
Imponente, mítico, majestuoso. Emerge sobre los bordes del East River, allí donde el Bronx comienza a tomar forma. El famoso Yankee Stadium, un escenario célebre que alberga a los renombrados Yankees de New York, el equipo más famoso del mundo de Baseball.
Es viernes al atardecer; el ritmo frenético de New York se acelera aún más: Esta noche juegan los Yankees. Por estas latitudes, una pasión similar a nuestro Fútbol. Desde Manhattan, el éxodo comienza a tomar rumbo norte: En la frontera con el Bronx emerge este estadio. Es cuestión de subirse al subway, tomarse la línea 4, apretarse en la entrada e ingresar a los apretujones a algún vagón. El clima de partido, gritos, cantos y modos acelerados es igual en todo el mundo…

Llegar al estadio es algo así como hacerlo al Camp Nou, al Bernabéu, a Wembley, al Olímpico de Roma. Gente que pulula por todos lados, el paso veloz, los revendedores que se acercan con cierto sigilo a ofrecer sus localidades. Desde la estación de subte (transformado en tren), los gritos se mezclan con los vendedores de gaseosas, hombres y mujeres de la organización y aquellos que sólo pretenden alentar al equipo.
Personas de distintas latitudes y de diversas clases sociales se dan cita. Así, un trabajador de New Jersey se mezcla con un joven ingeniero sueco-argentino, que decidió hacer una pausa en sus días febriles de negocios bursátiles para internarse en una jornada deportiva junto a un grupo de familiares.
Los Yankees se miden con los Angels de Los Angeles, un partido caliente, cerrado, imprevisto.
Para los amantes del Fútbol, y los tradicionales deportes de origen inglés (Rugby, Tenis, Box) además del atletismo, natación, automovilismo y tantos otros, entender este juego es toda una novedad.
Aunque despierta más entusiasmo el entorno. Conmueve más el marco que el cuadro. Un juego con muchas interrupciones, jugadas planeadas, ceremonias de preparación seguidas de lanzamientos fallidos hasta que…Se produce el buen bateo, la corrida, y el estallido eufórico del público que se transforma en un tremendo alarido cuando el home-run se concreta.

Los Yankees tienen dificultades. Cuando promedia el juego el marcador dice que pierden por 4 a 2; se acerca el final y la derrota se acentúa: 5 a 2.
Sin embargo, en los últimos intentos, se produce la reacción: tres corridas consecutivas, la igualdad y la última concretada sobre el cierre para vencer por 6 a 5. En los sectores altos se aplaude a rabiar. Más abajo, allí donde las entradas parecen inalcanzables y los espectadores pueden tocar a los protagonistas, los gritos hacen temblar las paredes. Brota la cerveza, el baile, los cantos y la euforia. Los Yankees han ganado!

Algunos se lo perdieron; tal como son las costumbres por estas playas, mucha gente abandona el estadio cuando faltan pocos minutos para terminar la función a fin de evitar el aglomeramiento de la salida.
A los fanáticos no les importa: Saltan y bailan, los Yankees han ganado. La vuelta a los hogares es feliz. El cierre de la semana trae una sonrisa y New York vuelve a su ritmo normal. El tren de vuelta a Manhattan, las luces de Times Square, la cartelera teatral de Broadway, la noche que continúa sin descanso, los turistas desparramados por las calles. La vida misma que se tomó un recreo en el Yankee Stadium una noche de viernes.
Hernán O’Donnell
(Enviado Especial a New York, NY, USA)