Es una meta que tienen puesta desde siempre; digamos, desde que se inventó (o inventaron) el fútbol. Los ingleses se desvelan por mostrarle al mundo su capacidad, su juego, su dominio de este deporte.

Y se obsesionan con ganar la Copa del Mundo. Es cierto que lo han logrado en 1966, pero sienten, en el fondo de su alma, que no es suficiente. Que ese, en definitiva, fue un torneo ganado en casa. Y que además contó con polémicas varias: el match frente a la Argentina, el arbitraje del alemám Rudolph Kreitlein, la controvertida expulsión de Rattín, el gol fantasma en la final ante Alemania…

Si pudieran, conquistarían lo más pronto posible otra Copa, para borrar toda polémica, para no dejar nada en la nebulosa y acabar con las discusiones sobre su real poder en este bendito fútbol.

Inglaterra va a otro mundial con las expectativas de siempre: ganarlo. Es lo que sueña, lo que le exige su público, que lo acompaña en forma masiva, ruidosa y expectante. Esta vez, saben que se juega en Brasil, por lo tanto aparece un candidato natural por encima de ellos. Y la Argentina, el rival más temido, tiene a Messi, una suerte de reencarnación de Maradona de 1986. Pero, aún así, sueñan. Y tienen con qué.

Llegó con algunos sobresaltos a la última fecha de clasificación, pero la victoria ante Polonia le permitió asegurarse el pasaje al Mundial. Sabe que integra un grupo muy difícil, pero aspira a superarlo y avanzar en las rondas de eliminación directa. Italia y Uruguay serán rivales de máximo cuidado, pero los “Tres Leones” cuentan con un potencial. Tiene una buena cantidad de jugadores de experiencia y nivel: El arquero Hart, los defensas Gary Cahill, Rio Ferdinand, Leighton Baines, volantes como Gerrard o Frank Lampard, delanteros de peso tal como es Wayne Rooney o Danny Welbeck…Todos ellos alimentan la esperanza.

Inglaterra va a Brasil a luchar por conquistar la gloria perdida. Tiene un grupo difícil y varios candidatos por delante. Pero tambien una enorme legión de aficionados que lo acompañan de forma masiva y que desde 1966, esperan…

 

Hernán O’Donnell