Milan y Roma siempre es un partidazo. Pero en un San Siro vacío se siente distinto. Duele la realidad, aunque hay que acostumbrarse y rezar por un mundo mejor en lo inmediato. Hay que mantener la esperanza, mientras el bendito fútbol nos trae siempre su atractivo y su belleza. Aún en un primer tiempo que resultó monótono, previsible, con pocas llegadas y un reparto en común de las acciones dominantes.
La inmensidad del estadio y el protagonismo dividido fueron la característica principal. Hakan Calhanoglu en la conducción del local, con Bonaventura y Castillejo como laderos principales; la oposición de Pellegrini en Roma, el joven Kluivert y la amenaza permanente que es Dzeko en el ataque.
A los 19′ tuvo una llegada clara la Roma, tras un centro desde la izquierda y el cabezazo de Dzeko que se fue cerca; la mejor del Milan fue una maniobra similar, el centro de Castillejos desde la izquierda, la aparición de Calhanoglu y el cabezazo que sale desviado a los 38′ de juego. El primer tiempo se cerró sin luces y un 0 a 0 que había dejado gusto a poco.
En el complemento los equipos arriesgaron un poco más; siempre intentaron llegar al área rival, y buscaban con los organizadores como ejes de la generación de juego. Después llegaron los cambios, que les entregaron un poco de refresco a la tarde calurosa de Milano.
A los 53′ A. Saelemaekers entró por S. Castillejo y el brasileño L. Paqueta por G. Bonaventura, en el local. Los dos le iban a dar movilidad y aire a los ataques del Milan. En Roma, enseguida también se movió el banco: iban 57′ cuando C. Perez entró por J. Kluivert.
La primera emoción grande del segundo tiempo llegó cuando Rebic ingresó solo por izquierda y la pierna del arquero Mirante desvió el tiro al corner, a los 64′ de juego. Y llegaron más variantes: a los 68′ el argentino Diego Perotti reemplazó a Mkhitaryan y el croata N. Kalinic ingresó por E. Dzeko.
Los cambios modificaron el encuentro, aparecieron espacios y un ritmo más intenso. No había grandes llegadas, pero el partido lucía mejorado.
El Milan creció en el dominio. Los dos ingresados fueron permanentes partícipes de las maniobras de ataque y de a poco tornaron las acciones más cercanas al arco visitante, con el empuje de Kessié, la conducción de Calhanoglu y Paquetá. Roma se quedó, más allá de que no renunciaba a avanzar, pero le costaba mucho hacerse del balón.
Entonces llegó el último cuarto de hora, con las emociones y la definición. A los 75′ hubo una serie de rebotes frente al arco de Mirante, y Rebic, en dos oportunidades remató al arco; en la segunda convirtió y así se abrió el partido con el 1 a 0. Dos minutos más tarde, el goleador le dejó su lugar a Leao, joven promesa.
Roma apeló a las dos últimas variantes para remontar el partido. Iban 80′ y A. Diawara entró por L. Pellegrini y el argentino Javier Pastore reemplazó a B. Cristante. No iban a tener muchas chances ni participación. Milan liquidó el partido con un penal de Calhanoglu a los 89′ y selló el 2-0 final.
Fue una victoria trabajada, con mucho espíritu y el ánimo de un equipo que crece, que enarboló dos triunfos consecutivos, que quiere llegar a una copa de Europa y recomponer su imagen de aquellas glorias que hoy quedaron lejanas.
Es una revelación del fútbol alemán, un equipo que da gusto verlo jugar y que tiene una propuesta clara y una identidad definida. Es ofensivo por naturaleza, ataca con casi todos sus futbolistas y aún está en una etapa de crecimiento para poder competir de igual a igual con los gigantes Bayern Münich o Borussia Dortmund. Mientras, RB Leipzig se las arregla para mantenerse en la Champions League y clasificarse para la edición de la temporada que viene.
Ante Augsburgo, en la última fecha de la Bundesliga, volvió a regalar una buena actuación, con un primer tiempo convincente, lleno de matices y, sobre todo, con una magnífica expresión individual y colectiva. Un equipo que puede presentar variantes, que modifica el dibujo táctico pero no cambia su estilo. En la última fecha le faltaron varios jugadores importantes, como el arquero Gulacsi, el defensor Klostermann, los volantes Sabitzer y Laimer, el delantero Schick. Pero nada cambió. Salió al ataque como siempre y a los 9′ tuvo una chance clara tras una buena maniobra grupal, que derivó en un pase al vacío al corazón del área para la entrada de Mukiele, cuyo remate se fue apenas alto.
Una línea de tres defensores, con Konate, Upamecano y Halstenberg. Cuatro volantes con los laterales Mukiele y Angeliño por las bandas, más Adams y Haidara por el centro, más adelantados, Forsberg y Dani Olmos, mientras Timo Werner jugó su último partido con la casaca de Leipzig como referente de punta. Al arco, el camerunés nacionalizado suizo Mvogo en reemplazo del húngaro Gulacsi.
Y le alcanzó para dominar el partido. Sacó ventajas a los 28′ cunado Haidara habilitó a Werner, quien se filtró entre los defensores, gambeteó al arquero local Koubek y definió con categoría para marcar el 0-1.
Entonces creció la visita. Se afirmó en el campo, controló el balón y empezó a manejar los tiempos y la dinámica del juego. Contó con ottra chance sobre el cierre, tras un tiro de esquina que Werner conectó abajo y su tiro se elevó demasiado, a los 44′.
Así cerró una etapa de alto vuelo futbolístico.
En el complemento el local se adelantó e intentó equilibrar las acciones; le costaba, porque Haidara y Adams se habían apropiado del balón y Olmo era desequilibrante con su velocidad. El local acudió al banco, y a los 63′ R. Oxford reemplazó a A. Hahn y S. Cordova entró por A. Finnbogason.
