Sí, fue la noche soñada. La que todos imaginábamos. El gran triunfo que todos esperábamos. Argentina ganó, goleó y gustó. Con los cuatro fantásticos: Y con un gol de cada uno de ellos, como para que la cosa estuviera bien pareja. Agüero, Higuaín, Messi y Di María.
Argentina redondeó una actuación notable, compacta. Más allá del adversario, que no es para despreciar, un equipo, que huelga decirlo, no es de primer orden mundial, pero que ha progresado, ha madurado y tuvo a maltraer a la Argentina en los últimos enfrentamientos.

Sin embargo, la gente llegó al Monumental confiada. Porque, al margen del adversario, la ilusión que despertaba el Tridente más la movilidad de Dí María, era un argumento indiscutible. No se le temía a ningún fantasma. El pueblo que acompaña a la selección confiaba en sus estrellas
La selección podía darles una gran alegría. Y vaya que lo hizo.

Bastaron 20 minutos para que Aguero abriera el marcador; a los 29 fue el turno de Gonzalo Higuaín; dos minutos más tarde, se anotó Messi tras un generoso pase de “Pipa”.
En media hora, el asunto estaba liquidado El orden, buen trato de pelota y dominio total de las acciones, le permitía a la Argentina ser el protagonista central. Y desde ese lugar de dominio fue coonstruyendo la victoria. Con un eje funamdental: Leo Messi. Al rtmo del rosarino se construyó la demolición del primer tiempo. Quedaba la segunda parte para disfrutar.

Luego llegó el tiempo de los óles, de las gambetas y los contraataques. Di María redondeó la goleada. Argentina redondeaba una gran actuación.
Y fue la noche soñada. Porque Messi la rompió. Porque se lucieron Higuaín y Aguero. Porque se destacaron Mascherano y Gago. Porque fue muy firme Federico Fernández en el fondo.
Argentina ganó, goleó y gustó. La noche del 2 de junio de 2012 fue algo más que la de los cuatro goles a Ecuador y los tres puntos en la tabla.
Fue la noche de luna llena que selló el romance entre Messi y la gente. Entre el equipo y su pueblo.
Hernán O’Donnell