Mbappé, Griezman, Matuidí, Giroud…una constelación de estrellas, que para muchos, es el gran candidato a llevarse la Copa.

“La gran fortaleza que tiene Francia tiene que ver con la velocidad en las transiciones. Es muy sólido en defensa donde recupera y sale rápido. A partir de ahí tiene muchos goles de tres o cuatro toques”, dijo Jorge Sampaoli, donde destacó a Griezmann y a Olivier Giroud.

Enfrente, el equipo que todos temen. Argentina. Con sus altibajos, sus idas y vueltas, sus discusiones internas y todos los problemas que, siempre, pero siempre, lo potencian. Porque la idiosincracia argentina funciona así: con miles de problemas que al final son el mejor combustible para que la maquina arranque.

Y cuenta con un as envidiable: Messi. “Francia tiene un plan para neutralizar a Leo y nosotros tenemos un plan para potenciarlo”, dijo Sampaoli en la conferencia previa al partido.

“Estoy muy confiado en la capacidad que tienen mis jugadores para manejar los tiempos del partido. Si nosotros tenemos el control de los tiempos y de los espacios, vamos a hacer muy complicado el desplazamiento de Francia”, analizó el entrenador.

Y buscó algunas claves del partido: “Argentina deberá hacer diferencias desde el juego”, señaló.

Llegó la hora de la verdad. Argentina se enfrenta con una potencia en el camino hacia la Copa del Mundo. A partir de ahora todo lo que vendrá, será merecido.

 

Hernán O’Donnell

Colombia sudó la gota fría…y se clasificó

Así es el fútbol. Hasta el increíble minuto 60′, Colombia igualaba 0-0 con Senegal y estaba afuera. En ese momento, Polonia le convirtió un gol a Japón, y le dio un empujoncito a los sudamericanos: subían al segundo puesto, detrás de los africanos. En el minuto 73 llegó el gol de Yerry Mina: Colombia ya pasaba a ganar el partido 1 a 0, a ser primero del grupo y Senegal se quedaba afuera porque igualaba en todos los aspectos tradicionales con Japón, pero la nueva instancia de desempate, el “Fair Play”, el juego limpio, favorecía a los orientales. Increíble. En pocos minutos, el tercero pasó a ser primero. Y el primero se quedaba afuera…

Un primer tiempo muy adverso para Colombia. Muy complicado, con dificultades para superar al adversario, sin ideas en ofensiva y si peso en la mitad de la cancha. Sin generar fútbol, con un Senegal más rápido y más metido en el partido.

Los africanos supieron entender de que se trataba y salieron con mayor decisión. Aprovecharon la velocidad de Mané y apretaron a Colombia contra su arco.

Y por si fueran pocos los problemas, a los 30′ se tuvo que ir James Rodríguez con un problema físico y el reemplazo por Muriel. Y Senegal, con Mané, Balde, Niang y Sabaly le imponían ritmo y velocidad a cada contraataque: no resistía la mitad de la cancha de los sudamericanos y los atoraban en la última línea.

El segundo tiempo trajo una ayuda inesperada: Iban 60′ de juego cuando se escuchó el gol de Polonia. Se levantó el público colombiano y celebró el momento, mientras el equipo no podía encontrar el rumbo. La tranquilidad de afuera no se trasladaba adentro; el equipo de José Pekerman seguía sin hacer pie en el partido y sufría a Senegal.

Y cada contra de Mané era un tembladeral para los “cafeteros”; las zozobras se manifestaban y se aguantaba más de lo que se jugaba…

Y a los 73′ el gol inesperado: corner desde la derecha con el pie izquierdo de Quintero, cabezazo de Yerry Mina y con un fortísimo cabezazo abría el marcador. Colombia pasaba, en pocos minutos, de estar eliminado a quedar primero en el grupo. Y era Senegal el que empezaba a sufrir el partido y el futuro. Así es el fútbol.

Colombia se refugió entonces cerca de Ospina. Acumuló gente y defendió con uñas y dientes la ventaja. Se abrazó al resultado y lo consiguió. Sudó la gota fría y se clasificó…

 

Hernán O’Donnell

 

Suecia, y el fútbol en serio

Es un equipo, un seleccionado, que está habitualmente en las Copas del Mundo. Que no es una potencia, está claro, pero que de vez en cuando dice presente, lo cual ya es un mérito muy grande porque no es fácil ni sencillo clasificarse en la zona de Europa. Hay muy buenas selecciones y pocas plazas en proporción a los que tienen nivel y merecen llegar a un Mundial. Les ha sucedido a Holanda y a Italia quedarse afuera; en otras ocasiones no pudo entrar Inglaterra; o España, antes de ser la potencia que es. Sin embargo, Suecia se las rebusca para estar seguido. Y para hacer buenas campañas: el segundo puesto en 1958, el tercero en 1994. Y cuando se clasifica, generalmente es un hueso duro de roer.