Tuvo un poco más de empuje, y cuando parecía impensado porque Leipzig era superior, llegó el empate. Fue a los 71′ tras un tiro libre en la barrera, el rebote lo tomó Ruben Vargas y con una comba exquisita determinó el 1 a 1 parcial.
Julian Nagelsmann movió el banco de suplentes y dispuso que C. Nkunku ingresara por Dani Olmo a los 73′. RB Leipzig necesitaba refresco, aire y dinámica para buscar la victoria.
Y llegó, tras un largo pelotazo de Angeliño, Werner disputó el balón con el defensor local Felix Uduokhai, le ganó la posición, se abrió y con un remate cruzado marcó el 1-2 a los 80′, tras la confirmación del VAR acerca de su posición cuando partió el pase que lo habilitaba.
Leipzig ganaba y se acomodaba otra vez arriba en las posiciones. Después llegaron más cambios: A los 81′ D. Borkowski reemplazó a Timo Werner, que se despidió de su equipo y se va al Chelsea, mientras que K. Kampl entró por A. Haidara; más tarde, a los 86′ T. Krauss ingresó por T. Adams.
RB Leipzig cerró una campaña formidable, llena de buenas actuaciones, con figuras destacadas, propuestas atractivas y un tercer puesto hidalgo que lo clasifica otra vez a la Champions League y lo pone ahí cerquita de los dos gigantes del fútbol alemán.
Tiene el objetivo entre ceja y ceja. Se la juega en cada partido y cada encuentro es un examen. Todos le quieren ganar, aunque le teman. Es el principal candidato y por ende, cada partido es un paso más hacia el título. Y en cada juego, el rival se propone complicarlo y tener su tarde de gloria. Lecce fue con ese objetivo, se ordenó atrás y aceleró en el contragolpe, entonces en los primeros instantes, sorprendió.
Salió concentrado el visitante y en los primeros cinco minutos tuvo dos llegadas. Juventus estaba atado, como desconectado, pero la jerarquía de sus futbolistas iban a determinar dos cuestiones importantes en el primer tiempo: la tenencia del balón y una cantidad considerable de llegadas, aunque el juego no fluyera ni fuera vistoso y relevante. A los 9′ Bernardeschi se fue por derecho y lanzó un centro que Betancur no pudo conectar.
A los 19′ Rabiot fue el que intentó desde afuera y el arquero brasileño Gabriel voló para rechazar el remate y salvó a la visita. A los 28′ un error de la defensa de Lecce que perdió el balón en la salida, le permitió a Ronaldo hacerse del esférico u probar con un tiro lejano que se fue cerca del palo izquierdo de Gabriel.
A los 31′ se fue expulsado Fabio Lucioni. Perdió el balón casi en mitad de cancha y cuando quiso recuperarlo, su pie trabó a Bentancur, que se iba solo, es cierto, pero lejos, muy lejos del arco rival y la sanción de expulsar al local pareció exagerada pues no intervino una situación manifiesta de gol ni tampoco fue una infracción violenta. Un error del juez Marco Piccinini, quien se apresuró. Una situación que influyó en el partido, pues si bien Lecce enseguida tuvo una situación a los 33′ con una jugada colectiva que culminó Panagiotis Tachtsidis con un zurdazo que salió cerca, luego Juventus sumó varias chances.
A los 40′, un corner de Dybala fue bien aprovechado por Cristiano Ronaldo, quien se escapó de la marca y su frentazo se fue apenas arriba. A los 42′, una linda pared entre Cristiano y Rabiot por izquierda continuó con el centro del portugués y Bernardeschi, que entraba solo desvió su remate afuera.
El final del primer tiempo encontraba al local más cerca del arco visitante.
En el segundo tiempo se definió el partido. Todo lo que había ocurrido en el inicio, quedó muy pronto en el olvido. Porque la Juve aceleró, aumentó el ritmo, y liquidó el pleito con autoridad. El ingreso de Douglas Costa por Rabiot a los 51′ empezó a torcer el juego. Enseguida llegó el golazo de Paulo Dybala, a los 52′, con un remate lejano espectacular que puso el partido 1 a 0 para el local.
Así, el partido comenzó a tomar su rumbo definido. Para el Lecce el encuentro se había vuelto muy complicado; con un jugador menos, sin presencia ofensiva y una Juventus que con cada variante sumaba jerarquía, de a poco todo se transformó en un monólogo.
Con el 1-0 Juventus se tranquilizó y supo que el partido, que tanto le había costado en la primera etapa, ya estaba en su poder.
A los 61′ llegó el segundo tanto con el gol de Cristiano Ronaldo de penal. 2-0 y había que ver a cuanto llegaba la diferencia. Entró Ramsey por Bentancur a los 67′ y más tarde llegó el ingreso de Gonzalo Higuain por Paulo Dybala y S. Muratore por F. Bernardeschi, cuando se jugaban 76′ del partido.
El final llegó sin problemas. Cristiano Ronaldo enganchó hacia el medio, limpió a dos jugadores y de taco habilitó la llegada de Higuaín, quien entró por la zona izquierda y con un tremendo remate de zurda marcó el 3 a 0 a los 83′.
Pero no se quedó la “Vecchia Signora”. Al ratito tuvo un tiro de esquina desde la derecha y De Ligt convirtió de cabeza cuando iban 85′ de juego, para dejara el marcador final en 4-0.
Lecce había jugado un buen primer tiempo, pero al final fue un simple “partenaire” de un equipo que desnivela por el juego colectivo y por el peso de las individualidades, que parecen no tener escollos en su camino al Scudetto en la ahora revitalizada Serie “A” del querido Calcio italiano.
30 años transcurrieron desde la última consagración en la máxima liga inglesa del Liverpool Football Club. Tres décadas de sufrimiento y frustraciones a nivel local, compensadas con títulos europeos. Generaciones de hinchas pasaron sin ver a su amado Liverpool campeón de la Premier League y conformándose con grandes temporadas y campeonatos de Europa. Sí, para los aficionados, la Champions League era un trofeo compensatorio y una vez obtenido, la ilusión y el deseo se concentraba en la liga local.
