No hubo pausa desde que el árbitro le dio “play” al partido. No hubo respiro desde el inicio del juego. No hubo piedad para perdonar errores y no hubo ni se pidió tregua en la lucha. Fueron noventa minutos de fútbol en su máximo esplendor, con un ritmo impresionante y una cantidad de emociones que decoraron toda la jornada.

Un primer tiempo imparable, con la apertura del marcador a los 4′, tras el penal que convirtió Salah con un remate fuerte y que le permitió a Liverpool ponerse 1 a 0 casi desde los vestuarios.
Pero Leeds no se amilanó; a pesar de que el local salió con fuerza y decisión, listo para acorralarlo y meterlo contra su valla, el equipo de Bielsa planteó el partido con la misma vocación ofensiva; cuando conseguía el balón iba al ataque con la mayor cantidad de hombres posibles. y así llegó muy rápido a la igualdad, tras un pelotazo largo que recibió Harrison, se fue por izquierda, superó a Alexander-Arnold en velocidad, enganchó hacia adentro para superar el débil cierre de Joe Gómez y sacó un tiro fuerte que Alisson no pudo detener. 1 a 1 a los 11′ de juego.

Liverpool respondió con el mismo planteo asfixiante, la habilidad de Mané, las proyecciones de Robertson, la dinámica de Keita y la enorme jerarquía de Salah. Y a los 19′ llegó al gol otra vez; corner desde la izquierda de Robertson, cabezazo potente de Van Dijk y el arquero Mesllier que no puede detener la potencia del balón, que lo mete a él con pelota y todo dentro del arco. 2 a 1 para el local.
Pero el vértigo no se detenía y el Leeds jugaba con el mismo atrevimiento del local; con la salida permanente de Ayling, el traslado de Phillips, buscó y llegó otra vez a la igualdad tras un pelotazo largo que Van Dijk no pudo controlar con efectividad, le dejó el balón servido a Bamford que a los 29′ puso el 2 a 2.
Y el aire se llenaba de electricidad, porque enseguida Salah volvió a demostrar por qué es, desde hace un tiempo, de los mejores delanteros del mundo. Centro desde la izquierda, rechazo parcial de la defensa y el egipcio tomó el balón sobre el borde del área para sacar un remate extraordinario, fuerte y al ángulo superior izquierdo de Meslier, y poner el 3-2 a los 32′ del encuentro.

Liverpool propuso lo mismo en el segundo tiempo; apretar bien arriba y si tenía que sufrir atrás, que sea un partido de ida y vuelta. Y continuó con esa enorme intensidad, ese vértigo tan propio de la Premier League que obligó a cambios rápidos por el agotamiento de los futbolistas. Así salió Keita, a los 58′ reemplazado por Fabinho en el equipo local, que manetnía la posición ofensiva y generaba una nueva situación a los 61′ con una combinación entre Salah y Mané y este que define mal al entrar al área.
En ese momento, Marcelo Bielsa produjo dos cambios en la visita: Rodrigo Moreno por Bamford, autor del segundo gol de Leeds, y Roberts por Pablo Hernández. También tuvo Kloop que recurrir a otro cambio por agotamiento: a los 65′ salió Henderson, de muy buen partido, reemplazado por Curtis Jones. Y en ese minuto, Leeds volvió a empatar. Buena jugada colectiva, Heider Costa desde la derecha cruzó el pase al medio y Klich apareció libre para dominar y meter un remate cruzado que marcó el 3-3 a los 65′.
Partidazo por donde se lo mire. Porque el local buscaba todo el tiempo y Leeds no se resignaba a ser un simple partenaire; si podía, se llevaba los tres puntos. Por eso tuvo una chance más, a los 75′ con un tiro libre de Phillips que se fue muy cerca del palo derecho del arquero local Alisson Becker. A los 80′ llegó el tercer cambio de Bielsa: Shackleton por Klich, también agotado en lo físico. Pero Liverpool seguía y seguía. A los 86′, una gran jugada combinada entre Salah, Mané y Firmino culminó con el remate del delantero brasileño y el pie de Koch salvó el tiro. Del corner llegó la jugada en la que encaró Fabinho y Rodrigo Moreno le cometió un evitable penal.
Así llegó Liverpool a la victoria. A los 87′ con un remate de penal de Salah, la gran figura de un gran encuentro, que puso el 4-3 final.
Quedó tiempo para el último cambio de Jürgen Kloop, a los 88′: Matip por Alexander-Arnold. Y los minutos finales que encontraron a los dos equipos tal como habían empezado. Con el espíritu intacto, la intensidad inicial, las ganas de siempre y sin dar ni pedir tregua, para sellar un partidazo que empezó y terminó a pura emoción.

Hernán O’Donnell