Don Shula, el legendario coach de Miami Dolphins para la eternidad

El legendario entrenador de Football Americano, Don Shula, entró en la inmortalidad. Nos ha dejado en este mundo, pero su leyenda, su mito, su historia ha dado un paso hacia la eternidad. Amado y venerado en Miami, respetado en los Estados Unidos que siguen y aman ese deporte con devoción religiosa, admirado por colegas y adversarios, celebridad destacada de los medios…todo eso fue Donald Francis Shula, un hombre que nació en Grand River, Ohio, el 4 de enero de 1930 y falleció en Miami, Florida, el 4 de mayo de 2020, a los 90 años de edad.

Descendiente de húngaros, el apellido original de su familia era Süle, pero por esas deformaciones típicas de los registros de inmigraciones se transformó en Shula. Su sueño fue ser profesional del Football, y lo logró. Luego de su formación en la Universidad pudo acercarse a Cleveland Browns en 1951, lugar en el que permaneció durante dos años. Allí se desempeñó como back defensivo. En 1953 pasó a Baltimore Colts hasta 1956 y en 1957 se unió a Washington Redskins, y tras un año en esta franquicia, decidió retirarse, para totalizar 7 años de profesional en la NFL, la National Football League.

Muy pronto conseguiría su primer trabajo en el área que lo llevaría a convertirse en mito. Su rol fue el de asistente técnico en la Universidad de Virginia, bajo la dirección de Dick Voris. Apenas hubo decidido su retiro y ya en febrero de 1958 comenzaba su nueva vida. Había ingresado a un mundo que lo atraparía, primero en el Football Universitario; más tarde pasaría a la máxima división, la National Football League.

Al poco tiempo empezó su etapa como entrenador en la fabulosa NFL. En 1963 Carroll Rosenbloom, magnate californiano y dueño de los entonces Baltimore Colts (luego, en 1984, trasladados a la capital de Indiana y llamados Indianapolis Colts), despidió a su coach y de inmediato contrató a Don Shula, quien tenía 33 años y fue, entonces, el entrenador más joven de la Liga. Rosenbloom, quien conocía a Shula de su época de jugador, había advertido en él a un joven con inquietudes, apasionado por el Football. Avizoraba a un hombre que tenía el espíritu para dirigir.

La primera temporada no fue nada del otro mundo, pero en la segunda comenzó a construirse la leyenda. Con la conducción del quaterback Johnny Unitas, los Colts alcanzaron la final ante Cleveland Browns, y a pesar de caer derrotados por 27-0, Shula recibiría el premio como el mejor entrenador del año.

Permaneció 7 temporadas en los Colts. En 1968 llegó a la final del Superbowl, partido decisivo entre los campeones de las dos conferencias, la Nacional (NFC) y la Americana (AFC). También se lo ha “españolizado” como “Super Tazón” por gran parte del público latino que se emigró hacia Estados Unidos y abrazó a este deporte.

Aquella temporada del ’68 tuvo su encuentro final el 12 de Enero de 1969 en el viejo y recordado Orange Bowl de Miami. Los Colts de Shula cayeron por 7-16 ante los New York Jets, en otro eslabón de partidos decisivos perdidos que algunos maliciosos quisieron emparentar con una carencia a la hora de jugar finales. Muy pronto el bueno de Don acabaría con esa mala fama.

En 1970, a los 40 años de edad, Shula iba a cruzar su camino con los Miami Dolphins, y el éxito, la gloria y el mito lo abrazarían para siempre. Como una jugada magistral, como un designio de Dios, como una película de Hollywood o un cuento de hadas, se iban a unir un entrenador fantástico que aún no había podido coronar su trabajo con un campeonato y un equipo que naufragaba entre las dudas, empujado por la constancia , la garra y el carácter de su creador, Joe Robbie, padre de los Miami Dolphins.

