Augsburgo ganó un partido clave en Mainz y se aleja del descenso

Los dos estaban con la soga al cuello. Con el fantasma del descenso al acecho. Con el apremio de tener que conseguir la victoria, poder escaparse de la zona de fuego y de paso empujar un poquito más al fondo al rival circunstancial de esta tarde de domingo. Y el Augsburgo sacó una ventaja rápida, a los 40” de juego, cuando de un lateral ofensivo a favor, el rebote le cayó al ecuatoriano Carlos Gruezo quien envió de cabeza la pelota al área y allí Niederlechner giró, realizó una media chilena y adelantó al Augsburgo 0-1 en el nacimiento del partido.

Ese tanto encendió el juego. El local se sintió heriod en su orgullo y fue para adelante. Se paró diez metros más cerca del arco contrario y empezó a apretar con el tandem Quaison y Mateta quienes empujaban a su equipo. El visitante se tranquilizó y propuso un partido de contragolpe. Enseguida el local tuvo su primer cambio obligado:  K. Onisiwo por T. Awoniyi a los 22′, con la preocupación de la lesión del nigeriano y la pérdida de un velocista en ataque. Sin embargo, a los 42′ tuvo una buena oportunidad cuando un remate de Mateta fue rebotado por Luthe y el siguiente tiro también fue desviado por el arquero visitante.

A los 45+3′, Luthe se volvió a lucir cuando sacó por encima del travesaño un cabezazo de Niakhate, certero y peligroso. Así concluyó el primer tiempo, con el ataque del Mainz y el surgimiento de la figura del arquero de la visita.

Para la segunda parte las expectativas eran muy grandes. Los dos debían intentar llevarse la victoria. El fondo de la tabla acorrala y las ilusiones tienen fecha de vencimiento en tres jornadas más. Augsburgo apretó los primeros cinco minutos iniciales de esa segunda parte, pero después se replegó y se mantuvo en pie en el afán de contener el ímpetu de Mainz.

La visita empezó a acumular más gente atrás, y el local atacó con más aventura en su propuesta y la lógica asunción de espacios y riesgos a espaldas de sus defensores. A los 50′ tuvo una linda chance cuando Onisiwo metió un tacazo tras un corner, que el arquero Luthe pude contener. A los 64′ llegó una oportunidad clara para la visita, con el remate de Vargas que se fue muy cerca. Era un aviso de lo que proponía Augsburgo, que en cada contra metía una amenaza.

Entonces el partido cobró intensidad. Aunque el nivel técnico no era el de mayor jerarquía esperable en esta liga, lo cierto es que ambos mantenían su vocación de pensar en el arco de enfrente. Los cambios, como suceden en esta época de tantas variantes, descompusieron más el partido, que entró en la vorágine del pelotazo y el centro como principal argumento.

El local tuvo la última posibilidad a los 83′ con un disparo de Mateta que se fue afuera. Allí se diluyeron sus chances. Y chocó con la impotencia de perder un partido clave de local.

Cuando el árbitro Marco Fritz se acercó a Luthe para pedirle el balón y dar por terminado el partido, el arquero visitante primero no entendía que sancionaba el juez, por qué le pedía el balón. Cuando se lo dio en mano y entendió que daba por finalizado el encuentro su reacción espontánea fue la de darle un abrazo al colegiado, tal como hizo el jugador de rugby de Los Pumas, Felipe Contepomi tras un esforzadísimo triunfo ante Irlanda en 1999. Ese abrazo y este abrazo del arquero de Augsburgo reflejan el alivio de un triunfo duro y sacrificado. Es el símbolo de la victoria de Augsburgo que ganó más que tres puntos ante Mainz. Es el alivio de saber que por un año más está casi, casi, prevista la continuidad en la élite del fútbol alemán.


Hernán O’Donnell