Salir segundo también da medalla y aplauso

En nuestra cultura, hace un tiempo que eso se perdió. Eso de que vale competir, que se puede perder, que está permitido salir segundo, que el esfuerzo siempre se hace para alcanzar el premio mayor, pero no lograrlo no debería significar que todo fue en vano, que todo se hizo mal, que nada sirvió.

En nuestra cultura (sobre todo la futbolística) hace mucho tiempo que perder (mejor dicho, no ganar, o salir segundo para abajo) es casi una deshonra. Algo que no sólo debe esconderse, como nos hemos escondido o arrebatado del pecho las medallas de plata obtenidas, sino que hasta debe ser criticado. Castigado.

En nuestra cultura futbolística, hace rato que nos hemos enfermado con el “ganar a toda costa”. Con el dicho “sólo sirve salir primero”. O peor aún, el segundo es el primer perdedor. O el más hiriente, el primer fracasado.

Y así estamos. Enloquecidos detrás de la victoria final, que sólo está reservada para uno de los competidores. Y no valoramos lo que se ha trabajado, lo que se ha conseguido, que en el caso de salir segundos, no es poco.

Pero no. No lo aceptamos. No lo toleramos. En realidad, no toleramos que le pase a un equipo o deportista individual que nos represente o al cual idolatramos. No lo toleramos si le pasa a Messi, Higuaín, Biglia o Del Potro. Pero si a cualquiera de nosotros nos ofrecen la mínima posibilidad de ser segundos del mundo en el trabajo que ejercemos, firmamos con los ojos cerrados. Y se lo contaríamos, con legítimo orgullo, a todo el mundo. Sí, de modo literal, a todo el mundo. Vía Facebook, twitter o la red social que prefiera.

Ind del Valle

Independiente del Valle de Ecuador acaba de salir segundo en la Copa Libertadores de América. Con un fútbol de alto vuelo, con mucha hidalguía y armas nobles, progresó en la Copa hasta convertirse en una gratísima revelación.

Eliminó a River en el Monumental; venció a Boca en la Bombonera y lo sacó de la competencia. Jugó una final dignísima ante un gran equipo como Atlético Nacional de Medellín, al cabo el campeón.

Pero Independiente del Valle nunca perdió la línea ni las formas. Ni en el campo de juego, ni fuera de él. Fue un equipo cabal. Luchó con limpieza hasta el último minuto. Fue una amenaza que lo tuvo en jaque al equipo colombiano y la multitud que lo acompañaba hasta el último instante.

Y a la hora de perder, demostró grandeza. Para derrotar el último prejuicio, ese que lo tildaba de equipo pequeño. Fue inmenso para aceptar el resultado final, quedarse en la premiación y valorar la medalla de plata obtenida. No lloró, no pataleó, no se retiró ofendido ni produjo ningún escándalo. Aceptó la contienda deportiva. Y demostró que salir segundo también merece un premio y un aplauso.

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Hernán O’Donnell