El fútbol, en su laberinto

La enorme pelea por el poder en la Asociación del Fútbol Argentino, las declaraciones cruzadas de los dirigentes, la unión forzada, el pacto atado por un hilo débil y lleno de desconfianzas, la merma de jerarquía en el campeonato de los 30, el bajo nivel futbolístico la ausencia de los simpatizantes visitantes y la permanencia de la inseguridad y las incomodidades en los estadios. Todo se junta hasta formar un estado de situación preocupante, doloroso, sombrío.

No parece asomar una expectativa que invite a la ilusión. La puja por el poder de la AFA ha sido muy clara, aunque muchos sólo se sostengan en las formas que, claro está han sido patéticas y alarmantes. Pero no es sólo un problema de formas. Es una cuestión de fondo. El fútbol argentino entró en un espiral descendente desde el fallecimiento de Julio Grondona (que bien o mal tenía un estilo de conducción), y sin tiempo de descanso o de tregua vivió cada jornada como una lucha interminable de los dirigentes de los distintos clubes por el horario de los partidos, árbitros que los dirigirían, estadios a jugar, cesión de futbolistas al seleccionado…hasta llegar a estos días, donde ya no se pelearon por esas nimiedades sino por algo mucho más sabroso y tentador: la presidencia de la casa, el control total del fútbol.

En ese escenario, la lucha se planteó sin tregua ni contemplaciones entre quienes querían llegar y asumir el control de todo y aquellos que no permitían ni asomarse por la puerta a los forasteros. Dos extremos, dos posiciones antagónicas donde, detrás de los famosos y consabidos “proyectos” que nos prometen un mundo ideal de amor y paz, se advierte una intencionalidad política, mercantil, ambiciosa.

Es difícil de creer que alguien viene con la promesa de transformar este fútbol caótico en un jardín de rosas. Además, no lo demuestra su trayectoria. No hay un mecenas ni un Papá Noel. Ni tampoco los reyes magos. Se trata, apenas, de gente ambiciosa, con ganas de entrar o de mantenerse (depende el caso) en el “negocio” del fútbol. Esa fuente de recursos que se generan a partir de un deporte único, y que se vinculan con el show, el marketing, el espectáculo, pero muchas veces más ligado a la televisión, o sea a las transmisiones televisivas, que a los concurrentes a los estadios vetustos, incómodos, abandonados, deteriorados, dominados en su control por los barra bravas que juegan de local.

Así, la explotación comercial y artística del producto fútbol se dirigirá a un público masivo, enorme, pero que lo ve por TV. Para el hincha común, el que va al estadio, habrá que presentarle escenarios cómodos, higiénicos, seguros, donde pueda llegar con medios de transporte o vehículos particulares y pueda estacionar en lugares habilitados a un precio lógico y no en la calle, extorsionado por un trapito que le “cobra” una fortuna por portación de auto.

Y así podríamos hablar de muchas cosas más. Queremos dirigentes que se ocupen del fútbol; de cuidar al deporte, a los clubes y a los socios. Que el negocio llegará después. Esta lucha nos deja una imagen, ojalá equivocada. La de dirigentes que van tras el “negocio” del fútbol, que es un tren gigante y cuya locomotora es la televisación de los partidos. Ojalá tengan otro pensamiento. Otras ideas. Que sepan que para ordenar al fútbol tienen que ordenar a los clubes. Que deben ser lugares para las familias, para los socios, no dominios de los barras. Que deben ordenar las economías. Que deben refundarlo.

Ojalá aparezcan estas intenciones, en medio de una batalla desenfrenada por el control del poder.

HERNAN-en-el-Estadio-Malvinas-Argentinas[1]

 

Hernán O’Donnell