Robbie era un abogado de Minneapolis que a mediados de la década de los ’60 soñaba con tener un equipo profesional en la Florida, y para ello convocó a un grupo de inversionistas con la intención de comprar una franquicia a la American Football League. Así llegó a cumplir su meta y en 1966 nacieron los Dolphins.

Los primeros años no fueron positivos; el equipo no contaba con demasiados fondos, los resultados no eran buenos y poca gente los acompañaba. La síntesis era que en la cancha no se lograban victorias, la comunidad no apoyaba, y el dinero comenzaba a escasear. Era un círculo vicioso. La gente no concurría porque el equipo no andaba bien, y este no podía mejorar porque no surgían apoyos. Hasta que Joe Robbie encontró un consejo que le cambiaría la vida: ir por Don Shula, el afamado entrenador de los Colts, y seducirlo con un propuesta. La historia cuenta que Shula tuvo algunas dudas al principio, pues no quería afectar al entrenador que estaba en Miami, su amigo George Wilson, quien había echado las bases en un equipo nuevo, sin raíces ni experiencia y que forjó los primeros cimientos para el crecimiento del mismo. Lo cierto es que al final Shula aceptó y viajó al sur de la Florida.

En 1970 se unirían sus caminos y Don Shula reconstruiría al equipo, lo convertiría en un grande y poderoso de la NFL, lo llevaría a ganar campeonatos y alimentaría su leyenda. Don Shula junto a los Dolphins materializó su sueño de campeón. Sacó del fondo al equipo y este le regaló el sueño del campeonato. Una alianza para la historia.

El primer año fue la reconversión de una franquicia que siempre navegaba por el fondo de la tabla y cerraba los años con récord negativo, a un equipo que se arrimó a las posiciones más altas de su conferencia y finalizó con un récord positivo de 10-4. Miami ya tenía otra cara. La ciudad festejaba. Y no sabía que lo mejor estaba por venir…

La temporada siguiente, 1971, los Dolphins de Shula mejoraron sus números. Fueron primeros en la Conferencia Este, avanzaron en los play off y llegaron por primera vez al Super Bowl. Esa final se jugó el 16 de Enero de 1972 en Nueva Orleans, Luisiana, y a pesar de caer por 3-24 ante los Dallas Cowboys, los fanáticos de Miami estaban satisfechos y entusiasmados, pues habían encontrado un redentor. Poco les importaba a ellos lo que podían hablar de las finales de Shula perdidas. Habían recuperado el orgullo por tener un equipo valioso, competitivo, respetado.

La temporada 1972 iba a quedar en la historia. Ya no de los Dolphins, ni de la ciudad de Miami. Iba a quedar en los anales de la National Football League. Iba a registrarse como un año perfecto, ilustre. Los Dolphins arrasaron en todos su juegos, fueron primeros en la Conferencia, ganaron todas las batallas de Play-off hasta llegar al Super Bowl del 14 de Enero de 1973, en Los Angeles, California. El equipo totalizó un récord de 14-0 y pasó a la historia como “La Temporada Perfecta”. Aún así se la valora y distingue hasta el día de hoy. Don Shula rompería con el maleficio de las finales perdidas y Miami estallaba en una celebración sin antecedentes.

Los Dolphins de Shula volverían a ganar el anillo de la NFL de la temporada 1973 tras conquistar el siguiente Super Bowl. Otra vez primeros en su Conferencia, con un récord de 12-2, el equipo llegó a la gran final del 13 de Enero de 1974 ante los Minnesota Vikings por 24-7 en Houston Texas.

También fue muy buena la actuación del año siguiente; pero los Dolphins cayeron en el primer play-off y ahí se acabaron las esperanzas de llegar a un cuarto Super Bowl consecutivo y a la chance de ganar el tercero en línea.

