Ahora es tiempo de valorar lo conquistado. De ver en retrospectiva lo que la Argentina ha construído a lo largo de la historia que encadenan los Mundiales de Fútbol. La importancia de generar un deporte que se metió en la piel y el corazón de la gente, y que forjó grandes hazañas, corroboradas en la cita máxima futbolística, con 5 finales logradas.
Está claro que todos deseamos ganar ese partido. Que incluso, como se ha repetido en una de las tantas frases sabias que el fútbol le regala a la vida, “las finales no se juegan, se ganan…” Bueno, Argentina intentará ganar el domingo 13 de julio en el mítico Maracaná.
El partido fue muy duro. Cerrado y complicado. Holanda mantuvo su esquema de 3 defensores centrales, dos laterales volantes (Kuyt jugó un gran encuentro), y la habilidad de Scneijder para armar el juego y buscar a Robben y Van Persie. La Argentina le opuso un férrea defensa, concentración total de sus volantes y el auxilio permanente de todos. Si superaban a Zabaleta, estaba listo Demichelis para ayudarlo. Si venían por el medio, Pérez y Biglia se arremangaban para recuperar. Por la izquierda, Rojo era un candado. Y, para todos, Mascherano…El alma del equipo, el corazón generoso para socorrerlos a todos, hasta para evitar el gol de Robben cuando el reloj marcaba el minuto ’90 y el gol holandés estaba muy cerca. Los defensores habían sido superados, Romero se quedaba sin defensas, y apareció la corrida deseseperada, el esfuerzo supremo, el pie que desvió la pelota del delantero holandés y la salvada épica cuando el partido podía sentenciarse. Porque la entrada de Robben al área ocurrió cuando ya nada quedaba; se demoró una milésima de segundo el holandés; decidió estirar el avance cuando podía rematar…errónea decisión y la mínima soga que necesitaba el soldado Mascherano. Un tiempo más para estirarse y deviar el remate al corner.
El alargue fue eso: un alargue de un partido de ajedrez atlético, donde los dos equipos aseguraron la defensa y esperaron un agujerito para poder colar algún ataque peligroso. Lo tuvo Palacio, intentó bombearla de cabeza cuando se olía el gol, pero ese cabezazo terminó en las manos de Cilleseen, el arquero holandés. Insinuó el conjunto europeo; nada pasó. 120 minutos tensos, peleados y sin demasiado para destacar. La serie de penales trajo un nuevo superhéroe: Sergio Romero. Como su tocayo Goycochea en Italia’90, o en la Copa América Ecuador ’93, sus manos fueron fundamentales.
Argentina va por su quinta final. Como marca la historia, que se construye cada día, otra vez el fútbol argentino está en lo más alto. Ese espacio reservado para los elegidos, para las potencias. Ese lugar que se codicia y que hay que revalidar, o intentarlo, cada 4 años: llegar a jugar la final de la Copa del Mundo. Otra vez un seleccionado argentino logró lo esperado. la cita es el domingo 13 de julio de 2014 en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro. Allá van los muchachos de Sabella…
Hernán O’Donnell