Sevilla se ahogó en su conformismo y el Eibar salió a flote

Eibar consiguió la victoria porque nunca perdió la fe, porque se mantuvo alerta y facturó todas las oportunidades que le dio la visita. Sevilla tenía que recuperarse del último traspié, de la caída ante el Madrid en el Sánchez Pizjuán, uno de los rivales más tradicionales para el elenco andaluz, aquel con el que nunca se quiere perder y menos en casa. Por eso fue a Eibar en busca de los tres puntos que lo metieran de vuelta en la conversación, pero no supo administrar un partido que le era favorable y sumó una nueva frustración.

Sevilla empezó metido, motivado, dominante desde el comienzo. Salió concentrado y a los 10′ llegó a la apertura del marcador a través de un pelotazo largo a Lucas Ocampos, quien ingresó al área por la banda derecha y metió un remate cruzado frente a la salida de Dmitrovic para marcar el 1 a 0.

Se tranquilizó la visita. Sabía que había conseguido pronto la ventaja que necesitaba y tomó las riendas del encuentro a través de la conducción de Ever Banega, Jordán y Fernando.

Y consiguió aumentar la ventaja con una buena maniobra colectiva, el desborde por la derecha, el centro y la aparición de Olivier Torres a los 32′. El 2 a 0 ya era un resultado mucho más tranquilizador; el Eibar inetnaba una reacción, pero no podía quebrar las líneas adversarias.

Para mejorar, Eibar decidió ingresar al argentino De Blasis por Inui. Intentó más desequilibrio por las bandas, y en el segundo tiempo de a poco se animó a dar vuelta un partido que en la primera parte le había sido desfavorable.

Se repetía el local con las proyecciones de Arbilla y Pedro León por derecha y los centros largos, cruzados al segundo palo. Insistió con esa fórmula. Así generó tres aproximaciones y de alguna manera intentaba achicar la distancia en el juego y en el resultado que le había sacado el Sevilla.

A los 58′ otro centro de Pedro León fue desviado por Escudero cuando el balón rondaba el arco de Vaclik; era un sistema repetido pero Eibar insistía. Ataque por derecha y centro al poste más lejano.

En Sevilla ingresó Koundé por Carrico. Pasada la hora de juego y el local se animaba cada vez un poco más. Eibar progresaba; Sevilla se acomodaba al juego, se replegaba unos metros y buscaba los espacios para liquidar de contragolpe.

Hasta que Koundé perdió un balón en defensa y derribó al delantero que le había quitado el balón cuando entraba al área. Penal y gol de Orellana cuando iban 65′, con un tiro bajo, bien esquinado, a la derecha del arquero de Sevilla: 1-2 y nacía otro partido. Era el premio para Eibar y un castigo para un Sevilla que se había relajado antes de tiempo.

El serbio Gudelj ingresó por Jordán para darle más frescura al mediocampo de la visita. Sevilla necesitaba meterse rápido otra vez en el ritmo del partido.

Eibar creció. Se entusiasmó. Y fue a buscar algo más. Se afirmó Escalante, se metió Quique, Orellana y Pedro León desbordaban por las bandas…Sevilla lucía desbordado, apretado por el ímpetu del rival.

Y tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe: un grave error en defensa, la desinteligencia entre Diego Carlos, que quiso cabecear hacia atrás, y la salida presurosa y temeraria del arquero Vaclik, dejó el choque entre ambos y la pelota impulsada hacia adelante cerca del arco libre para que Pedro León a los 76′ definiera sin problemas y marcara el 2 a 2.

Sevilla era un manojo de nervios y parecía desconcertado. Ya no hacía pie en el partido; no encontraba la pelota, Banega había extraviado la conducción y Ocampos se enredaba en la defensa local. Eibar era un canto al entusiasmo, al optimismo y quería más. Veía que el rival se había ahogado en su propia trampa y el milagro podía ser.

Entonces llegó el tiro libre para el local y el golazo de Cote, de zurda y combado, para dar vuelta el resultado a los 81′: 3 a 2 para el equipo que nunca perdió la fe. Había logrado revertir el resultado tras un deslucido primer tiempo y ahora ya estaba abrazado a una hazaña que no iba a resignar. El local atacó aún en esos minutos finales y sometió a un Sevilla desenfocado, perdido, aturdido. Desde el banco sufría Lopetegui, quien no podía enderezar un barco que se había hundido de modo insólito e imprevisible; nadie podía imaginar este desenlace cuando finalizaba la primera etapa con una cómoda victoria parcial para la visita.

Sin embargo, el fútbol tiene estas sorpresas que lo hacen maravilloso. Estos cambios impredecibles, estas variantes y alternancias que lo convierten en un deporte único. Eibar, en sólo 15′ había dado vuelta el rumbo de un partido que parecía de curso definido, pero Sevilla creyó que estaba resuelto, se dejó estar y le abrió la puerta a la esperanza a un equipo que aprovechó cada una de las oportunidades que se le presentaron para salir a flote y celebrar un victoria impensada.


Hernán O’Donnell