Fue el grito desahogado, el que estaba a flor de piel. El que se presumía desde hace un buen tiempo, cuando la selección Argentina comenzó un ciclo ordenado, prolijo, con un cuerpo técnico que no reunía experiencia en la conducción de un plantel internacional, pero sí reunía vivencias y acumulaba centenas de partidos internacionales, de haber sido jugadores en los Seleccionados desde los juveniles hasta los mayores. De haber disputado Mundiales de todas las categorías: Sub17, Sub 20, y los grandes. Ese grito final con el penal que convirtió Gonzalo Montiel, liberó angustias, aflojó tensiones, y llevó a la Argentina a ganar la Copa Mundial de la FIFA-Catar 2022, la tercera de su rica historia, que se suma a las ganadas en Argentina 1978 y México 1986.
Argentina había sido más a lo largo de los ciento veinte minutos de juego, pero este juego tiene tantas sorpresas escondidas, que debió ir al alargue y luego a la serie de remates desde el punto del penal. Y tuvo que llegar a ese tiro final y decisivo, para celebrar y gozar. El penal decisivo, el que cerró una tarde de locos.
El mundo se había paralizado. Faltaban dos horas para que la Argentina y Francia jueguen la Final de la Copa Mundial de la FIFA-Catar 2022, y no había otra actividad en el planeta que no estuviera vinculada al partido. Las plazas de la República Argentina se llenaron de gente que pretendía ver el partido en pantalla gigante y compañía de compatriotas, para gozar y sufrir juntos. Habían proliferado las reuniones familiares, abrieron bares para llenar de bebidas y pasión en las mesas. Otros prefirieron cerrar para darle a sus empleados el día libre y que lo vean como quieran. Las bocinas y los gritos dominaron la mañana argentina, hasta que se empezó a acercar la hora del partido, y la tensión, la angustia y la expectativa jugaron su partido. Así, en cada rincón del mundo; cada vez que hay un acontecimiento de semejante magnitud. Claro que en muchos lugares la vida siguió igual, pero ese efecto que vivimos los países finalistas, se reflejó en cada aldea en la que se respira fútbol.
La ceremonia de Clausura, la música y el color. Las leyendas en los palcos de la FIFA, con estrellas de todas las épocas. Ex campeones del mundo. Figuras del espectáculo, de la dirigencia deportiva, líderes políticos. Todos, en esa inmensa galería de vanidades y egolatrías que es un palco de una tribuna deportiva.
La Argentina comenzó con Emiliano Martínez; Nahuel Molina, Cristian Romero, Nicolás Otamendi y Nicolás Tagliafico; Angel Di María, Rodrigo De Paul, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister; Lionel Messi y Julián Álvarez.
El equipo de Didier Deschamps formó con Hugo Lloris; Jules Koundé, Raphal Varane, Dayot Upamecano, y Theo Hernández; Tchouameni y Rabiot; Dembelé, Antoine Griezmann y Kylian Mbappé; Olivier Giroud en el centro del ataque.
Y cuando la pelota empezó a rodar, se acabaron las especulaciones. Francia no fue el equipo que mostraban sus antecedentes. Cauteloso, dubitativo, con llamativos errores en el manejo de la pelota. Errático Theo Hernández cuando pretendía salir por izquierda, desprolijo y falto de ubicación Griezmann, livianos Varane en defensa y Olivier Giroud en ataque, sólo la fuerza y determinación de Dayot Upamecano sostenía al equipo. La Argentina, en cambio, se mostraba concentrada, atenta, y cuando olió sangre, fue a buscar el partido. Hizo sentir el rigor de los centrales, Cristian Romero y Nicolás Otamendi, metió fuerte en el medio, Mac Allister supo darle buen destino al balón y Messi empezó a surcar la cancha, con buena ubicación y excelente lectura del juego.
A los 22′ Angel Di María encaró por izquierda, superó con un buen enganche a Dembelé, entró al área, y se cayó ante un contacto del propio Dembelé. El árbitro Szymon Marciniak sancionó el penal, y Leo Messi ejecutó con frialdad, para poner el 1-0 a favor de Argentina.
Fue el momento en que la selección se afirmó en el partido. Lo interpretó. Cedió unos metros de terreno, se agazapó y esperó que Francia intentara algo, para salir rápido de contragolpe. Así llegó el segundo gol. Una escapada por derecha, el contraataque veloz que empezó en de Paul, siguió en Messi, después Julián Álvarez, el balón cruzado para Di María, y Angelito resolvió con un remate cruzado, ante la salida de Hugo Lloris, a los 35′ de juego, para poner el partido 2-0 a favor de la Argentina.
Argentina era la dueña del partido, Francia no hallaba ningún camino para equilibrar el partido. Era un equipo perdido y superado por un rival motivado, que, aún con errores en el manejo del balón, tenía la “manija” del partido.
Didier Deschamps hizo una lectura correcta de la situación, y a los 40′ decidió hacer “cirugía” en su equipo. Sacó a Dembelé y a Olivier Giroud, que habían hecho una muy pobre actuación, y puso en su lugar a Kolo Muani y Thuram. Este último fue de extremo izquierdo, y Mbappé pasó al lugar del centro del ataque.
El segundo tiempo fue parecido al final del primero. Argentina estaba bien parada en la cancha y controlaba los ataques, aislados, de Francia. A los 63′ Lionel Scaloni efectuó un cambio: Marcos Acuña ingresó en lugar de Angel Di María, que había aparecido por la derecha en los primeros minutos del complemento.
