La victoria de Internazionale en el partido de ida por 0-2, presagiaba un partido con un Milan directo, ofensivo, voraz. Un equipo que necesitaba remontar una clara desventaja en el Derbi della Madonnina, en un Estadio repleto y rugiente. Con el regreso tan esperado, y hablado, del portugués Rafael Leao, un delantero vivaz, hábil y desequilibrante. Sin embargo, el control del Milan se redujo al inicio, con varias llegadas, pero sin esa aceleración esperada, ni con un vértigo desbordante. Más bien, el equipo se afirmó con balones seguros, y la capacidad de Sandro Tonalli para encender motores y generar que el buque pueda zarpar.
El equipo de Simone Inzaghi formó con André Onana; Matteo Darmian, Francesco Acerbi, y Alessandro Bastoni; Denzel Dumfries, Nicoló Barella, Henrikh Mkitharyan, y Federico Dimarco; Hakan Calhanoglu; Lautaro Martínez y Edin Dzeko.
El conjunto de Stéfano Pioli se alistó con Mike Maignan; Davide Calabria, Malick Thiaw, Fikayo Tomori y Theo Hernández; Rade Krunic y Sandro Tonalli; Junior Messias, Brahim Diáz y Rafael Leao; Olivier Giroud.
La primera llegada del Milan fue a los 4′, con un buen disparo de Theo Hernández, de larga distancia, que se fue apenas alto. A los 9′ Olivier Goriud bajó muy bien de cabeza un centro desde la derecha, y generó un tiro de esquina a favor. Y a los 10′ Tonalli desbordó por izquierda, lanzó el centro atrás y Brahim Díaz metió un remate fuerte que Onana contuvo abajo, de manera espectacular.
Después se acomodó Inter. Con la movilidad de Barella, la inteligencia de Calhanoglu y la potencia de Lautaro Martínez, el equipo de Inzaghi tomó el control del juego. Sin inquietar demasiado al arco rival, pero con la tranquilidad de sentirse seguro en sus movimientos. Y si bien Milan volvió a llegar, a los 37′, con una buena jugada de Leao, que cerró con un tiro rasante y apenas desviado, enseguida llegaron varias situaciones del Inter.
A los 38′ tuvo un tiro libre de la izquierda, la peinó Dzeko, y Maignan controló con certeza, y a los 40′ Lautaro Martínez elevó apenas un buen remate.
Antes del cierre del primer tiempo, Brozovic entró por Mkitharyan, quien debió dejar el campo de juego lesionado, en la primera modificación del Inter.
En el segundo tiempo, el partido no varió en su desarrollo. Milan empujó, pero sin poder derrumbar la fortaleza que le construyó el Inter. Llegaron algunas variantes más. A los 63′ P.K. Kyatengwa reemplazó al lesionado M. Thiaw, en Milan. Y a los 65′, el Inter metió su segunda y tercera modificación; R. Lukaku ingresó por Edin Dzeko, mientras que R. Gosens entró por F. Dimarco.
El aliento de la gente del local se empezó a sentir cada vez más fuerte. Como si necesitara un respaldo mayor, y una inyección de optimismo para poner el partido en una suerte de armario, que lo encerrara. Por eso, cuando ya se tocaban los 70′ llegó la respuesta de la zona alta: “¡Milán, Milán!”. El marco superaba la pintura del campo de juego.
Y en ese ir del Milan, el Inter encontró un agujero y gatilló. Porque el “Rossonero” atacaba con más inercia que potencia, entonces Lautaro Martínez aprovechó una entrada libre por izquierda, y metió un zurdazo de esos que el delantero argentino acostumbra a realizar, para poner el 1-0 y empezar a definir la serie, cuando iban 73′ de juego.
Stéfano Pioli movbió el banco; Saelemaekers entró por Junior Mesías y Divock Origi reemplazó a Brahim Díaz. Pero era muy complicado abstraerse de la caldera en que el público local transformó al “Giuseppe Meazza”. El Milan se había desdibujado, entre su impotencia, la amenaza permanente de los delanteros rivales, y el grito eufórico de la gente del Inter.
Aunque la ovación mayor llegó unos minutos después; a los 84′ Joaquín Correa reemplazó a Lautaro Martínez, y el Estadio se estremeció en una sincera catarata de reconocimientos, mientras que Roberto Gagliardini ingresó en reemplazo de Nicoló Barella.
El clima ya era de fiesta. Inter se acomodó muy bien, y dejó que pasaran los minutos. Incluso tuvo una chance Lukaku, a los 90+1′, que Maignan supo desviar. Y enseguida llegó el cierre.
Internazionale finalista, una vez más, de la Champions League. Como tantas veces en su rica historia, como en los dorados ’60, o inicios de los ’70, cuando el célebre Helenio Herrera condujo con sapiencia y perseverancia a marcar una época. Una historia, que en Estambul, quiere volver a repetir.
Hernán O’Donnell