El reloj de Messi tiene 90 minutos

En realidad, ya se empezaban a jugar los 5 minutos adicionados. Habían transcurrido los 90 reglamentarios, y la Argentina había padecido, hasta entonces, el partido. Porque durante todo ese tiempo no pudo encontrar los espacios, no halló soluciones futbolísticas y sus ataques se transformaron en lentos avances, con movimiento lateralizado de pelota, pero sin profundidad ni cambio de ritmo para romper el cerco que le proponía Irán: una telaraña defensiva con abroquelamiento de sus 10 jugadores de campo en zona defensiva y el convencimiento de todos para correr, luchar y morder en todos lados.

Y además, tuvo tres situaciones claras en el segundo tiempo, que nacieron de la inteligencia y hablidad de Dejagah, una de las figuras del partido, que fueron bien conjuradas por Sergio Romero, LA figura estelar de la tarde.

Arg-IranEl equipo de Sabella no supo encontrar los caminos del gol. O no pudo. La resistencia iraní fue constante, y a la Argentina le faltaron recursos, imaginación y potencia ofensiva para llegar al gol. Iban 90 minutos y parecía que la tarde se consumiría en uno de los partidos más frustrantes de la Argentina en los mundiales…

Hasta Leo Messi entendió lo que pasaba cuando se enfrentó a la prensa: “No podíamos encontrar los espacios para hacer daño a la defensa; y si nos ponemos a analizar el juego, no estamos demostrando lo que podemos dar. Somos los primeros en saber que no estamos consiguiendo lo que buscamos”.

“Es difícil jugar contra un equipo que se encierra atrás”, agregó sin buscar poémicas, porque Leo es el primero en saber que la obligación es poder doblegar defensas extremas, en definitiva, cada uno juega como quiere.

Y frotó la lámpara. Dijo, “ok, vamos a ganar el partido que ya se cumplió la hora”. Y se volcó a la derecha, recibió la pelota, enganchó hacia adentro y sacó el zurdazo chanfleado, para convertir un golazo, llevarse los 3 puntos, sellar la clasificación y demostrar porqué él es el principal argumento de Argentina.

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Hernán O’Donnell