Shula había encontrado su lugar en el mundo. “La gente aquí me adoptó como propio cuando asumí en los Dolphins. Este lugar, esta ciudad, los Dolphins, los fanáticos, todo eso es parte de mí ahora. Siempre lo será.”, recordó muchos años más tarde, ya afincado en la Florida, “un lugar ideal para vivir, formar una familia y verlos crecer”, señaló.

Después vinieron los años de vacas flacas. El equipo mermó en su rendimiento. Recién en la temporada de 1982 los Dolphins de Shula llegaron otra vez a la final. Se jugó el 30 de Enero de 1983 en el “Rose Bowl” de Pasadena, California, y Miami cayó ante Washington Redskins por 27-17. Ese año fue especial porque hubo una huelga de jugadores que acortó la temporada a sólo 9 partidos.

El optimismo en la Florida volvió en 1984, Ese año tuvo un récord de 14-2, un número importante que motivó una enorme fe de esperanza en el equipo que viajó a Stanford, California a jugar el Super Bowl frente a los San Francisco 49ers. Los días previos la ciudad se contagiaba de entusiasmo, al compás de los programas de radio y televisión que desbordaban confianza y optimismo, en tanto miles de fanáticos viajaron al Oeste para presenciar el partido. Pero el domingo 20 de Enero de 1985 no fue la tarde. Miami cayó por 38-16 y ya no pudo, hasta ahora, volver a disputar la final máxima de la NFL. Queda el legado de 5 presencias en el Super Bowl, con dos victorias conseguidas. Nada mal.

Luego de algunos años de frustraciones (en la temporada de 1988 terminó con récord negativo, algo que no le había sucedido en casi 20 años), aparecieron por primera vez algunas críticas y Shula, de carácter fuerte y firme, creyó que había llegado el momento de dar un paso al costado al finalizar la temporada de 1995. Así fue que a comienzos de 1996 anunció su salida del equipo, entre otras razones para “dedicarle más tiempo a mi esposa, hijos y nietos”. Una razón que no parecía del todo la de mayor peso en un hombre que amaba el Football y le había dedicado su vida, pues sus padres no veían con buenos ojos que jugará este deporte cuando tuvo un golpe feo en la nariz a los 11 años. Sin embargo, nunca decayó en él su amor y su interés por el Football.

Creó una cadena de restaurantes llamada “Shula’s Steakhouse”, participó en publicidades y comerciales. Tuvo 5 hijos con su primera esposa, Dorothy Bartish, y luego de que ella falleciera en 1993 de cancer de mama, en 1993 se casó con Mary Ann Stephens., en segundas nupcias.

Fue entrenador por 33 años, en los que pasó 26 de ellos en Miami. Creció con el equipo, fueron una sola voz, mejoraron los récords y festejaron campeonatos. Tuvo un amor indisoluble con la franquicia y con la ciudad. Una autopista en el sur del condado de Miami, la Florida State Road 874 fue bautizada con su nombre, “Don Shula Expressway”. Fue ovacionado en cada oportunidad que visitó el Hard Rock Stadium en los últimos tiempos. Y aunque haya pasado veranos en California o Carolina del Norte, su nombre es sinónimo de Miami. Es la cara del éxito deportivo de la ciudad, legado que luego continuaron ídolos del baloncesto como Dwayne Wade.

Don Shula llegó a Miami hace 50 años, cuando tenía 40 de edad y le entregó su alma, vida y corazón. Ese hombre y esos atributos, ya entraron en la inmortalidad.


Hernán O’Donnell

Vergil Ortíz Jr., el orgullo de Dallas que espera por su oportunidad

Es el orgullo de Dallas, es la promesa de su ciudad natal, es el joven al que todos apuestan. Vergil Ortíz Jr. ha empezado su camino en el boxeo y todos suponen que pronto estará en la galería de los grandes fondistas de Estados Unidos.