Así corrieron los años. Jugadores excepcionales como Steven Gerrard, Xabi Alonso, Luis Suárez y tantos otros estuvieron cerca de alzarse con la Premier pero algo siempre parecía faltarle. Liverpool coqueteó con el titulo en la temporada 2014/15 pero aquél resbalón de Gerrard ante el Chelsea, le cerraría la puerta en la cara a los Reds. Entonces, algo cambió en la institución y jugaron una carta fuerte: la contratación de Jürgen Klopp. El alemán reinició una rivalidad con Pep Guardiola en la que potenciaron el nivel de la liga y protagonizaron la pelea mas pareja en la historia del “Premiership”. La temporada 2018/2019 tuvo a un Liverpool, que perdió tan solo 1 partido, ante Manchester City, y esa derrota lo privó del campeonato.
El titulo de la Premier League le era esquivo, y hacia entender que requeriría de un esfuerzo extraordinario para hacerse de él. Entonces, comenzó la odisea. Liverpool transformó su estadio, Anfield Road, en una fortaleza donde cada rival sufre las consecuencias; los “Reds” no pierden allí, por la Liga, desde hace ya más de 3 años. No bastó en aquella temporada pasada; realizó una temporada de 97 puntos, pero aún así no les alcanzó para levantar el trofeo. Entonces se propusieron el objetivo en común y no solo consiguieron el titulo, sino que humillaron rivales en el camino y se consagraron con 7 fechas de anticipación (récord en la Premier League). Historia pura que aún no termina y los amantes del fútbol rogamos nunca lo haga.
La temporada 2019/20 evidenció la resistencia y actitud que Jürgen Klopp plantó en sus dirigidos: batieron récords, generaron temor en toda Europa y ganaron partidos sobre la hora. Liverpool mostró que este año no había escapatoria y el titulo posaría en las vitrinas de Anfield Road, le pese a quien le pese. Durante la temporada, los “Mentality Monsters” (como se apodo a este conjunto) no tuvieron piedad y caminaron solos y alejados de sus rivales, ni el tumultuoso 2020 pudo con la voluntad de un equipo que enamora a propios y extraños.
Ya no quedan especulaciones y ninguna duda, Liverpool fue amo y señor de la Premier, desde el debut con goleada al Norwich hasta la victoria del Chelsea ante Manchester City, que decretó el final de la temporada soñada y que de principio a fin tuvo un dueño absoluto.
Es el momento de celebrar en Liverpool y en todo el mundo, por que este equipo llevó fecha tras fecha un altísimo nivel y un encanto único brindado por el consagrado “Gegenpress”. La fidelidad a una idea, plantarla en sus equipos y “hacer que los hinchas vayan de escépticos a creyentes”, incluso luego de las derrotas en las finales de Europa League y Champions, los simpatizantes sabían que lo mejor estaba al caer.
Liverpool Football Club, el equipo que padeció tantas tragedias y tristezas, desde la llegada de Klopp vive sus mejores días y se infla el pecho, al presumir que es en la actualidad campeón de Europa, campeón del Mundo y, una vez por todas, campeón de Inglaterra.
Amaneció nublado. Y frío, bastante frío. Sin embargo, aquel domingo 25 de Junio de 1978 iba a transformarse en un día festivo para el deporte argentino, en una jornada histórica para nuestro viejo y querido fútbol. Se jugaba la final de la XI Copa Mundial de la FIFA-Argentina 1978 a partir de las 15 hs y desde muy temprano la gente empezó a acercarse al Estadio Monumental, la cancha de River en la jerga futbolera de entonces y siempre, porque la ansiedad, las ganas y toda la expectativa puestas en esa final entre Holanda y la Argentina, no podían detenerse ni postergarse. Hacía frío y estaba nublado, pero había un partido, que entonces era el más importante de la historia de nuestro fútbol, por delante.
La memoria de aquel chico de 11 años que había concurrido a todos los partidos jugados en River, y un par en Vélez, en ese Mundial, permanece intacta en cada segundo de lo que sería ese domingo de gloria, con todos los preparativos previos a concurrir a la cancha para cerra una Copa inolvidable. La mañana nublada y fría. El desayuno en el hogar, muy cercano al estadio. La llegada de amigos que también concurrirían a la cancha. La felicidad de haber sido protagonista in situ de cada uno de esos encuentros. La emoción de reencontrarse con la camiseta argentina, pues la derrota con Italia y la consecuente transferencia a Rosario del equipo de Menotti nos encontró con los boletos comprados para la cancha de River. Y a seguir los partidos de Italia y a los nuestros a través de la TV. Por eso ese domingo 25 de Junio, además, íbamos a volver a ver a la selección en la cancha, en vivo y en directo.
Los comentarios previos, el almuerzo un poco más temprano que de costumbre y la caminata de 8 cuadras hasta la cancha para llegar quince minutos antes del inicio y acomodarse en la platea asignada, sin ningún inconveniente.
La lluvia de papelitos cuando Argentina salió a la cancha…Desde la platea Almirante Borwn Media veíamos caer como si fuera nieve las miles y miles de hojas cortadas arrojadas desde la popular. La euforia y el optimismo de los cantos de la tribuna. Los himnos y las quejas por el yeso de van de Kerkhof. “¿Que pasa?; ¿no se va a jugar el partido?”. La inocencia y el temor del niño que no comprendía que sucedía como la mayoría de los que lo rodeaban, hasta que un plateísta provisto de una radio portatil difundió lo que sucedía en ese cabildo abierto en la mitad de la cancha.
Y sin saber bien que había pasado y como se solucionó, el partido dio comienzo.
