Se sabe: Hacen del toque un culto. Del respeto por la pelota, una religión. España juega siempre de la misma manera. Y no se cansan ni se aburren. Por más que los detractores encuentren razones para criticar, muchas veces colocadas en deficiencias de marca de los adversarios circunstanciales, la selección ibérica no renuncia a su estilo ni se preocupa demasiado por los inconformistas de siempre.
Y le tocó a Francia jugar, esta vez, el papel de partenaire. Un duelo que prometía ser más equilibrado, tal vez más emocionante. Sin embargo, desde el primer instante la superioridad roja fue notoria con respecto a los hombres de blanco, dirigidos, vaya casualidad por Laurent Blanc.
Francia, que no lució su habitual uniforme tricolor sino vistió todo de blanco, sólo se limitó a esperar. A aguardar; pero el toque y toque español fue contundente: un desborde por izquierda, la entrada franca de Xabi Alonso y un cabezazo cruzado decretó el 1 a 0 cuando se jugaban 18 minutos del primer tiempo.
El resto de esta etapa sería toda española. Bajo la suela de Xavi, Silva e Iniesta, el balón siempre encontró un dueño. Los galos apenas insinuaban algo de Malouda, Benzemá y Ribery; pero no fueron profundos ni eficaces.
España mantuvo su tesitura. Su libreto. Su oficio y su convicción para llevarse la gloria, que se cerró con otro tanto de Xabi Alonso sobre el epílogo del encuentro.
Ahora se medirá con Portugal, un clásico de la península ibérica. Un choque de vecinos que siempre tiene alta temperatura. Y nombres que se conocen muy bien.
Será cuestión de preparar otro cafecito y disfrutar de un nuevo encuentro de esta vieja y querida Copa Europea de Naciones…
Hernán O’Donnell