Sangre irlandesa

El boxeo moderno tuvo su origen en Inglaterra, hacia el siglo XVIII, a puño limpio y con unas pocas reglas fundamentales que se mantuvieron hasta 1838. De a poco, se sumaron algunos puntos que modificaron el reglamento original: Duración de las peleas, utilización de guantes acolchados, elevación del ring para que los auxiliares no ayudaran a levantarse al caído.

Podremos profundizar la historia, detallar cada uno de los aspectos reglamentarios, ser puntillosos en cada detalle y precisos en las fechas. Pero lo que esta nota les va a contar es que detrás del origen de este deporte en Inglaterra, hubo (y hay) otra historia: la de la Sangre Irlandesa, esa que fluye en la isla que domina Dublín y se enfrenta al Reino Unido, en un combate eterno, que divide a la República de Irlanda de su vecino poderoso.

La sangre irlandesa se vio reflejada en heróicos boxeadores nacidos en esas tierras o de lazos muy familiares. Y la emigración hacia otras lugares, sobre todo Estados Unidos, hizo que la pasión por el boxeo se desarrollase. Irlandeses inmigrantes llevaron el box que conocieron en las islas a Norteamérica. Y una larga lista de ellos marcó la historia del boxeo mundial.

Uno de los pioneros fue Paddy Ryan, quien nació en in Thurles, Tipperary, República de Irlanda, el 14 de marzo de 1851. Llegó a ser Campeón del Mundo en mayo de 1880 cuando le ganó el título a Joe Goss. Y perdió la corona el 7 de febrero de 1882 ante el célebre John L. Sullivan. Nacería, allí, una leyenda, una celebridad que se mantiene hasta nuestros días.

John L. Sullivan, hijo de Michael Sullivan y Catherine Nelly, dos inmigrantes irlandeses, nace en Boston, Estados Unidos el 15 de octubre de 1858. Fue un mito del boxeo. El último campeón a puño descubierto. Un hombre que realizaba combates de exhibición y por el dinero que podían ofrecerle. Que tuvo una victoria memorable ante Jake Kilrain, que duró ¡75 rounds! cuando la esquina del contrincante decidió el retiro, en la última pelea que se realizó sin guantes.

Había llegado el tiempo de la gloria para un hombre que, hasta el momento de su encumbramiento en el boxeo, parecía destinado a ser un jugador de Baseball.

Luego, los excesos, los placeres y el alcohol mermaron su físico, hasta llegar a perder su título cuando cae frente a James Corbett en 1892.

Para los argentinos decir Jack Dempsey es algo así como decir Luis Angel Firpo. O El Combate del Siglo. Lo cierto es que este hombre que salió vencedor aquella noche del 14 de septiembre de 1923, había nacido en el estado de Colorado de Padré irlandés y madre inglesa. Su reinado duró hasta que se topó ante otro americano de orígen irlandés: Gene Tunney lo venció en septiembre de 1926. Era hijo de irlandeses John Lydon Tunney y su esposa Mary habían llegado de Irlanda en busca de construir un futuro mejor.

James Braddock también era hijo de inmigrantes irlandeses. Nacido en Nueva York, su historia fue muy conocida a partir de la película que refleja su vida: “Cinderella man”,

el hombre cenicienta. Su campaña en el boxeo había sido interrumpida por la Gran Depresión de 1929 y debió trabajar como estibador para poder llevar dinero a su hogar. Cuando menos lo esperaba, le llegó la chance para pelear por el título mundial ante Max Baer. Y sorprendió al mundo con una indiscutida victoria. Luego, cedió ante el gran Joe Luis.

Tom Sharkey nació en Dundalk, Irlanda. También dejó su tierra natal para arribar a Nueva York. Muy pronto se unió a la Armada de Estados Unidos. Allí aprendió a boxear y luego desarrolló una interesante carrera profesional.

Y si hablamos de sangre irlandesa, hasta el mismísimo Muhammad Alí tiene ascendencia de esa generosa sangre guerrera. Un estudio demostró que un bisabuelo del Más Grande Boxeador de todos los tiempos había nacido en Ennis, al oeste de Irlanda, para luego emigrar hacia los Estados Unidos donde se casó con una mujer afroamericana.

En 2009, el magnífico Alí realizó un viaje a Irlanda para vistar la tierra de sus antepasados. Cuando llegó a Ennis, el pueblo entero salió a vitorearlo. Era sangre irlandesa que llegaba a conocer su tierra de origen. Lo recibieron con los honores más puros y francos de un pueblo: banderas en las calles, carteles en todos los comercios, y una caravana que lo paseó por las principales calles donde miles de habitantes saludaron su paso. Su esposa, Yolanda, afirmó allí que la sangre irlandesa de Alí podría explicar su legendaria habilidad para apabullar a sus adversarios.

El tiempo siguió su camino y surgieron boxeadores de sangre irlandesa que alumbraron por distintos sitios. Un caso muy famoso fue el de Barry Mc Guigan. Uno de los grandes boxeadores irlandeses, fue campeón europeo, representó a la Irlanda del Norte en los juegos de la mancomunidad británica y titular mundial del peso pluma al vencer al panameño Eusebio Pedroza. Solo perdió tres veces en 35 combates. Ganó 28 de sus 32 triunfos por nocaut. Católico y casado con una mujer protestante. Alguna vez le preguntaron: ¿Por qué te has hecho boxeador? Y respondió: “Porque no puedo ser poeta. No se escribir historias…”

Mc Guigan había nacido en Monahan, era católico y se destacó por sus valores humanos. Siempre buscó entregar un mensaje de paz, en un tiempo en que Irlanda del Norte se debatía en luchas constantes entre católicos y protestantes. Inspiró la película “The Boxer”, con la actuación de Daniel Day Lewis.

Era sangre irlandesa guerrera en el ring y pacifista en la vida cotidiana. Ahora entrena a Carl Frampton, nacido en Belfast, Irlanda del Norte, un boxeador de enorme proyección y muy buenas cualidades,  que quiere emular a su mentor. Protestante é, se ha casado con una mujer católica. Y afirma su mensaje de paz en una zona que siempre está latente la división.

Se podrán enumerar muchos ejemplos más. Podremos recorrer otros nombres, de otros tiempos y más cercanos. La pasión por el boxeo de actores como Liam Nelson, quien si bien nació en Irlanda del norte, para los del sur hay una sola. Historias que inspiraron películas, libros, obras de teatro.

Pero esta historia está centrada en la Sangre Irlandesa, la que inspiró a tantos pugilistas y regó con nobleza los cuadriláteros del mundo.

 

Hernán O’Donnell