En verdad, su sendero comenzó hace bastante tiempo. Nació el 25 de marzo de 1998, y cuando apenas tenía 5 años se calzó los guantes y ya no los dejó. Se metió de lleno en un mundo que lo iba a cautivar para siempre. Porque su carrera amateur iba a estar jalonada de victorias que formarían un camino ascendente hasta consagrarse en el célebre Torneo “Guantes de Oro”. Mientras sus compañeros pensaban en la celebración de las fiestas de fin de curso, tras la finalización de los estudios en la escuela secundaria (High School) “Grand Prairie”, Vergil se alistaba para dar el golpe en el torneo a desarrollarse en el gimnasio Salt Palace de Salt Lake City, Utah. Vergil ya había sido campeón nacional Junior Olympic en 2013, y ahora se preparaba para el tradicional torneo amateur. Corría 2016 y para Ortíz era el cierre de una etapa. Después, vendría el profesionalismo.

En ese momento, el ascenso era irresistible. Había ganado en marzo de 2016 el Torneo de los Guantes de Oro en Dallas, luego fue Campeón en el Estado de Texas y esos logros le permitieron ir por el Título Nacional. Llegaba el mes de mayo, y mientras los amigos pensaban en el baile de fin de curso, Vergil tenía otros planes. “Bueno, en definitiva, en el ring también podrá bailar”, bromeó su padre cuando el momento llegaba. Se perdía el baile de graduación, pero había alcanzado a acompletar los estudios y se encaminaba a practicar, en serio, el deporte que había hecho durante tantos años.

“Pelearé contra hombres”, decía entonces Ortíz; “Soy muy joven y el hecho de enfrentar a boxeadores de experiencia me resulta muy emocionante”, afirmó.

“Son muchos días de competencia, y lo más importante es estar en peso” resumió por aquel desafío.

Su fama ya había alcanzado altos niveles. Fue entonces que firmó contrato con Golden Boy Promotions, la empresa de Oscar de la Hoya, mientras se entrenaba 6 días a la semana en Vivero Boxing Gym, propiedad de su entrenador de entonces, Gene Vivero. En su página web reflejan con orgullo los títulos amateurs conseguidos: 7 veces campeón nacional, Campeón Olímpico junior en 2013 y un récord admirable de 140-20.

El paso inmediato fue el debut en el profesionalismo. Lo hizo el 30 de julio de 2016 con un triunfo po K.O. ante Julio Rodas, en Indio, California. En septiembre vencería a Ernesto Hernández y el 16 de diciembre, a Néstor García. Su camino profesional sería de victoria en victoria. Y sin descanso, porque enseguida, el 28 de enero se enfrentaba con Israel Villela. Iba a ser una tremenda noche. En el primer round hizo valer el poder de sus puños. Apenas lo midió con un jab de izquierda, sacó una derecha tremenda, letal, que impactó de lleno en el rostro del mexicano, lo tiró y ya no pudo regresar al combate. Ya era, para los fanáticos del boxeo, el “futuro” campeón Mundial Superliviano.

El 5 de mayo se medía con el cotizado Angel “Pescado” Sariñana en el MGM Grand Arena de Las Vegas, Nevada. En esa fecha suele haber combates porque se conmemora “La Batalla de Puebla”, en la que un pequeño ejército de soldados mexicanos venció al ejército francés. Vergil, de raíces mexicanas, hizo honor a la fiesta que siempre se recuerda en esa fecha y venció por KOT en el 3er round.

Después continuó su senda con triunfos ante Ricardo Fernández y César Valenzuela.

Ante Evandro Cavalheiro ya peleó a 8 rounds; fue su octava contienda profesional y se impuso por KOT en el primer asalto. 

Luego venció a Jesús Alvarez Rodríguez y alcanzó el título vacante del peso welter junior de la NABF. Un paso adelante en su búsqueda del título mayor.

Detrás siguieron combates ya pactados a 10 rounds; igual, le alcanzaron menos para derrotar a Juan Carlos Salgado,  Roberto Ortíz y Jesús Valdezen Barrayán.