El inicio fue tenso, como corresponde a una final de campeonato. Con pierna fuerte, intención de asegurar la pelota y las primeras infracciones de una Holanda que se parecía poco a aquella selección que había deslumbrado cuatro años antes. esta mantenía algunos aspectos del pressing y la dinámica, pero era menos vistosa y un poco más violenta. Enseguida comenzaron los excesos y el malhumor de los argentinos, con una reacción de “Petete” Bertoni, tras otras quejas de Ardiles, que motivó el comentario de mi vecino de platea: “Eh! que pasa? hoy se levantaron todos chinchudos?”, ja. Eran los nervios y la ansiedad de los primeros minutos.
La primera llegada, a través de Daniel Passarella que pisó el área con coraje y su remate se fue alto. Enseguida la réplica holandesa, el centro desde la derecha, el choque entre Galvan y Gallego y la pelota que le queda servida a Johnny Rep. Casi un penal con pelota en movimiento, la pelota que pica, el remate que sale y el estadio enmudece…parece que va a ser gol de Holanda nomás, pero el vuelo fantástico de Ubaldo Matildo Fillol impide ese desenlace, sus manos envían el balón al corner y todos nos paramos para gritar el desahogo, casi como si hubiera sido un gol propio.
Entonces llegó el alarido. El gol propio, sí. La maniobra de Osvaldo César Ardiles, el toque para Leopoldo Jacinto Luque, la entrada del “Matador” Kempes y su esfuerzo para convertir desde el piso ante la salida de Joenbloed, el arquero visitante. 1 a 0 para Argentina a los 37′ de juego.
Pero había más en el primer tiempo, porque cuando todo estaba por concluir, antes de llegar al descanso otra vez Holanda estuvo cerca, con una aparición de su puntero Robbie Rensenbrink, quien apareció solo por izquierda y su remate fue tapado por la barrida con las piernas del “Pato” Fillol. Otra vez el arquero salvaba a la Argentina. Iban 44′ y muy pronto llegó la tregua del entretiempo.
El segundo tiempo fue luchado, cortado. La tensión aumentó. El partido se transformó en una batalla, con muchas interrupciones y algunas imprecisiones. Dos pases errados por Ardiles despertaron las quejas y los murmullos de los inconformistas y enseguida entró Omar Larrosa por el volante cordobés que no estaba en la plenitud física, con un fuerte golpe en el gemelo. Holanda metía y Argentina respondía. Por ahí llegaba Luque, pero no le alcanzaba para definir. Y se ligaba una patadita de Ruud Krol, mientras Neeskens lo insultaba a la pasada. Luego, la segunda variante permitida en el equipo argentino, con el ingreso de René Orlando Houseman por Oscar Alberto Ortíz; pasaba Ricardo Daniel Bertoni al costado izquierdo y el “Loco” a su posición natural por derecha.
En esto estábamos cuando llegó el baldazo de agua fría. La defensa que sale a presionar ante la habilitación a la derecha, la llegada del extremo holandés, los gritos de los que estábamos en la otra punta de la cancha a Tarantini porque creíamos que había abandonado su zona y descuidado la marca, el análisis posterior de Larrosa enganchado ante el achique de la defensa, la desesperación por el centro que venía, la entrada limpia del grandote Dick Nanninga y el cabezazo para decretar el empate 1 a 1 a los 81′, mientras en el banco argentino se reprochaban no tener a Daniel Killer en el banco para hacerlo entrar cuando en la visita ingresara el centrodelantero y hacerle marca hombre a hombre…
Faltaban nueve minutos y todos los sueños se congelaron en un instante. Un sudor frío nos recorrió la espalda y el partido otra vez había quedado como al principio. A remontar la cuesta, con el dolor del golpe recibido parecía un a empresa dura de resolver.
El final del tiempo reglamentario encontró a los argentinos enojados, inquietos, con algunas discusiones lógicas del juego y una catarata de palabras que se chocaban entre sí. Hasta que el “Flaco” Menotti alzó la voz y gritó: “¡Basta! ¿No se dan cuenta que mientras ustedes discuten los holandeses no dan más? Mírenlos; están muertos, piden aire, lucen agotados. Ahora vamos a pasarlos por arriba. Si lo tapan a Passarella suba usted, Galván. Vamos que se lo ganamos”.
Eso lo supimos después, cuando César Luis Menotti contó detalles de ese partido. Entonces nos comían los nervios. El partido era más luchado que jugado. Y ahí apareció el espíritu del equipo. Porque sacó fuerzas y le agregó a su conocido respeto por el balón, a su incesante búsqueda ofensiva, un temple y una personalidad avasallante, que terminó por someter a la rudeza que proponía Holanda. Y el ejemplo fue el segundo gol de Kempes, a lo guapo, para eplear el balón, ganarle el rebota al arquero y extender la pierna y “primerear” a los doz zagueros rivales que se subían a la lucha. Argentina convertía el segundo a los 104′ y el 2 a 1 sacudía otra vez los cimientos del Monumental.
Ahora era el momento de festejar. De gritar, de alentar, de pararse y ayudar todo lo posible a un equipo que dejaba el alma en la cancha. Que jugaba con el corazón. Con Luque golpeado por todos lados; con la sangre que regaba su camiseta, igual que la de Tarantini. Con Passarella en una pierna, acalambrado. Con Kempes desplegado por toda la cancha, desde hacer el saque de arco hasta armar la pared con Bertoni para que este convirtiera el tercer gol a los 114′ y quedará sellado el resultado. 3 a 1 para la historia.
