Un Super Clásico de las Américas que llegó con antecedentes poco habituales. Con dos equipos que venían de una derrota, la Argentina en su casa ante Uruguay, y Brasil de visitante frente a Colombia. Los dos con un juego discreto, superados por el rival, y con algunas bajas, sobre todo en la “Canarinha”, de mucha importancia. Además, con la atención puesta en la política, las elecciones presidenciales y el cambio de gobierno en el país de la representación “Albiceleste”. Con todos esos detalles poco usuales, llegaron a medirse en el mítico Estadio “Maracaná”, Brasil y Argentina.
Y el partido tuvo ribetes de todo tipo; desde muy serios incidentes antes de comenzar, por los problemas que hubo primero entre los simpatizantes, y luego con la represión indiscriminada de las fuerzas de seguridad, que demoraron el inicio en poco más de media hora. En ese lapso, los jugadores argentinos, y varios brasileños como el capitán Marquinhos, se acercaron a la tribuna de los incidentes, para intentar poner freno a la acción policial, y a llevar calma al lugar. No lo lograron en primera instancia, y los futbolistas argentinos decidieron retirarse a los vestuarios, hasta lograr que les brinden las garantías de seguridad a los hinchas.
El partido fue muy intenso, disputado, cortado. Con más infracciones que jugadas elaboradas. Brasil tuvo cierto dominio en el primer tiempo, que se acentuó en el comienzo del segundo. La Argentina nunca dejó de luchar ni de intentar jugar cuando podía, aún con Leo Messi en desventaja física, por una molestia en el aductor derecho que le requirió atención médica y kinesiológica en varios momentos del partido, sobre todo cuando tenía una interrupción.
Así y todo en cuanto tuvo su chance, facturó. Iban 62′ cuando llegó el centro desde la izquierda, ejecutado por Giovanni Lo Celso, y Nicolás Otamendi. con un salto espectacular, y un cabezazo cruzado, puso el balón muy lejos de Alisson Becker, para meterse en su ángulo superior derecho y poner el resultado 0-1 a favor de la Argentina.
Luego, fue aguantar y jugar. La expulsión, exagerada, de Joelinton, a los 81′, fue lapidaria para el local. Con un jugador menos, y la obligación de buscar el resultado, Brasil no tuvo ideas ni rebeldía para quebrar a un equipo que lo esperaba agazapado y con superioridad numérica, para frenar sus avances y lanzar contragolpes preocupantes.
Pero a la historia del triunfo de la “Albiceleste” en Río de Janeiro, aún le aguardaba un capítulo más. Luego de los festejos en el campo de juego, la alegría en los abrazos, las notas en el terreno para la TV, Lionel Scaloni fue, junto a su cuerpo técnico, a sacarse una foto en medio del Maracaná. Algunas escucharon una voz que decía, “Dale, hagamos la última foto”…
Lo cierto, es que el propio entrenador argentino iba a sorprender con declaraciones ¿inesperadas? en la conferencia de prensa posterior. “Una cosa importante que quería decir es parar la pelota, ponerme a pensar, tengo muchas cosas que pensar en este tiempo, estos jugadores nos han dado un montón a todo el cuerpo técnico, y necesito pensar mucho que voy a hacer. No es un Adiós, ni otra cosa, pero necesito pensar porque la vara está muy alta, y está complicado seguir, y está complicado seguir ganando, toca pensar en este tiempo, se lo diré al Presidente, se lo diré a los jugadores después, porque esta selección necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles, y que esté bien”.
Las especulaciones se reprodujeron como reguero de pólvora. Miles de interpretaciones circularon por los medios de comunicación, las redes sociales y los comentarios en la calle, en las oficinas, en los colegios. Se habló de un contrato aún no renovado, y no mejorado, amén de la interferencia política que domina a nuestro fútbol, y que en la semana previa a las elecciones nacionales, ejercieron su peso sobre los jugadores y el cuerpo técnico del seleccionado. Que eso generó días incómodos de trabajo previo al partido con Uruguay, en el que al final, producto de ese ruido, se vio a un equipo perturbado, desenfocado en el juego y superado con claridad por el rival.
Esas interferencias, a veces en forma de sugerencias o pedidos, ocurrieron en varias ocasiones, y a un equipo que siempre quiso mantener una distancia prudente y lógica de los intereses políticos, terminó por fastidiarlo.
Habrá que ver si esas son las razones, si es la suma de algunas de ellas o habrá otras. Solo lo sabe el entrenador, Lionel Scaloni.
Por lo pronto, solo se limitó a expresar sus sentimientos de su forma natural y genuina, saludó con su habitual cortesía, y se despidió. ¿Para siempre?
Hernán O’Donnell