A los 90+2′ Cristiano Ronaldo tuvo la oportunidad más nítida del partido, cuando recibió una habilitación de Trincao y sacó un disparo fuerte, seco, potente, con el sello de él; con esfuerzo rechazó Hugo Lloris. Era la jugada que más nos sacudió en una noche oscura, sin brillo, con las estrellas apagadas.
Uno podía suponer que un partido que reuniría al Campeón del Mundo y al Campeón de la Nations League, iba a deparar en un juego de alto vuelo y cargado de emociones. Sin embargo, todo lo que hubo para destacar se ofreció con cuentagotas. Una constelación de estrellas que no brillaron.
Francia se apoyó en las salidas permanentes de sus laterales, Benjamín Pavard y Lucas Hernández, la posición de Kanté, la velocidad de Pogba y la tremenda dinámica de Rabiot. pero le costó enganchar el juego con los delanteros, más allá de la búsqueda de Griezmann por ser el hilo conductor, el sacrificio para pivotear de Olivier Giroud y las insinuaciones de Mbappé.
Portugal también se basó en las proyecciones de sus buenos laterales; Semedo y Raphael Guerreiro se mandaron al ataque cuantas veces pudieron, pero les costaba progresar con Bruno Fernandes y Carvalho. Joao Félix se mostraba de modo constante, en tanto Cristiano tuvo más intermitencias. Y el partido no progresaba.
Los cambios tampoco produjeron distinciones. A los 60′ D. Jota reemplazó a Bernardo Silva en la visita; a los 73′ A. Martial ingresó en la posición de Olivier Giroud en el equipo de Didier Deschamps. Más tarde, Portugal volvió a modificar su estructura: iban 79′ cuando Renato Sanches entró en reemplazo de Bruno Fernandes. A los 83′ K. Coman entró por Kylian Mbappe en el local y sobre el cierre, Portugal hizo tres cambios: ya se jugaban los 87′ cuando Joao Moutinho entró por W. Carvalho, Joao Cancelo reemplazó a Raphael Guerreiro y Trincao ingresó en lugar de Joao Felix.
Nada influenció demasiado en el desarrollo. El partido tuvo un trato prolijo del balón, un espíritu ofensivo de los dos equipos, y algunas jugadas interesantes.
Pero careció de emociones fuertes, no hubo jugadas emocionantes, se falló en la última puntada, las defensas superaron a los ataques, se diluyeron los estiletazos, no abundaron las situaciones de gol y el 0 a 0 fue el sello distintivo del partido.
Ambos se cuidaban más de lo que arriesgaban. Como preocupados por lo que dejaban atrás más que por lo que podían ver adelante. Y lucieron más firmes las defensas que punzantes los ataques. Faltaron ideas, imaginación y espíritu de aventura. Muy cerrados en sus libretos, se ahogaron en penas. Y nada pudo torcer el destino de dos equipos preparados para generar mucho más.
Las estrellas que esperábamos encontrar en el Stade de France se oscurecieron en la noche de París.
Hernán O’Donnell