Y esta vez volvió a sorprender al mundo; sin sobrarle nada, con mucho esfuerzo y sacrificio, consiguió la clasificación después de haber hecho una muy buena prim er fase. Victoria merecida ante Corea por 1 a 0 (hubo un penal en el primer tiempo que no le sancionaron, además del que sí cobraron en el segundo tiempo y fue el gol), derrota sobre la hora con Alemania (no le sancionaron dos penales, uno en cada tiempo) y este triunfo contra México.

Un equipo que se sostiene en el arquero Olsen y la zaga central de Lindeloff y Grandqvist, fuertes y seguros en lo alto, pero que la clave está en la lucha de los volantes: Larsson y Ekdal, dos motores en la mitad de la cancha, acompañados por la creatividad de Forsberg, y la movilidad del centreforward, Berg.

Así construyeron una victoria enorme, con mucho sacrificio y tesón. Y ganó el grupo!; queda mucho por delante, pero los jugadores sueñan con algo grande.

Ahora empieza la fase definitiva. Ganar o volver a casa. Suecia se sostiene en los detalles señalados, pero lo fundamental es el enorme espíritu deportivo, en el sentido colectivo de su juego, en el esfuerzo y la garra sostenida, los movimientos grupales para reemplazar la ausencia de jerarquía individual, el gran sentimiento grupal que los lleva a sostener al compañero Jimmy Durmaz, castigado por demás por su error ante Alemania.

Esa es la clave de Suecia: un grupo que sostuvo al compañero en dificultades, porque “todos para uno y uno para todos” es el ejercicio y el sostén de este equipo.

 

Hernán O’Donnell

Argentina se metió en la Copa del Mundo

La imagen que queda, las palabras que forman el relato, los comentarios y análisis se acercan a la épica del heroísmo, a la hazaña y a la victoria agónica que implica una buena dosis de sufrimiento. Pero la victoria argentina estuvo lejos de esos condimentos, más allá del gol de Marcos Rojo que llegó a los 85′ y parecía que la clasificación a los octavos de final no se iba a conseguir. Es cierto que el reloj empezaba a apretar, pero restaban 5 minutos y unos 6 que debían adicionarse (al cabo fueron 4), pero el desarrollo del partido había sido muy favorable a la Argentina y la sensación de que el gol caía, también rondaba la noche de San Petersburgo.

A los 14′ Marcos Rojo cortó un avance de Nigeria en un anticipo bien logrado, el pase al medio y la habilitción a Leo Messi quien controló con el muslo izquierdo y sacó un derechazo cruzado, tremendo, que abrió el marcador.

Argentina tenía orden, sacrificio y mucha actitud para jugar el partido. Se mostró firme en defensa, salió largo y seguro, sin arriesgar cuando no era necesario. Después tuvo juego en la mitad de la cancha a partir del buen transporte de Banega y la velocidad y habilidad de Di María por la banda izquierda; el “Pipa” Higuaín se movió muy bien en el frente de ataque y claro, Messi hacía girar el juego por todo el campo. El dominio y el control del partido era tan claro que nadie imaginaba un complemento diferente.

A los 51′ un leve agarrón de Mascherano en el área fue sancionado con penal que Víctor Mosses transformó en el 1 a 1. Los nervios bajaron de las tribunas, y el equipo empujó con mucha determinación, Perdió orden, tal vez, pero no se entregó. Se desprotegió en defensa, pero no claudicó en la lucha. Sufrió un par de contragolpes de Nigeria, pero el equipo mantuvo la mentalidad ofensiva. Entró Pavón y contagió con su habilidad y velocidad. Lo tuvo Gonzalo Higuaín, el remate se fue alto. Un par de centros cruzados que no encontraron el pie que lo empujara. Y el ataque sostenido, con la cara ensangrentada de Mascherano, con la ayuda de Meza y el “Kun” Agüero para sumar presencia en ataque.

Y la pared de Pavón con Mercado, el centro al corazón del área, la aparición de Marcos Rojo para meter el derechazo y el 2-1 cuando faltaban 5 minutos…

Argentina gritó la victoria merecida cuando el partido entraba ya en su tramo final, en el ingreso de la agonía, cuando el reloj comenzaba a apretar. Argentina encontró el premio justo, porque se lo va a recordar a este partido como el encuentro de la hazaña, de la épica, del golpe final, pero lo cierto es que la Argentina jugó su mejor partido en lo que va de la Copa del Mundo, dominó durante la mayor parte del tiempo, generó varias situaciones para convertir y un “penalcito” lo puso en aprietos.

Se podrá apelar a todo tipo de emoción, pero lo que deja esta victoria es que la Argentina puede ser, en realidad lo es cuando se lo propone, un equipo serio y de temer, que puede vencer a cualquier rival y llegar a lo más alto del camino.

 

Hernán O’Donnell