Argentina amenazó con un par de llegadas que pudieron liquidar el partido. Pero le faltó un poco de precisión en la puntada final. Y, de a poco, Francia comenzó a animarse un poco más. Sobre todo cuando se aproximaba el final y surgieron algunos olés anticipados de la tribuna. Es que parecía liquidado el partido, pero aún faltaba lo mejor. A los 70′ Didier Deschamps volvió a meter mano en su equipo; Comavinga entró por Antoine Griezmann, de buen Mundial pero de mal partido en la final, y Comán ingresó en lugar de Theo Hernández, también de buena Copa en general, y deslucido partido final.
Creció el equipo europeo. Parecía perdido, pero encontró una soga que le dio vida. A los 78′ se escapó Kolo Muani por izquierda, se metió en el área y Otamendi lo derribó, penal que ejecutó Kylian Mbappé, a los 79′, para poner un poco más ajustado el marcador. La Argentina quedaba adelante por 2-1, y aún restaban unos minutos por jugar.
Y enseguida llegó la igualdad, con una buena jugada colectiva que Mbappé coronó con un golazo, a los 80′ de juego. 2 a 2, y un final increíble, cuando parecía que la Argentina lo tenía resuelto. Hasta hubo una falta dentro del área de Romero a Thuram que el juez no advirtió, y sancionó con amarilla al delantero francés.
Gonzalo Montiel entró por Nahuel Molina para comenzar el alargue. A los 94′ Fofana reemplazó a Rabiot, que alternó buenas con malas. A los 99′, Leandro paredes ingresó por Rodrigo de Paul, y Lautaro Martínez entró en lugar de Julián Álvarez. El cansancio se acumulaba y el agotamiento llegaba a los futbolistas.
Terminó sin novedades el primer tiempo de la prórroga, y llegaron más emociones, porque Messi convirtió, tras una cesión de Lautaro Martínez, que puso el 3-2 a los 108′ de juego.
Los festejos fueron largos, los abrazos, los gritos de los relatores…parecía el final feliz del cuento, porque faltaba poco y Francia parecía agotar fuerzas, cuando Varane sacó un balón al lateral y pidió el cambio, agotado y acalambrado. Lo reemplazó Konaté, a los 112′. Después, Scaloni quiso cerrar la defensa e hizo ingresar a Germán Pezzella en lugar de Alexis Mac Allister. El tiempo se agotaba, Argentina estaba otra vez adelante en el marcador, pero una vez más los duendes del fútbol entraron a la cancha.
Una mano de Montiel, a los 118′, determinó un penal agónico para los europeos, que Kylian Mbappé convirtió en gol, para igualar 3-3 el partido.
Lo pudo ganar Francia, sobre el final, con una entrada de Kolo Muani que Emiliano Martínez tapó con su pierna izquierda. A los 120′ Disasi entró en lugar de Koundé, mientras que a los 120+1′ Paulo Dybala reemplazó a Nicolás Tagliafico, con la misión de ejecutar uno de los penales, en la serie de definición que se aproximaba.
Y fue una serie que pasó más rápida que los nervios pudieron jugar su partido. Convirtió Mbappé, luego igualó Messi. Martínez le atajó el tiro a Comán, Paulo Dybala convirtió con un tiro al medio, y la Argentina quedó 2-1 arriba. Desvió Tchouameni, Paredes ejecutó con éxito, y la Argentina quedó adelante por 3-1. Ya estaba. En la cuarta serie Kolo Muani hizo el gol con otro tiro fuerte y al medio. 3-2, Argentina. Tenía que patear Gonzalo Montiel, si lo hacía, Argentina era campeón…Y no hubo ni tiempo de pensar, porque Montiel tomó carrera, Lloris fue para el otro lado y se desató un festejo interminable…
Argentina, otra vez, Campeón del Mundo. En un partido tremendo, cambiante, intenso, Argentina sacó la diferencia en la serie de remates desde el punto del penal. Había sido mucho mejor en el primer tiempo, lo pudo liquidar al comienzo del segundo, se quedó al final y en una ráfaga se lo igualaron, casi lo pierde al final en la jugada de Thuram, sacó ventaja en la prórroga, se lo igualaron cuando todo parecía concluir, lo salvó “Dibu” Martínez en la agonía, y lo volvió a salvar en los “penales”, amén de la certera ejecución de los pateadores.
¡Argentina Campeón del Mundo! Como en 1978, como en 1986, ahora en 2022 suma la tercera estrella, que además están acompañadas por las finales jugadas, que aún sin tener el resultado deseado, valen como lo que son, una medalla de plata. Por eso, también el recuerdo honorífico a los subcampeones de Uruguay 1930, Italia 1990 y Brasil 2014.
¡Argentina Campeón del Mundo! El grito que resuena en todo el planeta, de punta a punta, que envuelve y emociona, pero que también nos invita a ver el presente de nuestro deporte, de su coyuntura, de lo que hay y de lo que falta. Las victorias sirven, siempre y cuando se las entienda como lo que son, un guiño del destino, pero lo que vale es todo el camino hecho para llegar a ellas. ¿O, si se hubiera perdido en la serie de “penales” se hubiera invalidado todo el camino recorrido? ¿Nada hubiera servido? ¿Solo habría críticas y nada para elogiar? Seguro que igual hubiera habido mucho por celebrar y festejar. Por eso no debe confundir el éxito, ni tampoco nos hubiera confundido una derrota. Al cabo, el mismo impostor.
¡Argentina Campeón del Mundo! Que sea el primer paso para el crecimiento, la organización, y la transparencia de nuestro querido fútbol argentino.
Hernán O’Donnell