“¡Ahora sí!” fue mi pensamiento en ese momento y para siempre. “¡Ahora ya no nos pueden empatar!” creía y se convencía el chico próximo a cumplir los 12 años, cuando el fútbol ya era un virus inoculado en su alma. Ahora no nos pueden alcanzar, ya sacamos una buena diferencia, falta poco, vamo, vamos Argentina, que el sueño está muy cerca, vamos, muchachos, ahora sí, vamos señor, usted que se aguantó mis gritos y mi bandera que un para de veces le rozó la cabeza en la platea de la fila de atrás y su sonrisa y su abrazo cuando el final se acercaba, “vamos querido, no te preocupes” me decía con el bigote blanco y los ojos llenos de felicidad. “Vamos”, y el abrazo con la pareja de unos asientos más allá, ella elegante con un tapado y el enfundado en un gorro con visera y el análisis táctico durante todo el partido. “¡Vamos que somos campeones!” Nos decíamos bien fuerte entre todos en ese sector de la Platea Almirante Brown Media y en cada una de las tribunas del Monumental. Vamos, que las lágrimas no nos tapen la vista y atrapemos todos estas imágenes para hacerlas imborrables, para guardarlas en la memoria como uno de los tesoros más preciados de la infancia, para apretar los puños y tomarse el trago de la vida para los que entonces ya llevaban más años de fútbol y de vida recorridos. Vamos que los jugadores ahí vuelven a recibir la Copa, que ahí arrancan la vuelta olímpica, que esta alegría desbordante pueda algún día transformar a un país mejor, sin muertes ni crímenes, ni secuestros ni violaciones a los derechos fundamentales. Que la libertad llegue de una vez y para siempre. Vamos que el fútbol nos trajo una gran alegría de la mano de un seleccionado que la cambió la cara a la historia.
Vamos a contarlo siempre que fue, como dijo Menotti, un homenaje al viejo y querido fútbol argentino. Vamos, que así queremos recordarlo para siempre.
Volvió el fútbol en Europa hace ya unas semanas, sin embargo, aún no se había visto al campeón del mundo o ,al menos, a lo que nos acostumbró en los últimos años. Esta vez, de local y con la oportunidad de ponerle toda la presión al Manchester City, el equipo de Jürgen Klopp no se hizo rogar y descargó con goles y buen fútbol sobre el Crystal Palace.
El conjunto de los suburbios de Londres fue el ultimo equipo en llevarse 3 puntos de Anfield, pero lejos quedó ese batacazo en Abril de 2017. Este no es aquél Liverpool, este año los “Reds” tienen en claro su objetivo y están a un paso o a un traspié del Manchester City de coronarse. Klopp puso a todos sus titulares y estos no defraudaron.
El inicio del partido, dictó una tendencia que perduraría todo el partido, y si aún quedaban chances para el “Palace” estas se esfumaron tras la lesión de Wilfried Zaha. Liverpool llegaba y llegaba ante un rival que no encontraba salida de su agobio y que su única opción era un pelotazo a Ayew quien fue neutralizado por Joe Gomez. Solo quedaba sentarse, disfrutar y esperar por el gol del Liverpool. A los 22 minutos, este llegó tras una curva fenomenal de un tiro libre ejecutado por Trent Alexander-Arnold, que quitó toda la esperanza a Hennessey. Un verdadero golazo para decretar un rumbo que no se alteraría. El equipo local siguió atacando y sabía por donde golpear, colocaba a sus temibles delanteros por las bandas y dejaba el medio del campo lleno de espacios para explotar. Así corrieron otros 20 minutos del primer tiempo, hasta que Fabinho pinchó el balón perfecto en el pecho de Salah, quién no perdono y definió de manera ortodoxa ante la salida del guarda meta rival. 2 a 0 a los 43′.
Ambos se fueron al descanso y en la visita se veían jugadores cabizbajos , como aceptando que esta vez los “Reds” no tendrían piedad. Dicho y hecho, el segundo tiempo retomó con dominio total del Liverpool y se notó la incomodidad de los defensores del Palace que miraban despistados los avances de Salah, Mané, Robertson y Alexander-Arnold. A los 54´, McCarthy recibió incomodo e inició una carrera contra su propio arco, Henderson,Firmino y Salah lo persiguieron y le robaron el balón, como perros de cacería que olfatean el temor y se relamen sabiendo que otro gol acecha. Sin embargo, la otra virtud del ataque del Liverpool es la paciencia y saber cual es el mejor camino al arco rival, entonces tocaron hasta que Fabinho tuvo la pelota, solo le bastó una mirada al arco para desenfundar un misil tele dirigido para el 3-0 parcial. Un gol muy similar al que Fabinho le anotó al equipo de Guardiola, en esta misma temporada.
Solo faltaba una conexión entre el trío mas explosivo de Europa, para así coronar el partido perfecto, finalmente llegó a los 68′; Mané recuperó y cedió para Firmino, el brasileño entregó rápido para Mohamed Salah quién a un toque y con su pierna inhábil asistió en profundidad para quién inició la jugada y se sumó a la lista de goleadores, Sadio Mané, quién colocó el esférico junto a un palo. Un gol para repasar una y mil veces, poesía en movimiento para cerrar una tarde/noche soñada. Klopp tuvo tiempo para premiar a jugadores como Neco Williams y Harvey Elliott, quienes mostraron cualidades e ilusionan a los hinchas con más temporadas como esta.
El palacio de cristal se derrumbó en la fortaleza Anfield y los dirigidos por Klopp, están cada vez mas cerca de terminar una sequía de 30 años y alzarse por primera vez con la Premier League.
Perdió terreno y dejó pasar el lugar que tenía en los últimos años, cuando discutía con Juventus por el Scudetto, cuando merodeaba por el segundo lugar, o cuando era una amenaza para cualquiera en un cruce por la Champions.
Hoy Nápoli ha resbalado en las posiciones y ya no pelea por el primer lugar, aunque se mantiene expectante y busca alcanzar un lugar en una de las dos Copas de Europa del año que viene. La tarea no es sencilla, porque si bien tiene la última plaza para arribar a la Europa League, lo acechan varios conjuntos y está lejos del Atalanta, que en la cuarta posición mantiene el último boleto para la Champions. Pero hay que sumar de modo permanente para arribar al último vagón y en esa suma, quien le dice, todo puede suceder.
