El rostro adusto, serio. El tono firme, convencido. Edgardo Bauza “enfrentó” a la prensa, tras el trabajoso triunfo ante Chile por 1 a 0, y uno de sus primeros conceptos fue rotundo y polémico: “No creo que hayamos tenido un partido flojo, al contrario para mí jugamos un partido brillante”; y acto seguido, cuando le consultaron que aspectos del equipo no le habían gustado, respondió: “Me gustó todo”.
La medianoche se aproximaba y el DT argentino le ponía un cierre a una jornada larga, intensa, controvertida.
Una catarata de fuegos artificiales recibió al equipo argentino (ya se ve la mano de Marcelo Tinelli), una recepción ruidosa y alegre, que transmitía un clima de fiesta y optimismo.
La Argentina arrancó con buen ritmo, mucha movilidad y algunos encuentros interesantes entre los hombres de arriba. Higuaín mostró despliegue, sacrificio y buena conectividad; Agüero insinuaba con ataques punzantes y Messi ofrecía mucho de su repertorio. Por la izquierda, Di María corría por toda la banda. En un ataque inventó una falta, el árbitro brasileño Ricci “compró” y sancionó un penal que no había existido. A los 17 minutos, Leo Messi abrió el marcador y ya no se modificaría.
Después, el partido empezó a transformarse. La selección tuvo una chance en Di María, que quiso picársela a Claudio Bravo y el portero chileno resolvió con eficacia. Y la última fue sobre el cierre de la primera parte, cuando Nicolás Otamendi no pudo conectar una pelota en el área chica y su remate se fue por arriba del travesaño.
Pero el final del primer tiempo ya mostraba indicios de lo que iba a ser la continuidad del juego. La Argentina perdió presencia, se desdibujó en la cancha y cedió las riendas del partido. Chile se animó, a partir de la tenencia de la pelota, la buena circulación y la movilidad de Alexis Sánchez. Con el ingreso de Jorge Valdivia el control de Chile se acentuó, e incluso el “Mago” le agregó fantasía a la posesión del balón.
Un tiro libre de Alexis se estrelló en el travesaño y congeló a la multitud presente en Nuñez. Enseguida, una jugada muy bien elaborada terminó en las manos de Sergio Romero con suspenso.
Y un instante más tarde, la selección de Juan Pizzi tuvo una tercera posibilidad, con una llegada por izquierda, el centro atrás de Beasejour y el joven Nicolás Castillo desvió su remate desde una posición inmejorable.
Fueron momentos largos de dominio visitante y una Argentina que se empeñaba en la defensa y en la lucha del partido. Ese es un punto a valorizar; en una coyuntura difícil, el equipo se puso el overol y trabajó el encuentro. Se sumó Banega, y todos dijeron presente a la hora de correr y de marcar.
Por eso se sostuvo la victoria. Por aprovechar al máximo una mínima chance, por comprometerse con la camiseta y por dejar hasta la última gota de sudor para conservar el resultado. A la selección le alcanzaron esos argumentos para sumar tres puntos, crecer en la tabla y mirar el futuro con más tranquilidad. Pero que, Bauza también lo sabe, no alcanzan para creer que jugó un partido brillante.
Hernán O’Donnell