Liverpool avanza y alimenta los dos sueños de su gente

Cuando terminaba el primer tiempo, ya se jugaba el minuto adicional, Keita entró solo frente al arco de Stankovic, guardameta de RB Salzsburgo, y su remate se estrelló en el pecho del arquero, rebotó en él y la pelota se perdió por el fondo. Era, al cabo a los 45+1′ de juego, la situación más propicia para el visitante, tras una buena habilitación de Salah.

Había sido un primer tiempo intenso. El local salió decidido, listo a jugarse el todo por el todo. Con la presión de Junuzovic en la mitad de la cancha, buscó cortar en el medio el toque conocido del visitante y salir rápido hacia el arco de Alisson Becker.

El local mostraba sus uñas. No se resignó al papel de simple acompañante y salió decidido. Por eso lucía intenso, agresivo, audaz. Liverpool le respondía con su habitual juego desplegado, veloz y ofensivo. Y así tuvimos un primer tiempo vibrante, sin demasiados lujos ni situaciones claras, pero con mucha intensidad y con el marcador incierto, porque el equipo austríaco se la jugaba por una victoria que le permitiera clasificarse y a la vez dar el batacazo de eliminar al último campeón de la Champions League.

Liverpool extrañaba a Fabinho. Sin el brasileño, no tenía la habitual cadencia en el juego, ni el orden en la salida de la jugada. Era un poco más anárquico de lo habitual.

Y el primer tiempo se cerró con el marcador en blanco, donde la chance más clara fue la del visitante al final, aquella que le comentábamos al inicio de la crónica.

La ráfaga de fútbol, aceleración, juego y goles, la desató Liverpool cuando se reanudó el partido. Ya se presumía que era más el visitante, y en ese lapso confirmó la superioridad, la plasmó en el campo y liquidó el pleito. Una corrida fantástica de Mané por izquierda, el desborde y el centro atrás, preciso, para el cabezazo de Keita que aprovechó la salida ancha del arquero que intentaba tapar el centro de su compañero; por ende, el arco quedó descubierto y así marcó el 0-1 a los 57′.

No hubo tiempo para el RB Salszburgo. No hubo tiempo para acomodarse, reaccionar. Porque apenas sacó del medio, fue a buscar, se lanzó a ver si podía llegar a la igualdad, se la quitaron en la puerta del área y desde el fondo partió el pelotazo largo para el pique veloz de Mohammed Salah, quien le ganó en velocidad a su marcador, se abrió del centro a la derecha, gambeteó la salida presurosa del arquero y desde un ángulo muy cerrado sacó un derechazo que se metió pegado al segundo poste. Un golazo de Salah para que LIverpool aumentara 0-2 a los 58′.

Ahí se acabó el partido. Ya no tuvo chances el local. Se advertía, cuando aún restaba media hora de juego, que el final había llegado. La salida de Haaland, el joven revelación de esta Champions y carta goleadora de RB Salszburgo, selló la suerte del local.

Liverpool se dedicó a cuidar el balón, a tocarlo, a rotar posiciones y mantener la distancia para poner la cabeza en lo que vendrá: la continuidad de la Champions League y ese sueño de Premier que su gente espera con tanta ilusión.


Hernán O’Donnell