El primer tiempo fue equilibrado. Arrancó el local con mucha presión arriba, intentó jugar el partido en el área de Nápoli pero, de a poco el visitante empezó a afirmarse en el terreno, a manejar el balón y a sumar llegadas. Zielinsky fue el eje conductor, Allan el acompañante y el peligro se traducía en la potencia de los delanteros, Politano, Milik e Insigne.
Para Verona el encuentro se tornó cerrado y dispuso de una chance a los 30′, cuando el remate de Lazovic fue conjurado por Ospina. A propósito, el equipo del Sur siempre se vio respaldado por el arquero colombiano y el zaguero Koulibaly, de los más destacados del mundo.
A los 37′ llegó la apertura del marcador; corner desde la derecha de Politano y el cabezazo limpio de Milik, cruzado, derrotó a Silvestri y Nápoli se adelantó 0-1.
El gol despertó al local, que se sacudió el polvo y fue arriba. Así sumó llegadas, por la dinámica del medio juego y la permanente preocupación que generaba Di Carmine. Y con esa imagen, de un partido que prometía más para la segunda etapa, se cerró el primer tiempo.
En el segundo tiempo el Nápoli tuvo una oportunidad clara apenas comenzó la etapa. Iban apenas segundos, y Allan tuvo un remate cerca que pudo aumentar el marcador para el visitante. Después, Hellas Verona adelantó líneas, fue por la igualdad, pero siempre chocó con la red que la preparó el equipo dirigido por Gennaro Gattuso. La mejor llegada fue a los 60′ cuando tras un centro Faraoni logró convertir, pero la jugada quedó invalidada por la intervención del VAR que advirtió una mano previa del jugador local que tiró el centro.
Enseguida llegaron las ventanas de los cambios, con todo lo que eso conlleva. Demoras, interrupciones y disminución de ritmo de partido.
Primero movió el banco Gattuso: a los 66′ Fabián Ruiz entró por Allan y F. Ghoulam por E. Hysaj. Y a los 68′ hubo otra posibilidad para el local con un tiro de Rrahmani que se desvió en una pierna, pero Ospina controló con seguridad.
Enseguida llegaron los cambios locales. Iban 69′ y G. Pazzini entró por S.Di Carmine y E. Salcedo reemplazó a M. Zaccagni.
Así el partido empezaba a perder intensidad, aunque el visitante mostraba más aplomo y manejo de la situación. Verona se desinflaba en tanto Nápoli lucía cómodo en el desarrollo.
A los 71′ dos variantes más en el conjunto visitante: D. Mertens por A. Milik y S. Lobotka ingresó por D. Demme para refrescar a los del Sur. En tanto, los locales modificaban el medio con el cambio a los 76′ de M. Pessina por V. Verre.
Nápoli tuvo una buena contra a los 80′, tras una maniobra combinada por izquierda, el arranque de Lorenzo Insigne por ese lateral, la corrida rápida, el enganche en el área y el remate que se fue alto. Una buen chance perdida, mientras el local agregaba más delanteros a los 83′ cuando M. Stepinski reemplazó a S. Amrabat; mientras que en la visita el mexicano Lozano entraba por Politano. Y algo iba a pasar…
A los 88′ Insigne se fue solo de contragolpe y el arquero Silvestri desvió su remate al corner; de ese tiro de esquina vino un centro cerrado, y apareció Lozano para convertir de cabeza en el borde del arco. 0-2 a los 89′ para la visita y partido liquidado aún cuando se le agregaron 6′ de juego al tiempo reglamentario.
Nápoli ganó bien; tuvo una chance a los 90+1′ cuando Lozano llegó solo al área rival y su tiro salió apenas desviado. Fue el cierre de una victoria lógica del equipo que se mantuvo en la discusión en los últimos años, perdió la brújula esta temporada pero con Gatusso tiene la esperanza de ser otra vez un animador permanente.
Es un gigante de Europa que hace tiempo se ha dormido. Un equipo grande, que fue campeón de la antigua Copa de Campeones, de la renovada Champions League, de la Intercontinental, y de tantas y tantas ligas locales, la famosa Serie “A”. Fue un ícono en los ’90, como en estos tiempos lo fue el Barcelona. Sinónimo de equipo grande y poderoso, cuando se lo ponía como ejemplo máximo tal como en esta década pasada lo fue, y aún es, el equipo catalán. Esos años en que brillaban los holandeses Ruud Gullit, Marco Van Basten y Frank Rijkaard. Decir “Milan” era el equivalente al summum de la expresión futbolística.
Pero, de a poco, su estrella se apagó. Vinieron los años de vacas flacas, de deterioro y de superación por la Juventus, el Inter, el propio Nápoli, también Lazio y Roma. El famoso Milan, aquel del genial Arrigo Sacchi quedó envuelto en un cono de sombras y un recuerdo de viejas glorias…
El partido frente a Lecce era una magnífica oportunidad para recuperar la memoria y encauzar una campaña irregular. Milan necesita volver a ser el cuco de Europa, ese equipo que de solo nombrarlo producía respeto y temor. Esta temporada lo encuentra en una zona intermedia y le quedan partidos complicados por delante, así que cada encuentro, cada punto, vale oro. Por eso salió decidido ante Lecce.
Tuvo el dominio y el control en los primeros minutos; con un espíritu ofensivo, buen trato de la pelota y el equipo parado bien adelante, Milán dominó las acciones en la primera media hora a voluntad.
Calhanoglu era el eje conductor, pero también muy importantes Castillejo y Bonaventura por los costados. El respaldo habitual de Romagnoli y la dinámica de Bennacer con su espíritu combativo y contagioso, todo sumó para que la visita fuera el protagonista principal en ese lapso y convirtiera al arquero local, Gabriel, en una de las figuras más destacadas.
Así llegó al gol, a los 26′, tras un centro desde la derecha y la aparición de Castillejos para marcar con un remate cruzado, seco, de primera, que encontró mal parada a la defensa y a Gabriel a contrapierna. 0-1 para la visita.
