El gol de Cueva, cuando el partido nacía y el error de David Luiz derivaba en la apertura del marcador para el conjunto peruano, presumía que el domingo iba a estar adornado por las sorpresas en esta Copa América, Porque un rato antes, en Rancagua, Venezuela había sacudido al continente con un triunfo resonante ante una Colombia que, a priori, era candidata a pelear el título, pero que no tuvo claridad (ni suerte) para igualar (o ganar) el partido.
Ese gol de Perú ponía aún más clima de sorpresa y asombro en el torneo. Pero duró poco. Enseguida la aparición de la estrella del domingo: Neymar conectó de cabeza e igualó en uno, cuando sólo había transcurrido un minuto más de juego.
Un partido que apenas comenzaba, pero que ya mostraba un par de goles y un ritmo intenso, de ida y vuelta, con Juan Vargas, Farfán y Paolo Guerrero de un lado y Dani Alves, Willian, Fred y Neymar del otro. Un encuentro de buen pie, búsqueda asociada y traslado prolijo.
En el segundo tiempo se acentuó el dominio de Brasil. Salió más decidido el equipo de Dunga, buscó ser profundo y volcó el juego en ataque. Neymar era su carta ganadora; generó todas las jugadas de ataque y estrelló un remate impresionante en el travesaño. Sin embargo, no podía quebrar el marcador. Y sufría, incluso, porque los contraataques de Perú encontraban a su defensa dubitativa, insegura…
Podía ser una noche compleja, complicada, errática, olvidable. Pero al “Scratch” le quedaba una carta más en la manga. Cuando todo se encaminaba al empate y se empezaba a jugar el tiempo adicional, apareció la magia de Neymar. El delantero de Barcelona se proyectó por izquierda, dejó un rival en el camino y cuando toda la defensa se abría hacia él, metió un pase en diagonal hacia la derecha para habilitar a Douglas Costa quien entró libre por ese sector y convirtió con un remate suave y preciso.
Era el 2-1, el grito, el festejo, el desahogo. Brasil encaminaba la victoria y enterraba los fantasmas del domingo. Y avalaba su candidatura de la mano de su principal líder: Neymar, el héroe de la jornada.
Hernán O’Donnell