Cero a cero. Casi todo dicho en ese resultado. Un examen importante. Ante un rival de cierto nivel, de jerarquía, con experiencia europea. Con pasado mundialista. Y antecedentes que los avalan: un empate en Nápoles en 1990, y una victoria “amarilla” en USA 1994, con eliminación directa del equipo que dirigía Alfio Basile…
El equipo previsto, presentó Sabella: sólo la inclusión de José Basanta en lugar de Garay en la defensa. El resto, todos. Incluído el “Kun” Agüero. Y la actitud de atacar desde el comienzo.
Rumania, en cambio, elegía replegarse. Meterse en su campo, dejar que la Argentina se viniera y salir rápido de contraataque, con Maxim, Tanase y Maricá como estandartes.
En ese contexto, la mejor llegada fue de Rumania: A los 20 minutos, un cabezazo de Maricá fue desviado al corner por “Chiquito” Romero.
Y, de a poco, le perdió el respeto a la Argentina. A los 23, Maricá desbordó a Federico Fernández y lanzó un centro peligroso. Los ataques locales desnudaban un tema reiterado: las dificultades de la argentina en defensa.

Mientras, el equipo de Sabella no mostró demasiado en ese primer tiempo. Alguna pincelada de Messi, la movilidad de Higuaín y la dinámica de Di María. Poco, para pensar en el Mundial, muy poquito.
Encima, a los 32 Maxim llegó muy libre para cabecear en la cara de Romero, quien volvió a salvara a la Argentina. Y a los 36 no convalidaron un legítmo gol de Rumania, tras un centro convertio por Maricá. El asistente cobró saque de arco, aunque la pelota no había salido. Luego llegó la gran jugada de Agüero: la primera y más clara situación de Argentina en el primer tiempo. No nos engañemos: Rumania fue más en el primer tiempo, y mereció irse en ventaja.
Pantilimon, el arquero suplente que milita en el Manchester City, ingresó para jugar el segundo tiempo. Un cambio raro, poco habitual en partidos con cierta seriedad, pero estaba visto que en Rumania se habría acordado que jugaran un tiempo cada uno de los guardametas.
La imagen del primer tiempo no había sido buena; en el segundo, con más movilidad y ritmo, los dos equipos intentaron mejorarla. Sin embargo, al empeño le ganaban las imprecisiones. Y los cambios que empezaban a caer: Palacio por Agüero, Biglia por Gago, en Rumania salían Maricá, Maxim…Argentina fue más en la posesión del balón y el dominio territorial del juego. Pero le costó mucho generar situaciones de gol. y entre tanto aburrimiento, los espectadores comenzaron a hacer la “ola”…
Argentina se enredó en la telaraña amarilla, intentó abrir por los costados para llegar al arco, pero no tuvo cambio de ritmo, ni creatividad para generar peligro. Sólo una genialidad y “guapeada” de Messi le reportó una situación clara que el arquero le tapó a Lavezzi. y no mucho más. Argentina ya piensa en el mundial, aunque este partido le deja un gran interrogante.
Hernán O’Donnell