Después de ese dominio y la diferencia obtenida, se confundió. el Milan. Se quedó. Como si se hubiera puesto más nervioso que tranquilo; dejó de creer en lo que hacía y se replegó amén del lógico adelantamiento local, que lo empezó a poner en aprietos. Saponara tomó la conducción del Lecce y el equipo entró en un ritmo más acelerado y ofensivo. Se retrasó Milan y el local aprovechó. Tuvo en Lapadula un ariete importante y peligroso y a los 45+3? de ese primer tiempo metió un contragolpe con mucho olor a gol, que se fue, tras su remate, muy cerca del poste izquierdo de Donnarumma.
Así se cerró el primer tiempo, con un Lecce que había levantado y un Milan que tras media hora muy positiva, se confundió y se quedó.
En el complemento, Lecce fue por el empate. Había perdido por lesión a Lapadula al final de la primera etapa, pero no se amilanó. Fue al ataque y logró llegar al empate. A los 52′ Saponara recibió en el área y Gabbia, que había reemplazado a Kjaer, lo barrió abajo. La ejecución la asumió Mancosu a los 53′ y con un toque suave, tras ver que Donnarumma iba hacia su derecha, colocó el remate suave y picado de modo leve a la izquierda del arquero visitante. 1 a 1, un poco más justo el resultado, pero enseguida llegaría una catarata de golpes visitantes que torcieron el rumbo del encuentro.
De salida, Milan volvió a desnivelar. Se acordó lo que había hecho en los primeros treinta minutos del partido y fue con mucha gente al ataque; la maniobra surgió de la derecha al medio, de allí partió el remate de Calhanoglu, el arquero Gabriel que no pudo retener y el rebote le quedó servido a Bonaventura, para marcar el 1-2 a los 54′ y volver a poner al visitante arriba en el marcador.
Y por si fuera poco, muy pronto le aplicó otro golpe, este definitivo. Cuando Lecce quiso reaccionar y se adelantó en el campo, una intercepción de Romagnoli, el pase a Bennacer y la corrida fantástica de Rebic para definir ante la salida de Gabriel a los 56′ y dejar el partido 1-3.
En el momento de los cambios, esas tres ventanas que modifican e interrumpen el juego, el Milan determinó como jugar el partido. Mantuvo a los dos ejes del medio campo, Bennacer y Calhanoglu, y entraron a los 67′ A. Saelemaekers por S. Castillejo, autor del primer gol y R. Leão, de grandes esperanzas en él, por Rebic; salían dos autores de goles de la visita, pero habría más.
Kessie creció mucho en su juego. Se asoció con Bennacer para patrullar la media cancha y ser el termómetro del equipo. Calhanoglu también aumentó su participación. Y Lecce se desorientó. Perdió la brújula y la motivación. Fue al ataque, pero sin intensidad ni rebeldía.
Por si hubiera sido poco los dos golpes juntos, la visita asestó un nuevo gole que liquidó el pleito en forma definitiva. A los 71′ Conti desbordó por derecha y el joven Leao convirtió de cabeza cuando entraba al área chica, el 1-4 para el Milan. Sin ser una máquina ni desplegar una exhibición de fútbol, el equipo se llevó una victoria meritoria.
Los últimos cambios fueron a los 85′: Lucas Biglia por G. Bonaventura y Paqueta por Kessie; los dos volantes fueron de lo mejor de la visita, que se llevó un partido importante, que jugó media hora a buen ritmo, que se desorientó al final del primer tiempo y al comienzo de segundo, pero que al final recobró la memoria de lo que había hecho al principio y construyó una goleada valiosa que le permite arrimarse a la zona de clasificación de Europa y volver a construir ese equipo que alguna vez fue mítico y admirado.
Es uno de los prospectos más interesantes del boxeo, una de las cartas que se presentan en este año tan complicado y tan adverso para la práctica deportiva. Emanuel “El Vaquero” Navarrete quiere hacer historia. El hombre ya de 24 años que alguna vez afirmó “Quiero ser el mejor en la historia de todo México, entiendo que es un objetivo grande, pero siempre hay un comienzo, un punto donde empezar, y lo primero es soñarlo, pensarlo, creer que es posible. Ese es mi comienzo, con el deseo y la ilusión, espero que me alcance la vida, porque todo puede derrumbarse en una noche. Tengo muchos objetivos por delante, unificar títulos, ser campeón de varias divisiones diferentes. Espero tener las oportunidades y aprovecharlas”, el pugilista que heredó el apodo de su tío y se abre paso con el apoyo entero de su familia, se presentó ante Uriel López en los estudios de TV Azteca y reabrió la galería de los grandes combates que el mundo espera ver. El campeón mundial de la categoría Super Gallo, de la Organización Mundial de Boxeo efectuó la pelea pactada a 10 rounds y sin título en juego.
El marco no fue el habitual, el que siempre engalana a las grandes veladas. Adaptado a los tiempos en que el mundo está invadido por el COVID-19, todas las medidas sanitarias confluyen en un aislamiento social que hace que la mayoría de los espectáculos deportivos, o artísticos, sean a puertas cerradas. Sin espectadores. Por eso la idea de realizarlo en los estudios de televisión de TV Azteca, donde solo estaba el personal necesario, los relatores y comentaristas en una cabina aislada y una pantalla grande reflejaba las imágenes de la gente que seguía las peleas por TV desde sus casas.
El “Vaquero” lució como siempre. Sereno y dominante. Sabía que el combate sería más preparatorio que complicado. Tomó el centro del escenario y se dispuso a llevar las riendas de la pelea.
Para López la parada resultó muy complicada, porque se veía superado y no podía defenderse ni descubrirse en ataque.
