Una tarde de cielo marrón…

Hay que ver esas lágrimas que caen por las mejillas de los cincuentones; hay que sentir ese palpitar fuerte de los que pisan los 40; hay que apretujarse y saltar, y cantar, y gritar, como lo hacen los jóvenes y adolescentes de “la 16”; hay que tomarse un avión y venirse desde Francia como lo hizo Lisandro Arbizu para vivir este domingo que puede ser de gloria; hay que compartir una tarde soleada de inmenso calor rodeado de grandes, chicos, adolescentes, jugadoras de hockey y alentar y aplaudir, y vivir la tarde soñada tanto tiempo; hay que emocionarse como Alejandro Galli, que agita los brazos y mira conmovido a la tribuna mientras el partido se juega en el otro lateral y falta muy poco para que termine…

Hay que entender la historia de un club enorme, que supera de largo modo el siglo de vida, que se arraigó en un barrio de Buenos Aires y supo cobijar a generaciones y generaciones de deportistas y soñadores; que fue puntal enorme en el desarrollo de muchísimos deportes en la Argentina: Fútbol, Rugby, Natación, Tenis, Cricket…Un club que salió tres veces campeón de la Liga de Fútbol, que luego se quedó con el rugby ya que adoptó la decisión de no profesionalizarse; un club que generó nadadoras como Jeanette Campbell, Medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936; que tuvo grandes tenistas, conjuntos de hockey sobre césped que regaron de esfuerzo los campos naturales y hoy lo hacen el sintético; equipos de rugby que fueron históricos, grandes campeones que en la década de los ’60 alumbraron con grandes conquistas, que en 1968 cerraron la puerta por melancolía…Hay que entender todo esto para poder ver, sentir y disfrutar la mágica tarde del sábado 15 de octubre de 2016…Vamos, subamos a la vieja tribuna del Atlético de San Isidro, apretemosnó, agarremos fuerte la bandera y vamos a vivir una jornada que promete ser memorable…

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Belgrano Athletic salió decidido a ganar el partido. Sabía que enfrente había un rival durísimo, un equipo sólido, serio y ganador; que sólo había perdido un partido en el año y que en el Top 14 había llegado a la final invicto. Un equipo, Hindú Club, que no regala nada, juega todos los partidos con la mayor seriedad y no se lo puede dar nunca por perdido. Hasta el último segundo mantiene la presión y la concentración para ganar un encuentro; lo prueba la semifinal el sábado anterior, frente a Newman.

Pero la gente del “Marrón” sentía que era su tarde. Que esta vez no se iba a escapar. Un aura de mágico optimismo rodeaba el ambiente y el público lo entendió desde que se logró el pase a la final. La semana se vivió con una mezcla de mesura y ansiedad, pero todos sabían que el club estaba ante las puertas de la gloria. Y se la esperó y acunó durante todos esos días, matizados entre los entrenamientos y los preparativos para el gran día. Por eso, por 80 minutos, Belgrano se mudó de barrio. Coparon San Isidro, metieron gente en la general hasta convertirla en un racimo asfixiante de cantos, bombos, banderas y apretujones. Se desparramaron por el sector opuesto, llenaron las plateas y desbordaron cada una de las tribunas. Y el equipo respondió. Desde la entrada en calor se veía la fiereza y la concentración de un equipo que transmitía mucha confianza.

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Desde el inicio empujó a Hindú contra su in goal; lo maniató con los forwards, empujó y tuvo buena defensa cuando evitó un try en un contragolpe que hubiera cambiado la historia del partido. No pudo aprovechar dos penales desde el centro (uno pegó en el palo), pero fue determinante su vocación, su tackle a destajo y el sacrificio de los forwards, donde una vez más se lució Francisco Gorrisen.

Los dos tries de Ferronato convertidos por Lopez Isnardi, y el descuento de Díaz Bonilla de penal cerraron un 14-3 para Belgrano que presagiaba un buen augurio. Pero Hindú nunca se rinde y salió más decidido en el segundo tiempo. Así llegó al try de Faraone que lo acercó: 14-10 para el que hacía de local. Y reaccionó Belgrano. Con un penal importantísimo de Lopez Isnardi se puso 17-10; el try de Arizaga a los 26 minutos trajo la tranquilidad: 22-10 y una diferencia grande para empezar a dejar correr la ilusión…

Y los minutos finales! Ese penal que aumentaba a 25-10!! La defensa heróica, la sangre de los forwards, ¡el temperamento de Tomás Filipuzzi!, la serenidad de Tomás Rosati, ¡lo que contagia el “Oso”!!, el ingreso del benjamín “Juanchi” Lando, el símbolo “Panchito” Cubelli y los abrazos de todos en el banco de suplentes que festejaban esas últimas imágenes de un partido que, ya sin presiones, podía durar mucho más; esos momentos difíciles de ver con nitidez, pues se nublaban los ojos y la vida se paseaba como un carrousel melancólico; porque quedaban sepultados 48 años de angustias y frustraciones, porque se metían en el cuerpo y alma de toda la familia marrón los momentos vividos, el descenso del ’82, el regreso en 1983, el surgimiento de figuras increíbles como Lisandro Arbizu o Tomás Cubelli, firmes en la tribuna para alentar a su club…

Esos minutos finales deberían quedar para siempre. Para la eternidad. Una final ganada con autoridad, sin sufrimiento, con ese último tramo que uno pedía que se detuviera allí como una foto, que no se terminara nunca, que el tiempo se congelara en ese instante, porque la victoria lucía asegurada, porque nada podía impedirla y porque invitaban al goce por un título tan esquivo, un final que permitía emocionarse y festejar, gritar y reir, cantar y llorar, y mirar al cielo, que dicen que es celeste, pero para nosotros, tal vez porque tenemos la vista inundada de emoción, hoy se tiñó de marrón…

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Hernán O’Donnell