Toda esa gente que fue al Bajo Flores, que llenó la célebre Platea Sur del Estadio de San Lorenzo, que se desparramó en el codo visitante, despidió con aplausos y algún reconocimiento al equipo vinculado más al pasado, a la clasificación lograda y al regreso a la Copa del Mundo, que a la producción del equipo ante Senegal.
Porque Colombia fue lo que promete ser durante un tiempo; el primero. Allí mostró lo más interesante de su repertorio. Un equipo con muy buen trato de balón, desplazamientos prolijos y búsqueda constante de los espacios.
Y construyó un primer tiempo interesante, con la firmeza de Carlos Valdez, la salida prolija de Zúñiga y el manejo de los volantes Aguilar, Sánchez y Quintero. Colombia mostró destellos de lo que puede proponer. Un fútbol prolijo, con buenas triangulaciones y la búsqueda del desborde por las bandas, con las proyecciones de los laterales. Además, dos delanteros de área de altísimo nivel (Teo Gutiérrez y Carlos Bacca) y un Ibarbo que puede transformarse en delantero o volante de acuerdo a las circunstancias.
De un centro profundo, llegó el gol de Teo. Una definición certera, para un delantero implacabale. Colombia no tuvo problemas en mantener el control del juego, y sobre el cierre de la primera etapa llegó el segundo tanto, con un remate fuerte del centrodelantero de Sevilla, Carlos Bacca.
En el segundo tiempo comenzaron los inconvenientes. Tal vez las cuatro variantes que dispuso el entrenador José Pekerman tuvieron su influencia. Lo cierto es que se modificó la defensa: Salieron Zúñiga y Yepes e ingresaron Arias y Cristian Zapata. Se retiró el volante Sánchez y lo reemplazó Alexander Mejía y por Teo Gutiérrez entró Ramos.
Los 4 cambios cambiaron al equipo. Moussa Kanate aprovechó una indecisión en la defensa y vulneró la salida tibia de Faryd Mondragón cuando iba un minuto del complemento. Luego, a los 6 del segundo tiempo, un zapatazo de 25 metros de Ndoye terminó en la red, en un verdadero golazo. Apenas 6 minutos y el partido quedaba igualado.
Colombia se había desdibujado. No pudo ya recomponerse. Intentó ordenarse con el ingreso de Balanta y crecer en la ofensiva con Jackson Martínez. Pero no pudo vulnerar a la voluntad enorme de Senegal, que luchó el partido aún cuando se quedó con un hombre menos por la expulsión de Diedhiou.
Perdió profundidad el equipo de José. Intentó mantener la prolijidad, respetar el toque y la búsqueda ofensiva con triangulaciones por los costados, pero el equipo no fue el mismo. Tal vez hayan sido los cambios, tal vez una merma física, también un mérito del rival, pero lo cierto es que Colombia mostró una cara al comienzo y luego no la pudo sostener. Y se le encendió una luz roja como su inhabitual camiseta de este sábado a la noche ante un adversario que mostró voluntad y entusiasmo, pero que no se clasificó al mundial y le alcanzó para dejarle un interrogante.
Hernán O’Donnell