Chile descubrió América

Cuando Alexis Sánchez fue a la pelota, a patear el cuarto penal de Chile, sentimos que todo estaba terminado. Que la Argentina perdía, de nuevo una final, y que el sueño construido durante casi un mes se derrumbaría en cuestión de segundos. El silencio que inundó el estadio cuando se iba a iniciar la serie se empezó a transformar en un rumor que  comenzó a crecer  con la carrera de Alexis (la figura de la cancha) y la concreción suave, a la derecha de Sergio Romero, que había elegido el otro palo.

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¡Chile Campeón de América! El sueño de todo un país, la ilusión de un pueblo que en cien años vio siempre festejar a sus vecinos: Uruguay ganó 16 campeonatos, Argentina 15, Brasil 8, y siguen las firmas. Sólo quedan Ecuador y Venezuela sin probar el sabor dulce de un título. Chile se acaba de sacar la espina. Por eso vivió un dia larguísimo, pero que valió la pena vivir…

El día comenzó muy temprano. Desde las 7 de la mañana las radios, los programas de TV, arengaban al equipo e invitaban a la gente a sumarse al optimismo de la victoria posible, esa que le permitiría ganar un título importante. La gente apuraba el paso en Las Condes, en Providencia, en Ñuñoa. Había que llegar temprano al estadio, ocupar un lugar, comprar el refrigerio, pasar por el toilette, adquirir algún souvenir y esperar el partido. Eso, todo junto o paso por paso.

El duelo de cantos, los saltos y los epítetos contra la Argentina, el rival más odiado, tal vez el más temido. Una larga silbatina a la nominación de la formación adversaria y, vale destacar, el silencio respetuoso en el momento de escuchar el himno visitante, acompañado de unas tarjetas verdes que la organización local dejó en cada asiento. En medio de burlas e insultos, un momento de paz y hermandad que emocionó y vale la pena remarcar, como para que se haga costumbre…

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Y el primer tiempo, con un Chile que quería tener la iniciativa, que proponía ante una Argentina dormida, quieta, superada por el marco y con pocos argumentos. Apenas la habilidad de Messi, la voluntad enorme de Mascherano y la capacidad de Zabaleta. El resto, desconocido. Flojo Rojo, muy flojo Pastore, inseguros los centrales y ahogado Sergio Aguero en su soledad injustificable.

Chile iba. Con los pelotazos a espaldas de Rojo y Zabaleta, para que piquen Alexis y Beasejour. Con la calidad de Arturo Vidal y el temperamento de Gary Medel. Y la seguridad de Claudio Bravo. Cuando finalizó el primer tiempo, sentimos un frío recorrer nuestras espaldas. La Argentina había dejado una imagen muy pobre ante un rival que proponía pero no profundizaba, todavía dominado por sus temores. Además Di María dejó su lugar a Lavezzi.

En el segundo el juego se hizo más equilibrado. La Argentina fue un poco más. Se hizo más parejo. Y tuvo la chance más clara en el minuto 92, cuando Leo Messi armó un contraataque, habilitó a Lavezzi y este jugó para la entrada de Higuaín, un poco exigido sobre el poste derecho. No pudo Pipita, no tenía espacio ni ángulo.

Y el alargue fue más de lo mismo. Llegaron los penales. Convirtió Mati Fernández y Chile 1 a 0. Igualó Messi. El penal de Arturo Vidal fue clave. A punto estuvo Romero de atajarlo, pero fue gol. Y erró Gonzalo Higuaín. Chile aprovechó para ponerse 3 a1. Y erró Banega…

En ese momento, el silencio que se veía alterado por los gritos de gol o de júbilo le dieron paso a un rumor que empezó a crecer y estalló en un alarido atronador cuando Sánchez decretó el 4 a1 en los penales.

¡Chile Campeón de América! No lo podían creer. Los festejos se desparramaron por todo el país, la gente hizo sonar sus bocinas y salió a la calle a festejar. Un título deseado, anhelado, imaginado. Y, un día, llegó.

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Hernán O’Donnell

(Enviado Especial a Santiago, Chile)