Fue una pelea entretenida pero previsible, que es uno de los mayores problemas que presenta un combate: cuando existe la previsibilidad, y más aún cuando se comprueba. Cuando no hay sorpresas, ni existe la posibilidad que la haya. Alguna vez, hace muy poco, Andy Ruiz sorprendió al mundo cuando derrotó a Anthony Joshua. Y hay miles de esos ejemplos. Pero en este tipo de pelea, donde todo se asemeja casi a una exhibición, el desarrollo y el final parecían cantados casi desde el sonido de la primera campana.
Entonces era cuestión de imaginarse cuando sería el final. Más rápido, más preciso, con golpes combinados, lo hizo caer en el quinto round. Y el final llegó en el sexto, con un K.O.T. a los dos minutos, tras una serie de golpes a la zona blanda, un gancho al hígado, y una derecha combinada que derribaron al “Yuca” López quien ya no pudo continuar.
Fue una puesta a punto para los pasos siguientes. Emanuel Navarrete ganó sin problemas ni sobresaltos. Casi como una exhibición, una forma de tomar ritmo de combates para un segundo semestre que le puede aguardar mayores novedades.
¿Será ante Inoue? ¿Continuará en las 126 libras, o bajará a las 122?
Todas preguntas que flotan en el aire, tras un regreso a la actividad que para el mexicano no fue sencillo, tal como comentó después: “Estaba cansado del encierro. Ahora que estuve en el ring, me siento bien. Quizás no fue un gran espectáculo, pero tuve poco sparring, estuve limitado en lo previo. Pero voy a mejorar y van al Vaquero que siempre vieron”, analizó.
Ahí está el “Vaquero”. Con un presente que autoriza a pensar en un futuro venturoso.
Tras la confirmación del retorno de la Premier League, los dirigidos por Jürgen Klopp sabían que se enfrentarían ante un duro rival ,en un aún mas complejo contexto . Una visita al Everton, en Goodison Park, siempre es un desafío para el Liverpool. La extensa inactividad causada por el brote del covid-19 en el “Viejo Continente” trajo consigo otras problematicas al juego y en el primer partido oficial, los “Reds” lo padecieron.
La tarde del domingo, tuvo un inicio brusco y con pocas luces, algo que se mantuvo durante los 90 minutos y que tuvo excepciones en momentos de inspiración individual por parte de jugadores como Keïta, Mané y Richarlison. Este último protagonizó la primera jugada de peligro, tras un error en el cabezazo de Fabinho y tras una buena corrida, el delantero brasileño disparó cruzado y desviado del arco defendido por su compatriota, Allison Becker.
El desarrollo del juego y la creación de oportunidades de gol quedó limitado a contraataques, errores en la defensa y a la pelota parada. De esta manera, el partido tornó el foco a la batalla en el medio campo, el conjunto de Klopp tuvo su protagonista en Keïta y los “Toffees” en André Gomez. Liverpool no generó riesgo con su trío ofensivo alternativo (sin Salah y con Minamino en su lugar) y la falta de conexión entre estos 3 llevó a que se quiebre lo que es lema de los mosqueteros : “Todos para uno y uno para todos”. De esa forma, sus integrantes debieron retroceder para interactuar con la pelota pero siempre forzados a buscar el destello individual debido a la replegada defensa rival.
El primer tiempo llegó a su final sin mucho para destacar excepto la lesión de Milner producto de la inactividad y complejidad propia del clásico. Los “Reds” perdían así a un jugador importante por su facilidad para adaptarse a cualquier posición y su capacidad de liderazgo. La más clara del Liverpool, estuvo en un tiro libre de Alexander- Arnold, quien remató y fue contenido en dos tiempos por Pickford. El flojo nivel del primer tiempo, ilusionaba a los espectadores con el ingreso del astro egipcio, Mohamed Salah, en tanto por el lado del Everton , en el banco aguardaba el islandés Sigurdsson.
El alemán Jürgen Klopp movió el banco e ingresó Oxlade- Chamberlain para la segunda mitad. La salida de Minamino, dio indicios de que Salah no entraría al campo de juego. El juego recayó en la insistencia ofensiva del Liverpool y los contraataques del local. Keïta tomó los hilos del ataque y a los 50´tuvo una gran pared con Firmino y remató de volea pero sin sobresaltos para Pickford. Sin embargo, el guineano fue reemplazado por Wijnaldum, quien ingresó junto a Origi pero no lograron afectar el juego. El Liverpool tuvo complicaciones en la ultima linea y tuvo que sustituir a Milner y Matip por lesiones. Partido aparte tuvo el delantero brasileño del equipo local, Richarlison, quien en la semana declaró: “Van Dijk no es el mejor defensor del mundo, lo pasé varias veces y no es tan complicado”. De todas maneras, no tuvo ningún cruce directo con el holandés y su mejor jugada la tuvo al dejar en el pasto a Lovren y rematar fuerte al cuerpo de su compatriota y guarda meta rival. La ocasión mas clara del partido la tuvieron Calvert-Lewin y Davies, esta inició tras un desborde de Richarlison y un buscapié que el número “9” del Everton desvió con un taco y Allison logró atajar pero con rebote, este fue propiciado por Davies que remató a contrapierna de Becker pero el poste le dijo que no.
Más allá de la ilusión que este ataque generó en Everton, ambos equipos entendieron que el punto era útil y no arriesgaron mas de la cuenta. Liverpool pudo llevarse los 3 puntos tras un tiro libre de Fabinho, el cuál Pickford desvió por arriba del travesaño. Esta vez no hubo gol agónico y Origi no logró cambiar el desarrollo del partido, tal como lo hizo en Diciembre de 2018, cuando anotó en el minuto 96.
Así se llegó al final del Derby; este clásico, que se caracteriza por tener fuertes roces, rivalidades, finales épicos y goles agónicos, esta vez no fue así. Ambos se conformaron con la igualdad y se fundieron en choques de codo y abrazos, ya característicos de Klopp, cuando todo hubo terminado, para luego regresar a sus hogares y, ya sin los nervios del estreno, observar lo que ocurra con el Manchester City en su estadio ante Burnley.