Y llegó el combate frente a Mauricio “El Maestro” Herrera, una pelea con mucha promoción, un semifondo de Canelo Alvarez vs Daniel Jacobs, el 4 de mayo de este año en el T-Mobile Arena en Paradise, Nevada, Estados Unidos de América. “Esta será una prueba exigente para Vergil”, dijo entonces su manager Oscar de la Hoya, y agregó: “Ortíz tiene todo para ser un gran campeón, merece la oportunidad de ser un co-estelar de Canelo Alvarez, ante un pugilista como herrera, que tiene mucha experiencia, que ha peleado con los mejores de la categoría y que tiene una victoria sobre Danny García. Si Vergil puede vencer a Herrera, entonces estaremos ante una realidad”.

En tanto, Vergil afirmó: “Esta es una gran oportunidad para que todos me conozcan, así que espero mostrarles de qué estoy hecho. Será una pelea difícil y quiero dejar una grata impresión”.

Y fue una terrible noche del Aericano-mexicano. Ortíz dominó en todo momento a Herrera, quien casi no pudo hacer nada, y lo venció por KO en el tercer round con una izquierda al hígado y una derecha terrible a la mandíbula. “Todo es el resultado del trabajo. Lo hago con mucha intensidad y ahora quiero pelear por el Título Mundial”. Fue una victoria inapelable, con una superioridad notable de Vergil Ortíz. “Trabajo con sparrings que fueron campeones mundiales, soy muy exigente conmigo mismo. Desde el primer round sabía cómo le iba a ganar; quiero la chance ahora, sé que tengo las herramientas para lograr el título”, afirmó tras la pelea.

Hasta que llegó el gran combate ante Antonio Orozco, la pelea que vio el mundo y que todos los aficionados al boxeo le prestaron suma atención, pues estaban ante la posibilidad de ver a un gran prospecto del que se habla desde hace un buen tiempo y que tras vencer a Herrera ya nadie quería perderse. “Ortíz posee dinamita en sus manos, lo demostró con Herrera, y Antonio Orozco es uno de los mejores boxeadores en la categoría”, dijo de la Hoya para promocionar el combate.

Era el debut de Vergil en el peso welter. Y respondió a todas las expectativas. Salió decidido desde el primer round; luego, Orozco emparejó, lo llevaba contra las cuerdas y Ortíz retrocedía, pero siempre dejaba la impresión de tener el control del combate.

Pero  Vergil supo salir, atacar, golpear y terminar el pleito. En el sexto lo tiró; una, dos y tres veces hasta llegar al KOT. Era una tormenta de golpes que sacudían a Orozco, quien supo desde la primera caída que la derrota asomaba inminente: Ortíz lo golpeaba arriba y abajo, sin piedad y sin pausas y así llegó el final, con el cinturón de Oro de la Asociación Mundial de Boxeo para el vencedor.

“No quedé muy conforme, creo que en el arranque pude haber hecho algo más. Pero todo sirve de experiencia”, señaló Vergil tras la pelea.

Sabe que siempre se aprende. De todo. Incluso de una noche que no brilló como quisiera pero en la que ganó sin discusiones y dio un paso más al frente para su sueño de ser Campeón Mundial.

Después llegó la victoria frente a Brad Solomon el 13 de Diciembre último. Un KOT 5 contundente, como acostumbró a sus seguidores. Fue un cierre de año a toda orquesta, con una actuación explosiva que despidió un 2019 a puro éxito y que le abrió un año lleno de expectativas, que por ahora pandemia mediante, deberá entrar en un paréntesis.

Vergil Ortíz Jr., es, a los 22 años, el nuevo nombre que asoma en el firmamento del boxeo, una estrella en ascenso que busca su consagración y cumplir el sueño que tiene desde muy chico, cuando tenía 5 años y se calzó los guantes de boxeo por primera vez.   


Hernán O’Donnell

(Publicada en Revista Ring Side)