Milan busca recuperar la memoria de aquella gloria perdida

Es un gigante de Europa que hace tiempo se ha dormido. Un equipo grande, que fue campeón de la antigua Copa de Campeones, de la renovada Champions League, de la Intercontinental, y de tantas y tantas ligas locales, la famosa Serie “A”. Fue un ícono en los ’90, como en estos tiempos lo fue el Barcelona. Sinónimo de equipo grande y poderoso, cuando se lo ponía como ejemplo máximo tal como en esta década pasada lo fue, y aún es, el equipo catalán. Esos años en que brillaban los holandeses Ruud Gullit, Marco Van Basten y Frank Rijkaard. Decir “Milan” era el equivalente al summum de la expresión futbolística.

Pero, de a poco, su estrella se apagó. Vinieron los años de vacas flacas, de deterioro y de superación por la Juventus, el Inter, el propio Nápoli, también Lazio y Roma. El famoso Milan, aquel del genial Arrigo Sacchi quedó envuelto en un cono de sombras y un recuerdo de viejas glorias…

El partido frente a Lecce era una magnífica oportunidad para recuperar la memoria y encauzar una campaña irregular. Milan necesita volver a ser el cuco de Europa, ese equipo que de solo nombrarlo producía respeto y temor. Esta temporada lo encuentra en una zona intermedia y le quedan partidos complicados por delante, así que cada encuentro, cada punto, vale oro. Por eso salió decidido ante Lecce.

Tuvo el dominio y el control en los primeros minutos; con un espíritu ofensivo, buen trato de la pelota y el equipo parado bien adelante, Milán dominó las acciones en la primera media hora a voluntad.

Calhanoglu era el eje conductor, pero también muy importantes Castillejo y Bonaventura por los costados. El respaldo habitual de Romagnoli y la dinámica de Bennacer con su espíritu combativo y contagioso, todo sumó para que la visita fuera el protagonista principal en ese lapso y convirtiera al arquero local, Gabriel, en una de las figuras más destacadas.

Así llegó al gol, a los 26′, tras un centro desde la derecha y la aparición de Castillejos para marcar con un remate cruzado, seco, de primera, que encontró mal parada a la defensa y a Gabriel a contrapierna. 0-1 para la visita.

Después de ese dominio y la diferencia obtenida, se confundió. el Milan. Se quedó. Como si se hubiera puesto más nervioso que tranquilo; dejó de creer en lo que hacía y se replegó amén del lógico adelantamiento local, que lo empezó a poner en aprietos. Saponara tomó la conducción del Lecce y el equipo entró en un ritmo más acelerado y ofensivo. Se retrasó Milan y el local aprovechó. Tuvo en Lapadula un ariete importante y peligroso y a los 45+3? de ese primer tiempo metió un contragolpe con mucho olor a gol, que se fue, tras su remate, muy cerca del poste izquierdo de Donnarumma.

Así se cerró el primer tiempo, con un Lecce que había levantado y un Milan que tras media hora muy positiva, se confundió y se quedó.

En el complemento, Lecce fue por el empate. Había perdido por lesión a Lapadula al final de la primera etapa, pero no se amilanó. Fue al ataque y logró llegar al empate. A los 52′ Saponara recibió en el área y Gabbia, que había reemplazado a Kjaer, lo barrió abajo. La ejecución la asumió Mancosu a los 53′ y con un toque suave, tras ver que Donnarumma iba hacia su derecha, colocó el remate suave y picado de modo leve a la izquierda del arquero visitante. 1 a 1, un poco más justo el resultado, pero enseguida llegaría una catarata de golpes visitantes que torcieron el rumbo del encuentro.

De salida, Milan volvió a desnivelar. Se acordó lo que había hecho en los primeros treinta minutos del partido y fue con mucha gente al ataque; la maniobra surgió de la derecha al medio, de allí partió el remate de Calhanoglu, el arquero Gabriel que no pudo retener y el rebote le quedó servido a Bonaventura, para marcar el 1-2 a los 54′ y volver a poner al visitante arriba en el marcador.

Y por si fuera poco, muy pronto le aplicó otro golpe, este definitivo. Cuando Lecce quiso reaccionar y se adelantó en el campo, una intercepción de Romagnoli, el pase a Bennacer y la corrida fantástica de Rebic para definir ante la salida de Gabriel a los 56′ y dejar el partido 1-3.

En el momento de los cambios, esas tres ventanas que modifican e interrumpen el juego, el Milan determinó como jugar el partido. Mantuvo a los dos ejes del medio campo, Bennacer y Calhanoglu, y entraron a los 67′ A. Saelemaekers por S. Castillejo, autor del primer gol y R. Leão, de grandes esperanzas en él, por Rebic; salían dos autores de goles de la visita, pero habría más.

Kessie creció mucho en su juego. Se asoció con Bennacer para patrullar la media cancha y ser el termómetro del equipo. Calhanoglu también aumentó su participación. Y Lecce se desorientó. Perdió la brújula y la motivación. Fue al ataque, pero sin intensidad ni rebeldía.

Por si hubiera sido poco los dos golpes juntos, la visita asestó un nuevo gole que liquidó el pleito en forma definitiva. A los 71′ Conti desbordó por derecha y el joven Leao convirtió de cabeza cuando entraba al área chica, el 1-4 para el Milan. Sin ser una máquina ni desplegar una exhibición de fútbol, el equipo se llevó una victoria meritoria.

Los últimos cambios fueron a los 85′: Lucas Biglia por G. Bonaventura y Paqueta por Kessie; los dos volantes fueron de lo mejor de la visita, que se llevó un partido importante, que jugó media hora a buen ritmo, que se desorientó al final del primer tiempo y al comienzo de segundo, pero que al final recobró la memoria de lo que había hecho al principio y construyó una goleada valiosa que le permite arrimarse a la zona de clasificación de Europa y volver a construir ese equipo que alguna vez fue mítico y admirado.


Hernán O’Donnell